“Menjar els plats de sempre, per descubrir l’ànima del país”.
El 7 es un número mágico. Siete son los días de la semana, siete los colores del Arco Iris, siete las vidas de un gato, siete las maravillas del mundo, siete las bellas artes, siete los sabios de Grecia, siete los mares… Y siete las puertas de nuestro restaurante más emblemático de Barcelona: el 7 Portes. Y digo nuestro, porque su larga historia lo ha convertido, por derecho propio, en el restaurante bandera de los históricos de la ciudad.
Relacionado con el glamur y el buen comer, el 7 Portes siempre ha estado ahí, en els Porxos d’en Xifré. Eso es lo que muchos -que ya tenemos una cierta edad- pensamos al pasar por ese lugar de Barcelona. Porque el 7 Portes ha sido y sigue siendo todo un referente de tradición gastronómica de nuestra ciudad.
Este es el comedor que ocupa la parte más antigua del establecimiento
Un nombre de lo más mágico
Aunque el nombre siempre se haya creído ligado al número de ventanales del restaurante -a pesar de que los números no salen-, la verdad es que más que con las puertas, tiene que ver con una campaña de marketing que se llevó a cabo al inicio de su trayectoria para poder solucionar la incógnita de darle un nombre al establecimiento, ya que, de hecho, al principio se le conocía como “el café sin nombre” o “el café del pórtico Xifré”.
Tal y como explican en el libro “Les 7 portes, amics i personatges”, fue el escritor y periodista Juan Cortada (más popularmente conocido como Aben-Abulema), quien lo ideó. A través de un artículo periodístico que publicó en el Diario de Barcelona, en el que trataba sobre el simbolismo del número 7, mencionó como referencia “el café de las siete puertas que había en els Porxos d’en Xifré”.
De ahí que empezase a ser relacionado con el nombre 7 Portes, que rápidamente asumió y con el que rotuló sus vidrieras en el breve espacio de un año. Desde ese momento, ya nunca más volvió a cambiar de nombre.
Explican que en lugar de siete tenía ocho ventanales, y que uno se acabó tapando para no romper con el hechizo del número mágico. Con el tiempo, cuando el café ya se había convertido en restaurante y hubo la necesidad de ampliar el espacio, la magia se acabaría definitivamente yendo al traste ya que se le sumaron cinco ventanales más.
La terraza del 7 Portes bajo los emblemáticos Porxos d’en Xifré
Barcelona, la ciudad de los grandes cafés
En un principio, el 7 Portes fue un café. De hecho lo fue a lo largo de 90 años de su historia. De café, pasó a café-concierto, y finalmente se reconvirtió en el restaurante que hoy en día conocemos.
¿Y por qué un café? Porque durante el siglo XIX los cafés se habían convertido en el signo de distinción social de las grandes capitales europeas, y el carácter innovador y pionero que Barcelona lleva incrustado en su ADN hizo que no se quedase atrás en ello.
Cuando Josep Xifré proyectó la construcción de sus bloques de casas junto al mar, dicen que ya contempló abrir un café en uno de los bajos, y que para ello contó con la ayuda y experiencia de Josep Cuyás, restaurador y propietario del café Neptuno, que ya existía en la misma zona.
Inicialmente los cafés de más renombre de Barcelona se habían abierto al final de la Rambla, pero los años y las modas derivaron este tipo de establecimientos hacia la recién inaugurada plaza del Pla de Palau, lugar que se acabaría convirtiendo en el núcleo de vida social, y símbolo de la nueva imagen de una Barcelona comercial y burguesa, fuera de la ciudad medieval. De ahí el interés d’en Xifré por abrir un café.
Vistas panorámicas de uno de los edificios d’en Xifré desde la terraza de la Facultat de Nàutica, próximo al edificio de la Llotja de Mar.
Convertidos ya los cafés en el lugar de encuentro por excelencia de los sectores más progresistas de la ciudad, en el caso del cafè de les 7 Portes, su proximidad física a la Llotja de Mar lo transformaría en un lugar de reunión ideal para los agentes de bolsa, a donde empezarían a ir a hacer negocios.
Unos años más tarde, la cercanía a l’Estació de França también hizo que fuese el establecimiento gastronómica de referencia para viajeros y personas de paso.
A partir de finales de los años 20 se puso de moda entre políticos, escritores y artistas, algunos tan emblemáticos como el propio Federico García Lorca, tal y como consta en una de las paredes del local. También Pablo Picasso fue un cliente habitual del 7 Portes mientras estuvo residiendo en esa zona, a su llegada a Barcelona.
Y por supuesto, imposible no mencionar a la mítica Carmen Amaya, como una de las artistas que debutaron en ese lugar durante su etapa como café-concierto.
Recuerdos del paso por el 7 Portes de Carmen Amaya y Federico García Lorca
La Familia Parellada de la Fonda Europa
A lo largo de su historia, el 7 Portes nunca ha cambiado de nombre, pero si que lo ha hecho de propietario.
El propietario actual es Francesc Solé Parellada, descendiente de Paco Parellada que se hizo cargo del negocio a principios de los años 40 del siglo XX, después de haber adquirido una solida formación en el mundo de la restauración trabajando en la Fonda Europa, negocio que su familia había venido regentando en Granollers desde finales del siglo XVIII.
Tras pasar a su hija, actualmente está en manos del nieto, quien nos explica orgulloso que él ya nació en el restaurante, concretamente en el primer piso en donde residía la familia, espacio que actualmente está reconvertido en salones para banquetes y eventos, para diferentes números de comensales.
La historia del 7 Portes se inició un 25 de diciembre, y dicen que eso de abrir por primera vez un día de Navidad fue un augurio de que el establecimiento estaría abierto los 365 días del año, como así ocurre. Y que, por extraño que parezca, es justamente el día de Navidad uno de los más concurridos del calendario, como nos comenta Francesc Solé.
