La salvación es una gracia gratuita (Ef. 2, 8), que está disponible para todos (1 Tim. 2, 4) los que perseveran en la fe y buscan gloria e inmortalidad (Rom. 2, 7). No, como muchos dicen, que se haya alcanzado ya, sino que se debe proseguir la meta (Fil. 3, 12-14), comenzando por creer en Jesús y confesarlo como Señor y Salvador (Rom. 10, 9), procediendo a producir frutos dignos de arrepentimiento de los pecados, mediante el bautismo (Mc. 1, 4; Hch. 2, 38) para nacer de nuevo (Jn. 3, 3), convirtiéndose de los malos caminos y de las malas obras (Is. 55, 7; Hch. 3, 19), regenerando la mente por el lavamiento de la Palabra (Ef. 5, 26), por aquel renacimiento que recibimos en el bautismo y por la renovación en el Espíritu (Tito 3, 5-6), para andar en nueva vida apartado del pecado (Rom. 6, 4), siguiendo un camino de santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hb. 12, 14), y perseverando en la fe de Jesucristo hasta el fin, esto es, hasta la muerte del cuerpo (Mt. 24,13; Ap. 2, 10), para terminar en victoria contra el pecado por medio de aquel nos amó (Rom. 8, 37).
El que no cumpla estas condiciones no podrá ser salvo, o perderá su salvación si no persevera hasta el fin, conforme a los siguientes versículos Hb. 6, 4-6; Hb. 10, 26-29 y 10, 35-36; Ap. 3, 5, cuyas profecías están en Is. 1, 18-20 y 65, 15; Jer. 19, 11 y 31, 30; Ez. 18, 4, etc. etc.
Los que predican otra cosa, son todos falsos profetas y lo hacen por mandato de Satanás, para engañar y confundir a los creyentes que no tiene amor por la verdad para ser salvos (2 Ts. 2, 9-11), quienes serán arrojados vivos en el lago que arde con fuego y azufre (Ap. 19, 20). ¡Que Dios tenga misericordia de la ignorancia de este mundo! ¡Por favor compartirlo, porque es muy importante contra las malas doctrinas que hacen perder las almas!