Hoy he asistido a un evento de divulgación científica que me ha hecho percatarme de cuál es el verdadero problema, el cáncer, de esta rama de la comunicación. Veréis, un tumor no es otra cosa que una masa de células que proviene del mismísimo cuerpo, mutada y retorcida para no cumplir su función. Y además aprovecharse de los tejidos circundantes. Pero en definitiva, su origen no era malo. Los tumores provocan el cáncer, una mezcla de males y patologías que pueden resultar, incluso letales. Como decía, la divulgación científica, en España, tiene el suyo propio; y lo devora hasta dejarlo en los huesos y sin fuerzas.
¿Y cuál puede ser? El cáncer de la divulgación científica tiene su origen, según mi modesta opinión, en la institucionalidad. Todavía recuerdo la primera vez que entré como practicum de periodismo científico y alguien me dijo: "tienes que entender que aquí hemos de conservar la visión institucional ante todo". En aquel momento me pareció correctísimo. Y aún hoy día, hasta cierto punto. No me malinterpretéis. La institucionalidad, en sí, no tiene nada de malo, como tampoco lo tiene el cuerpo, sino todo lo contrario. La visión como entidad corporativa, la de una universidad o un organismo público, es necesaria. Pero a veces es este mismo corpus el que corrompe la esencia misma de lo que es y genera un cáncer. Así le pasa a la divulgación y os voy a explicar por qué.
Escenas repetidas de un evento
El evento de hoy contenía un panel de ponentes verdaderamente genial. Orientado a los biotecnólogos estudiantes, quedémonos con esto, comenzaba con una amplia mesa redonda que incluía dirigentes de departamento, coordinadores y responsables de diversos sectores de la biotecnología. Una buena toma de contacto con lo que tiene la Universidad de Murcia entre las manos cuando hablamos de esta rama de la ciencia. Además, se aderezaba con la magnífica participación de mi Un evento para alumnos donde los senior superan a los jóvenes 4 a 1... Algo está fallando
compañero, Adrián Matencio, presidente de BiotecMur, quién ha sabido conectar a los estudiantes con el mundo profesional.
Ahora, detengamos el tiempo un segundo y miremos hacia la sala. Habrá unas cincuenta personas. Entre ellas, solo 10 son alumnos; una proporción 1 a 4 de potenciales investigadores versus profesionales seniors del sector. Algo está fallando. Acaba la mesa redonda y da paso a la siguiente charla. Pharmamar es una de las empresas más prometedoras en biotecnología azul. Sus líneas de investigación en tratamientos contra el cáncer (qué irónico) son geniales. La charla impartida por Fernando de la Calle ha sido magnífica. Creo que ha sido de los ejemplos más ilustrativos, realistas y prácticos sobre cómo aplicar la biotecnología y no morir en el intento. Y eso con ejemplos actualizados y reales. Pero no éramos más de una veintena en el salón. Contando con los organizadores.
La siguiente charla, también genial, ha llenado, casi, el evento. El público era en un 95% los alumnos de seminario que disfrutaban de la charla como si fuera una de sus clases (cosa que por cierto me parece bien). Por último, para cerrar, Jose Lopez Nicolás (@Scientia) nos ha regalado con su magnífica charla sobre la biotecnología y las enfermedades raras. Ésta en particular es sublime ya que aúna los valores científicos con los humanos con ejemplos propios de Jose. Es una charla que no tiene desperdicio, una auténtica obra maestra que todo el mundo debería ver. Y éramos aún menos que en la charla de Pharmamar. ¿Tiene la culpa la calidad del evento o de sus ponentes? En este caso digo, rotundamente, que no. La jornada era magnífica en todos los sentidos. De las mejores en las que he estado en mucho tiempo. Y sin embargo estaba muerta desde el principio.