Siempre se ha dicho que el edificio d’en Xifré se construyó respetando los principios de la masonería, movimiento al que se supone pertenecía el indiano. Un ejemplo de ello lo encontramos dentro del propio restaurante. Las baldosas blancas y negras de los diferentes salones son un diseño atribuido a las ceremonias masónicas. Algunas de las que se conservan todavía son originales de la época.
Una cocina de fonda, pero abundante y generosa
Así es como describen la cocina que se prepara y se sirve en el 7 Portes: una cocina catalana tipo fonda, pero abundante y generosa. Una cocina tradicional, pero que ha sabido adaptarse al gusto de la gran ciudad y que se ha mejorado con detalles de alta cocina.
La carta se mantiene fiel a sus principios, y en ningún momento se ha dejado llevar por las tendencias turísticas. Bien al contrario, ha querido convertirse en una carta de referencia para mostrar a los foráneos nuestros platos de toda la vida, incorporando productos de temporada o platos específicos de fiestas emblemáticas, como son los turrones y les neules en Navidad, o los buñuelos en Cuaresma y Semana Santa.
Cartas temáticas con alimentos de temporada o relacionadas con fiestas destacadas del calendario anual.
Según nos explica Francesc Solé, la carta tiene cerca de ochenta platos, y aunque se revisa cada quince días para intentar reducir la oferta, los sentimentalismos familiares y la propia historia del restaurante hacen que sea prácticamente imposible llevarlo a la práctica. De ahí que platos con tradición pero poco actuales, como el cóctel de gambas o el “pijama”, se sigan sirviendo “ya que siempre hay alguien que todavía los pide”, nos confiesa nuestro anfitrión.
El plato estrella del 7 Portes continua siendo el arroz en general, y el arroz Parellada en particular. Un plato para comer exclusivamente con tenedor, con la carne deshuesada y el marisco perfectamente pelado, para los sibaritas más exigentes.
Tal y como ya ocurría en la época dorada de los grandes cafés, en el 7 Portes se siguen manteniendo las mesas preparadas y a punto en cualquier momento, y todavía se puede ir a almorzar un menú completo entre las 17.00 y las 19.00, cuando la mayoría de restaurantes ya están cerrados.
El 7 Portes continua siendo un restaurante donde prevalece la tradición de tener las mesas siempre a punto, perfectamente preparadas
Un lugar para la tertulia
Y todavía hoy se mantiene esa premisa fundacional: la de ser un lugar para reunirse los amigos alrededor de una buena mesa, y poder conversar en una larga sobremesa.
Nada más entrar en el restaurante ya tienes la impresión que acabas de acceder a un lugar mítico. Sus paredes repletas de detalles relacionados con el devenir de su larga historia (pinturas, fotografías, firmas impresas…) te confirman esa primera sensación.
Dedicatorias de algunos de los clientes más emblemáticos: Joan Miró
Si además te acercas a leer las placas doradas que hay sobre el respaldo de los asientos, sabrás que estás en el mismo lugar que un día eligieron personajes como Alexander Fleming, Ava Gadner o el propio Che Guevara para disfrutar de la gastronomía tradicional catalana y barcelonesa.
Las placas doradas de los asientos se colocaron en 1986, para recordar a cada uno de los personajes que se sentaron en cada lugar.
Tal y como nos confirma nuestro anfitrión, ya son 182 años de historia continuada, que lo convierten en uno de los establecimientos gastronómicos más antiguos de la ciudad, y uno de sus símbolos más perdurables. Cuando todavía no existía el Tibidabo, ni la Sagrada Familia, ni siquiera Ildefons Cerdà había proyectado su emblemático Eixample, el 7 Portes ya estaba ahí, en els Porxos d’en Xifré.
Sentados alrededor de una de las mesas de los saloncitos privados del primer piso, y ante una generosa variedad de aperitivos, arroces, pescados y postres, Francesc Solé nos confiesa su pasión por la gastronomía, herencia de familia, y el orgullo que siente por haber contribuido a mantener vivo, y en pleno funcionamiento, uno de los símbolos de Barcelona. Quizá el último de su generación.
Un restaurante donde se sigue apostando por favorecer las tertulias alrededor de una generosa mesa
La cultura catalana a través de la gastronomía
Y siguiendo con esa pasión, y con la finalidad de recoger y divulgar la historia de la gastronomía catalana, desde el 7 Portes se ha promovido la edición de una colección de libros gastronómicos, titulada Set Portes de Receptaris Històrics de Cuina Catalana, de la que ya se ha presentado el tercer volumen.
Toda una apuesta por recuperar la historia de la gastronomía catalana desde la Edad Media hasta nuestros días
La colección se inició en 2014 con la publicación del Llibre de Sent Soví, basado en un estudio sobre el libro homónimo, considerado el primer recetario redactado en catalán y originario de 1324, por lo que es uno de los más antiguos de Europa.
Además de diferentes estudios de carácter histórico, el libro incluye todo un listado de recetas originales, redactadas en catalán antiguo y con su correspondiente traducción al catalán actual, como por ejemplo la del sosenga a conills (sofregit per a conills), geladia (gelatina) o nous confites (nous confitades).
Las etiquetas de las botellas de vino, cava y aceite del restaurante son un diseño de Milton Glaser, el autor del emblemático I
Etiquetas de las botellas de cava, diseñadas con motivo del 175º aniversario de la apertura del establecimiento.
Esqueixada Bacallà
Arròs amb llagosta
Bunyols de Quaresma
Saló privat
Menjador comú
Saló per a convits
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Restaurant 7 Portes
Pg. Isabel II, 14
08003, Barcelona