El cambio real tiene nombre de mujer y pasa por la confluencia

Publicado el 25 mayo 2015 por Benjamín Recacha García @brecacha

Hoy es un buen día. Un día para saborear la que fue una gran noche. Un día para reflexionar sobre los resultados de las elecciones municipales y autonómicas y llegar a la conclusión de que sí, que el cambio es posible.

El bipartidismo no ha saltado por los aires. Seamos realistas: el PP continúa siendo la fuerza más votada en España, con el PSOE muy cerca. El cambio es posible y ayer se dio un primer paso, un paso largo y firme en mi opinión, en esa dirección. Pero nada más que eso, un paso. El camino que queda por delante hasta las elecciones generales de otoño es aún muy largo y está lleno de obstáculos, el principal, desde mi punto de vista, la fragmentación del voto progresista.

Si algo debemos aprender de los resultados de ayer es que la ciudadanía ha premiado la apuesta por la confluencia: Ahora Madrid, Barcelona en Comú, las mareas gallegas, Zaragoza en Común son ejemplos de trabajo por un objetivo político alejado de protagonismos y de ideologías sectarias, trabajo por recuperar las instituciones para las personas. El cambio pasa, necesariamente, por la generosidad de los actores políticos. Deben entender el mensaje, comprender que la gente común está harta del conmigo o contra mí, de siglas vacías de contenido o ancladas en el pasado.

Queremos ideas, sí, evidentemente que las queremos. No sólo es que las queramos, es que son fundamentales. ¿Qué sería de la democracia sin ideología? Ni más ni menos lo que estamos padeciendo desde hace demasiado tiempo ya.

Pero ideología no significa intransigencia, sino generosidad, empatía, capacidad de escuchar y de incorporar propuestas ajenas. El cambio pasa por figuras alejadas de la ambigüedad, que digan lo que piensan sin tacticismos, teniendo claro que la ciudadanía (buena parte de ella al menos) no es imbécil y sabe diferenciar entre la honestidad y el mensaje prefabricado. El cambio empieza en las ciudades, de la mano de quienes siempre van a poder mirar a los ojos de sus vecinos sin tener que apartar la cara. Ada Colau, Manuela Carmena y otros muchos, menos mediáticos, pero tan humanos, tan válidos como ellas.

Anoche escribí en Facebook lo que miles, millones de españoles, pensaron al conocerse los resultados de las votaciones: “No se lo pondrán fácil, pero si fuera vecino de Barcelona me sentiría muy orgulloso de tener una alcaldesa como Ada Colau. Si viviera en Madrid sería feliz por tener (espero) una alcaldesa como Manuela Carmena. Y si fuera de la Comunitat Valenciana estaría saltando de alegría por haberme librado, por fin, de la mafia. Hoy hemos dado un primer gran paso para el cambio real en este país. Una palabra más, fundamental para recuperar la democracia: CONFLUENCIA”.

Seguí la jornada por La Sexta, la SER y Twitter. En el debate televisivo me encontré con Yolanda Díaz, representante de Izquierda Unida, quien lo primero que hizo fue reconocer la hecatombe de su formación para, a continuación, aplaudir a las candidaturas de unidad. Estaba orgullosa por los triunfos de Carmena (recordemos que IU concurría con lista propia al ayuntamiento) y Colau, y reclamó con claridad a su partido que apueste por la confluencia de cara a las generales. También el candidato de IU al gobierno, Alberto Garzón, está en esa línea. Me temo, sin embargo, que van a tener que picar mucha piedra para vencer la resistencia de los sectores más oxidados, que parecen ver en unas siglas todo el sentido de su razón de ser.

Pero la responsabilidad es también, y mucha, de Podemos. Es evidente, y quien no quiera verlo es tan sectario como los dinosaurios de IU, que solos no van a derrotar al régimen. Dicen que España es de izquierdas. Puede ser, pero también es un país de gentes conservadoras y miedosas. El caciquismo continúa instalado muy profundo y no es cosa de un par de días revertir la situación. Podemos no va a ganar las elecciones. Ahora ya lo tengo muy claro. No, al menos, si concurre en solitario. El efecto efervescente ha pasado e, insisto, el cambio sólo será posible desde la generosidad y la inteligencia política.

Es el momento de trabajar intensamente por un Ahora España, un España en Común, o como se le quiera llamar. Pero una España alejada de banderas y símbolos excluyentes; moderna y orgullosa de su diversidad. Podemos somos todos los que soñamos con un país diferente, democrático de verdad, donde, como insiste Pablo Iglesias, abramos puertas y ventanas. Y en ese objetivo titánico están también otras muchas organizaciones políticas, como buena parte de IU-ICV, Equo, Geroa Bai, Compromís… Todas son necesarias y, por tanto, deben trabajar codo a codo, unidas por ese reto que trasciende con mucho a las siglas.

El PP perdió ayer 2,4 millones de votos y casi 4.000 concejales (respecto a las municipales de 2011); el PSOE, otros 700.000 votos y casi mil concejales, pero entre los dos conservan 11,6 millones de votos, un 52% de los emitidos. En las autonómicas el PP ha perdido la mayoría absoluta en todas las comunidades y difícilmente podrá gobernar en más de tres o cuatro. En la Comunitat Valenciana el descalabro es monumental: ha perdido casi la mitad de los votos. También el PSOE ha retrocedido significativamente. Y ello, en buena parte, gracias al incansable trabajo de Compromís, una formación de izquierdas liderada por una de esas mujeres protagonistas del cambio: Mònica Oltra. Sin embargo, no puedo dejar pasar un dato: si Compromís, Podemos y Esquerra Unida hubieran concurrido juntas, hoy tendrían una mayoría muy holgada para gobernar. Insisto: la disgregación penaliza muchísimo.

La revolución democrática empieza en las ciudades, y tiene nombre de mujer. Es una buena cosa. Dicen que las mujeres tienen más capacidad para aglutinar, para escuchar, para ser generosas. Estoy de acuerdo, aunque hay excepciones terribles, ¿verdad, Espe y Cospe? Sueño con Manuela Carmena, Ada Colau, Mònica Oltra, Teresa Rodríguez, Yolanda Díaz, y tantas otras haciendo campaña para llevar la democracia real a todos los rincones de este país. Generosidad y confluencia.