Esta desconfianza, tan natural en mi caso, no obedece exactamente a las cosas que dice y que calla el señor Rajoy. Esta jiribilla interior, de no confiar en don Mariano es mucho más pueril, vulgar; en pocas palabras, simple. Sinceramente no puedo con su aspecto, en concreto con su acrisolada mezcla entre el tinte que debe utilizar para el cuello cabelludo y esa barba ya casi blanca al 90 por ciento de su extensión. ¿Confiarían ustedes en alguien que tan torpe e infantilmente parece negarse a aceptar que ya tiene 56 años? Sus asesores, los de ahora y los de antes, ¿no le han dicho nada al respecto?
Entiendo que todos queremos parecer más jóvenes, más altos, más guapos, más simpáticos, mejores personas… pero en mi descarnada crítica sugiero ¡pues que se de también un baño de color a la barba! ¡o que deje que las canas se superpongan al justformen..Lo que resulta evidente es que dicho antinatural contraste choca con el buen gusto, la estética y deja asomar cierta falta de confianza en sí mismo. Fíjense que la frontera del tinte coincide con la patilla de sus gafas, donde comienza el territorio de las naturales canas que aportan los años y la vida.
Queda por lo tanto claro que sin entrar en ideologías, propuestas de recorte económico, posible continuidad del bombardeo a los derechos laborales, ni proyecto de ¡España! yo no voy a votar al señor Mariano Rajoy porque no me fío de su pinta. Además, estoy seguro que el líder del PP está esperando a sentarse en el despacho de La Moncloa para, como otros tantos presidentes del Gobierno, dejar que veamos ¡por fin! sus canas… es que gobernar envejece tanto.
Y por último añado: tampoco daré mi voto a Alfredo (Pérez) Rubalcaba, por otras razones mejor argumentadas que ésta.