Jesús es el camino. Recordemos que en el huerto de Edén, Adán y Eva estaban en perfecta relación con Dios. Conforme a su bondad Dios les había preparado ese huerto, y vivían felices en la presencia de su creador. Por lo tanto no necesitaban un camino para ir a él.
Su desobediencia a Dios rompió la feliz relación que tenían con él. Después de esto el hombre tuvo miedo de Dios. Ya no podía haber comunión entre el Dios santo y el hombre pecador. Mas Jesús vino al mundo para ser el camino hacia Dios y restablecer esa comunión. Sufrió el castigo por nuestros pecados, los cuales nos separaban de Dios.
Jesús es la verdad. Cuando Satanás se presentó ante el hombre bajo la forma de una serpiente astuta, empleó la mentira haciéndole creer que podía desobedecer sin riesgo y que el juicio pronunciado no sería ejecutado. En la cruz, Jesús restableció totalmente la verdad. Probó que Dios no podía pasar por alto el pecado. Su santidad y su justicia exigían el castigo por la desobediencia y por toda manifestación de maldad.
Jesús es la vida. Satanás, haciendo desobedecer a Adán, condujo los hombres a la muerte: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Romanos 5:12). Jesús, mediante su sacrificio en la cruz, libera de la muerte a todo creyente y le da la vida eterna. “La paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 6:23).
Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. – Juan 14:6.
(Amen, amen)