En aquellos días Bullho de Myrnos era un Caballero de la corte real reconocido como "La Cuarta Espada del Reino". Si bien hubo otros héroes de aquella época superiores en habilidades de combate cuerpo a cuerpo, se puede decir que más bien eran pocas personas, quizás menos de diez en capacidad de derrotarlo en un encuentro armado.
Don Quasimodo IV de Caledonia, el Rey de Aragca de esos días, sentía un especial afecto por el Bullho, ya que juntos unas décadas atrás habían conseguido derrotar a los piratas holandeses que solían azolar las costas de aquel país. La amistad del singular par no se limitaba a los recuerdos de guerra, sino que Bullho solía ser el camarada de juergas del Rey cada que se organizaba un Torneo de Caballeros. Nunca había podido ganarlo debido a que permanecía más ebrio que sobrio durante esas festividades, sin embargo, usualmente quedaba entre los cinco finalistas.
Cuando ocurrió la invasión de los portugueses del Brasil, por el sur, Bullho con su ejército fue el primer caballero que acudió al campo de batalla. Los portugueses habían entrado a la frontera con un contingente de 4.000 hombres que arrasaban con furia cualquier poblado que estuviera en su camino.
El encuentro con el Bullho sería la primera vez que los portugueses se enfrentaban contra una milicia de Aragca, lo primero que vieron fue un escuadrón de soldados fuertemente armados comandados por cinco capitanes de Myrnos, que supieron sembrar la confusión entre las poco entrenadas fuerzas portuguesas en las artes de la guerra.
Apenas los capitanes lograron debilitar a las fuerzas enemigas, lo único que recuerdan los portugueses fue ver en el horizonte la impresionante silueta del Bullho que venía a caballo desde el Norte, se lo podía reconocer porque se decía que llevaba al cinto las calaveras de los piratas holandeses. En cuestión de unos segundos, el Bullho reconoció al General de los Portugueses y le basto con un solo brazo para estrangularlo en el aire como si se tratara de una cabra tuberculosa. Al ver esto cundió el pánico en las fuerzas portuguesas y huyeron en desbandada en dirección a las Selvas del Amazonas. Se dice que por siglos esta amarga derrota fue recordada en el Brasil y no volvieron a intentar invadir tierras Aragquenses por temor a los ejércitos de Myrnos. En sus leyendas solían contarle a los niños que el Bullho era un gigante de cabellos rojos como las llamas del infierno y brazos tan gruesos como una anaconda madura.
Para celebrar el triunfo El Noble Bullho Mando a desollar los soldados que cayeron prisioneros y a los comandantes de la tropa ordeno que los empalaran.
Estaban en estas celebraciones cuando se acercó al campamento un anciano herrero de la región que dijo al Bullho lo siguiente:
"Señoría, considéreme su servidor y quedo agradecido eternamente por liberarnos de la crueldad y opresión portuguesa. Perdone a este humilde siervo suyo que interrumpe las celebraciones en la gloria de su triunfo. Pero es menester que su Señoría conozca que hace días Agibílibus uno de los hijos de alguien que sirvió como escudero de Myrnos, armado con la daga de San Gestas, se encuentra perdido en el Bosque de Heterosis en donde habita un mal innombrable"
Le entro bastante simpatía al Bullho con aquel anciano, en especial por la mención de lo de "Escudero", que para honrar ese título, aunque humilde, prometió al anciano que buscaría a su amigo y si aún estaba con vida lo traería de regreso con él. Armo un pequeño contingente de 300 almas al comando de Rolando de Hierro y otro capitan escogido de entre los mejores hombres y se dirigieron rumbo al legendario Bosque de Heterosis.
Les tomo pocas horas llegar al borde del Bosque, que de lejos era un sitio particularmente desagradable a la vista. Cuando entraron al poco rato, sus hombres encontraron una estatua de una mujer rodeada de varias piedras y llena de maleza y enredaderas. Se trataba de un antiguo templo del culto dedicado a la Diosa Zaida. El Bullho al ver el monumento escupió al piso. De inmediato ordeno a sus hombres derribar la estatua y hacerla picadillo.
Tiempo después algunos de los soldados trajeron un par de hombres capturados en el bosque, los cuales dijeron que eran los guardias del Castillo de Heterosis, pero que un extranjero junto con la bruja roja habían asesinado al amo de aquellas tierras. Que del extranjero solo quedaban los huesos y una daga, la cual entregaron al los capitanes de Mynos. Ordeno, pues el Bullho crucificar al par de guardias bajo los cargos de cobardía y por abandonar a la muerte a su Amo y Senor.
Horas más tarde, de nuevo los guardias trajeron prisionera a una mujer vistiendo hábitos de monja de color rojo. El Bullho quiso interrogarla, pero al ver que no lograba sacarle palabra alguna, mando a desnudarla, que se la colgara por los tobillos y cortarle los senos para que se desangrara. Antes de morir la bruja alcanzo a decir: "Maldita seas raza de Myrnos, que tus hijos sean los siervos de tus aliados", no alcanzo a decir más blasfemias la grotesca bruja porque con bastante tino uno de los capitanes logro clavarle la daga de San Gestas, en plena garganta. La mujer dio un último suspiro y por fin murió.
Cuando llegaron al castillo los hombres dijeron haber encontrado un esqueleto vestido con ropas muy finas entre un hueco, de seguro sería el Señor de aquel lugar. Bullho volvió a escupir y haciendo mal gesto ordeno que se le diera cristiana sepultara a aquellos grotescos restos.
Finalmente, indico que todo el bosque y el castillo eran obra sacrílega y una maldición pesaba sobre aquel paraje tenebroso, así que ordeno prenderle fuego a todo el bosque para que se purificara ante Dios la obra de los hijos de las tinieblas. Y así, Él y su ejército se retiraron de Heterosis para siempre y sin mirar atrás.
Bullho como prometió retorno a la aldea del sur cerca en donde habia derrotado a los portugueses, mando a buscar al viejo y le entrego la daga.
Pasaron los años, y hubo paz entre el Rey de Aragca y las tierras de Myrnos. Cuando Bullho murió sus hijos se rebelaron contra el Rey y fueron derrotados por las tropas de Rolando de Hierro.