Hoy un pequeño suceso fue engrandeciéndose en mi mente y provocando un desborde emocional: Debe de ser que mi sensibilidad está al límite o debe ser por el Camino.
Todo empezó con algo tan trivial como la preparación de un picnic para los clientes del tour privado a Santiago: queso de Arzúa, chorizo, paté, banderillas, jamón, aceitunas y un par de botellas de vino para amenizar la jornada y encontrar la recompensa tras el esfuerzo de la segunda etapa. Yo ya había recorrido la primera, unos 5 km, y entre la preparación de la comida y la hora que era, tenía un hambre terrible. Me hubiese gustado poder comer algo antes de que ellos llegasen, pero ninguno de mis compañeros lo hacían y por lo tanto pensé que lo compartiríamos cuando ellos llegarán. Cuando estaba ya casi a punto de terminar de prepararlo empezaron a llegar los primeros clientes y a comer con un ansia impresionante. Mientras ellos comían y alababan lo rico que estaba todo, yo estaba allí mirando y ninguno se dignó a ofrecernos o invitarnos: no éramos sus camareros, éramos sus guías y compañeros de camino. Es más noté que era algo prohibido, como que no estaba bien que comiéramos a su lado o de su misma comida. Como que realmente había que establecer una separación entre ellos y nosotros. Poco a poco fueron llegando el resto y en poco tiempo acabaron con todo. Me daba igual si ellos comían antes o después, juntos o separados, pero consideraba que nosotros deberíamos poder acceder a eso o algo parecido durante la hora de la comida. Pero no, no había nada y yo me sentí humillada, jamás me había ocurrido algo así, era como si hubiera creado una gran barrera imaginaria entre ellos y yo, nosotros sí y tu no, y yo tuviera que estar allí viendo el suculento espectáculo que se estaban dando.
Empece a sentirme mal y pensé que no necesitaba aguantar esto, así que dije que me iba a comer. "¿A comer? ¿Dónde?, No hay ningún sitio hasta los próximos 4 km", me dijeron mis compañeros. Entonces aun me sentí peor, resulta que no sólo debía aguantar el mirar como comían lo que para mi no estaba permitido, sino que además yo no podría hacerlo hasta al menos dentro de una hora y con esfuerzo extra. Todo me parecía injusto y humillante. Todo era una metáfora de la vida.
Comencé entonces a caminar a toda prisa, las piernas me dolían pero yo seguía y seguía llena de rabia y de ira. A mitad de camino encontré un prado apartado que me llamaba: me senté, me desahogué y lloré.
No sé exactamente por qué, pero fue realmente una explosión emocional. No se sí ellos me hicieron sentir inferior o fui yo misma con mis pensamientos, pero me sentía realmente mal. Llore por ese anecdótico episodio y por toda la carga soportada en los últimos meses, por todo el esfuerzo que tenía que realizar en mi vida, por todas las injusticias habidas y por haber, por cómo estaba organizado el mundo y por otras decenas de razones desconocidas.
Poco a poco comencé a relajarme y empece a mirar lo que tenía a mi alrededor: allí había total calma y tranquilidad y sobre todo no había nadie. Vi el prado lleno de hierba, a su lado había algunas matas que sobresalían con altivez y pensé que la naturaleza también era injusta, desde allí estas últimas tenían otra perspectiva y podían ver los árboles y las montañas. Sin embargo, las hierbas, que para mi representaban a la mayor parte de la humanidad, a mi misma, tenían una visión mucho menor, una falta de perspectiva del resto del paisaje, eran otras de tantas sin más, sin sobresalir en nada. En este estadio de mis pensamientos una mariposa empezó a revolotear y vi como poco a poco se posaba sobre un hoja de la hierba, lo vi como una señal, como que la naturaleza me estaba hablando y entonces me re-energicé y continúe andando.
Por el camino encontré nuevas señales, como ese pequeño café self-service a mitad de camino: Pura generosidad y confianza, o ese señor que me entregó un folleto de su restaurante: "Casa Dolores" ."..es el segundo, todo casero.. " Con mi sensibilidad al 100 por cien, también lo sentí como una llamada y anduve otro kilómetro y medio más hasta encontrarlo.
Mientras caminaba me llamaron del trabajo para decirme que iba a haber unos cambios.¿Cambios?- Esa palabra resonó en mi mente, "no por favor, cambios no, que ya lo tengo todo organizado"-respondí. No sé sí fueron la contundencia de mis palabras o que tras repasarlo vieron que no era posible, pero finalmente me dijeron que todo seguiría igual y respondí, "gracias, genial, incluso a veces aunque sea para mejor, es preferible no hacer cambios" colgué y al momento pensé "que triste, que poco he mejorado, como todo me afecta de forma exagerada, que poco dejo que las cosas fluyan, que terror hacia los cambios. ¿Pero no era este Camino transformador? ¿Es que no me estaba sirviendo de nada? " y de nuevo me castigué a mi misma y lloré de rabia.Cuando llegué al restaurante no tenían lo que yo quería, me sentía tan cansada, que ya casi se me había pasado el hambre. Pero comí hasta hartarme como medio de resarcirme de mi episodio pasado.
Seguí caminando a paso firme, mientras no podía evitar seguir llorando. En un momento pensé que quizás me estaba limpiando y que era el paso previo a cualquier otro cambio interior, pero pese a ello, no me sirvió de consuelo. Llegué a la meta final del día y el grupo me estaba esperando, me daban la enhorabuena por haber acabado la etapa del día, finalmente unos 20 km andando, pero yo seguía ajena a todos y sumergida en mis pensamientos. Ojalá hubiese seguido andando. Llegue al hotel y me encerré, no quería cenar ni estar con nadie. Estaba ajena a todo y dolida, ahora especialmente conmigo misma.
¿Puede ser que esto me haya liberado de toda la tensión acumulada? ¿Puede ser que este sea el paso previo a la transformación y al verdadero cambio? No lo sé, sólo sé que después de un día muy caluroso en Galicia, se ha puesto a llover, y se que sin duda, la lluvia lo purifica todo, y eso sin duda lo siento como otra señal que me manda la naturaleza y el universo.