101 maneras de estropear tu trabajo
Si la culpa no la ha tenido la calidad ofrecida, ¿quién ha sido? Ya hemos contestado a esta pregunta antes. El cáncer de la divulgación científica es la institucionalidad. Organizar semejante evento un día tal que hoy en la mañana, es arriesgarse a que los alumnos no puedan venir. Fallo número uno. "Pero Santi, ¡un día tenía que ser!. ¡Podría pasar lo mismo cualquier otro!". Pues sí, pero no está demás poner facilidades y evitar que los alumnos y profesores tengan trabajo el mismo día que se hace la jornada. Como un sábado, por ejemplo, o un viernes por la tarde. ¡Ah, claro! Que hay que contratar horas extra del personal y eso supone un problema para la institución. O no, a lo mejor ha sido una decisión premeditada. "¡Queremos que sea un día laboral!": que los alumnos tengan horario libre para poder asistir (muchos lo tenían, eso es cierto). Y que los profesores Las instituciones languidecen usando los mismos y desfasados sistemas de comunicación con su comunidad
también. Pero organizar los horarios pertinentes supone implicar demasiadas partes de la institución.
Pero vale, admitamos que no siempre es posible dar posibilidades a todo el mundo. Vamos a maximizar la difusión con la intención de que maximizar, también, la asistencia. Sin embargo, las instituciones están acostumbradas a emplear siempre sus mismas (e ineficientes) vías de contacto. Lo más triste es que no ven que hay que renovarse o morir y languidecen en los mismos sistemas mientras su comunidad va renovándose al ritmo de la sociedad. Hablo de las redes sociales, por supuesto. A estas alturas no podemos decir que una lista de correo universitaria es el sistema más fiable de hacer llegar un evento. Ni tampoco la página de una unidad, por mucho que me duela decirlo. Twitter, carteles, una pagina de Facebook o el propio profesorado funciona mucho mejor.
Aún así, si la buena voluntad no es suficiente, existen otras maneras más persuasivas de atraer a la gente: acuerda créditos de libre configuración para la gente. ¡O un diploma acreditativo con un hora! Incentiva el voluntariado desde la propia universidad aunque solo sea para sostener la puerta. Ofrece entrevistas personalizadas de alumnos que lo soliciten con los investigadores o regala bolígrafos de la empresa. Lo que sea. Pero atrae a tu comunidad, que es lo que te interesa (y en el fondo también es la interesada). Manda encuestas posteriores, haz un tour con los visitantes por la universidad, genera visibilidad, piensa en un pequeño plan de marketing... ¡Por Darwin, contrata a un experto en comunicación científica que te diga como atraer a la gente! Pero de nuevo, es más fácil hacer lo mismo de siempre y esperar sentado a los resultados. La institucionalidad, finalmente, ha contaminado y matado el trabajo por el que estaba luchando con tantas ganas.
De las conclusiones y soluciones
Y este no es el único (ni el peor) de los ejemplos. Mañana se celebra otro evento en una ciudad cercana a Murcia. A pesar del increíble esfuerzo de los implicados (que son muchos), los errores de organización y gestión previos han sido desastrosos. ¿A qué se ha debido? Sin demasiados datos, y solo por lo visto hasta el momento, parece que por problemas de comunicación unidos a una delegación poco coherente. Otros de los síntomas de este cáncer de origen institucional, es la poca consideración al trabajo del divulgador. El buen divulgador ejerce un arte profesional que debe ser reconocido en todos los sentidos. Sin embargo, las instituciones todavía piensan en los divulgadores como una figura secundaria que es consecuencia Las instituciones todavía piensan en los divulgadores como una figura secundaria
del trabajo del investigador. De esta manera, sin quererlo, le restan importancia y esto se refleja en el trato que les profesan.
Por supuesto, esto no siempre pasa así. Ni tampoco en todos los sitios. Es curioso que en España dónde más se aprecian estas patologías institucionales son en las universidades del sur. En el norte el divulgador/investigador se encuentra mucho menos con estos problemas. Como decía antes, la institución en sí no tiene la culpa de volverse un cáncer devastador para la divulgación. Son los pequeños agentes mutágenos: un papel por aquí, un político por allá, la falta de dinero, una mala experiencia... los que terminan convirtiendo un buen proyecto en un desastre. ¿Hasta que punto existe solución? Es curioso pero, al igual que con el cáncer orgánico, este cáncer institucional parece que ha de ser extirpado y tratado para que no vuelva a aparecer. Por otro lado, como en la medicina, y aunque parezca mentira, conocemos muchos de los mecanismos por los que la institucionalidad se convierte en un cáncer destructivo. Aunque de eso, me temo hablaremos otro día.