Y es que las relaciones entre Tano y Hans, dos jóvenes estudiantes de los años ochenta, reencontrados treinta años después, no son más que una suma de las conductas que la mayoría de nosotros hemos encontrado a lo largo de nuestros caminos vitales, aunque no tuviéramos luciérnagas que nos guiaran con sus luces. Fidelidad frente a tradición, estudio frente a desidia, envidia frente a generosidad, aceptación frente a exclusión social, familia frente a amistad, disciplina docente frente a confidencialidad, amor frente a sexo, seducción frente a cordura, y así hasta alcanzar cierta madurez, hasta clarificar cuál es la senda por la que cada uno seguirá trazando su vida.
Amén de la afición por la onomástica curiosa, un punto de humor del que su autora se aprovecha a modo, la calidad literaria de la novela constituye uno de esos milagros de fluidez lingüística, cuando cualquier lector puede hablar de la sencillez de las palabras utilizadas, sencillez aparente porque es la que acarrea detrás un gran trabajo de escritura. Ya se ha mencionado el mérito de las dos líneas narrativas, pero no está de más subrayar el ‘tempo’ que la autora le concede a cada una de ellas, y el modo, dosificado y con una cadencia magnífica, con el que se le van desvelando al lector los secretos ocultos tras treinta años de silencios. Nadie se arrepentirá de leer esta novela, y mucho menos de seguir a las nuevas luciérnagas que seguro vendrán de la mano de Mónica Rouanet.
El camino de las luciérnagas. Mónica Rouanet.La Fea Burguesía. Murcia 2014. 312 páginas. 10 euros.