Crónicas de Vestuario. -
“El camino a la solidez”
Tras la primera jornada marcada por una derrota debida a errores defensivos, tocaba afirmarse fuera de casa, esa asignatura que tantas veces suspendió Fernando Hierro, haciéndonos pasar por una agonía de terrores varios que condicionaron el postrero resultado de la decepcionante pasada campaña. Pero eso ya es historia, una historia triste, sí, pero historia al fin y al cabo. Y el fútbol nunca deja de vivir del presente. Y ese pasaba por Almería, uno de esos lugares donde el Real Oviedo cuajó uno de sus encuentros más lamentables de la temporada anterior lejos de su feudo, que no fueron pocos.
No comenzaron las cosas con buenos augurios, puesto que Arón Ñíguez se lesionó en el calentamiento y ello obligó a Juan Antonio Anquela a mostrar su sabiduría, esa que conoce la capacidad para la improvisación sin que el equipo pierda empaque. La solución de Diegui Johannesson fue efectiva y acertada, puesto que el canterano volvió a ser de los destacados, mostrando -unos metros por delante de su posición habitual- su gran profundidad, su desborde y su poder de sorpresa, a lo que unió una tremenda lucha que le convirtió en uno de los más destacados del partido.
El once azul se mostró sólido, buscando aún coser sus engranajes, transformarse en un conjunto compacto, tan capaz de llevar la iniciativa como de responder a un conjunto como el almeriense serio y con pocas fisuras. Esto parece ser el ideario primero del preparador, engrasar un equipo que funcione como tal, solidario entre sus hombres y con capacidad para responder a los golpes que se produzcan durante el choque, sin diluirse, sin perder fuerza y con una entrega máxima. Si bien no hemos visto una versión tan contundente y elaborada, sí que el equipo dio muestras de estar más en el camino a esa solidez que en su primera comparecencia en Liga. En el debe, aún falta cierta velocidad en los desplazamientos ofensivos, lo que merma la capacidad de remate de un Toché muy solo en vanguardia. Gustó Patrick Hidi en esa primera mitad, aunque también adolezca de cierta rapidez de movimientos. Bien acompañado por Ramón Folch pueden ser la deseada sala de máquinas que active al once azul. Y, por supuesto, volvimos a disfrutar de un Saúl Berjón estelar durante todo el partido. La presencia de Carlos Hernández en el centro de la defensa dio más empaque y, sobre todo, colocación a la retaguardia.
Entró con mucha fuerza el once azul en la segunda, con ritmo inusitado y estuvieron a punto de sorprender a los locales en una combinación entre Hidi y Toché, donde el murciano confirmó que no se encuentra en sus mejores horas. Pozo y el exoviedista Nano fueron los más peligrosos de unos rojiblancos que consiguieron equilibrar al poco tiempo la pillería del Turu con la que los azules abrieron el marcador a los nueve minutos del segundo acto. Luego, comenzó un toma y daca entre ambos conjuntos, que pudo desnivelar Saúl Berjón -de nuevo el ovetense que está de dulce- en el 83.
El Real Oviedo parece aún en construcción, aunque ya se sabe que, en esta dilatada competición, nadie espera (¡que se lo pregunten al Levante de la pasada campaña!) y que cuanto antes se forjen los herrajes del equipo, mejor que mejor. De momento, nos quitamos el mal sabor de boca de la apertura en el Tartiere y nos queda también la esperanza de ver a un equipo que, lejos de su campo, ha dejado de hacer el ridículo y de disolverse como un azucarillo. Aún queda mucho, así que calma, que la travesía es larga y será azarosa, sin ninguna duda. Y la cuestión es llevar la nave a buen puerto.
MANOLO D. ABADReportaje fotográfico: JOSÉ LUIS GONZÁLEZ FIERROS