Para un racionalista como Jerichó, tales palabras constituyen una auténtica revolución. Por más que Hollus le ofrece pruebas empíricas de su afirmación, el paleontólogo se niega a admitir la mera posibilidad de que el creacionismo, contra el que los científicos como él han luchado durante décadas, pueda llegar a tener parte de razón. Admitir la presencia de un Creador casi omnipotente sería dar energías a unas religiones en decadencia, sobre todo en occidente:
"Admitir que podría haber habido una inteligencia que guiase el proceso, en algún momento, sería abrir las compuertas. Habíamos luchado durante tanto tiempo, y con tanta intensidad, y algunos de nosotros, habíamos sido encarcelados por la causa, que permitir ni siquiera por un momento la posibilidad de un creador inteligente sería equivalente a izar la bandera blanca. Estábamos seguros de que los periódicos estarían encantados y la ignorancia reinaría sin oposición."Pero las pruebas que ofrece el extraterreste tampoco son compatibles con las religiones terráqueas. El Creador es definido como un ser imperfecto, que ha sido incapaz de establecer vida inteligente en el Universo con un proceso limpio y sin traumas, como prueba el sufrimiento constante al que están sometidos los seres vivos. El mismo Jerichó se enfrenta a un cáncer terminal que ni siquiera puede ser tratado por la medicina extraterrestre, un par de siglos más avanzada que la nuestra. Si es verdad que existe Dios, este no es el Ser eterno, bondadoso y omnipotente que han definido las religiones, sino un Demiurgo que experimenta con su creación, quizá buscando distraer su antigua soledad en el espacio-tiempo infinito. Pero El cálculo de Dios no se conforma con convocar este debate filosófico-religioso entre especies, sino que también trae a colación otros temas, como el fanatismo religioso, tan propio de los seres humanos y la indefensión de nuestro planeta, perdido en la vastedad del cosmos y sometido a mil peligros - como el de la explosión de supernovas cercanas - del que no somos conscientes en nuestra vida cotidiana.