—¿Qué tienes en el bolsillo?
—Un caballo.
—No es posible, niña tonta.
—Tengo un caballo
que come hojas de menta
y bebe café.
—Embustera, tienes cero en conducta.
—Mi caballo canta
y toca el armonio
y baila boleros,
bundes y reggae.
—¿Se volvió loca?
—Mi caballo galopa
dentro del bolsillo
de mi delantal
y salta en el prado
que brilla en la punta
de mis zapatos de colegial.
—Eso es algo descabellado.
—Mi caballo es rojo,
azul o violeta,
es naranja, blanco o verde limón,
depende del paso del sol.
Posee unos ojos color de melón
y una cola larga que termina en flor.
—Tiene cero en dibujo.
—Mi caballo me ha dado mil alegrías,
ochenta nubes, un caracol,
un mapa, un barco, tres marineros,
dos mariposas y una ilusión.
—Tiene cero en aritmética.
—Que lástima y que pena
que usted no vea
el caballo que tengo
dentro de mi bolsillo.
Y la niña
sacó el caballo
del bolsillo de su delantal,
montó en él y se fue volando.