El cante es algo muy serio y aunque necesite servirme de él, no quiero prostituirlo (El Cabrero 1972)

Publicado el 07 enero 2012 por Elcabrero @JoseELCABRERO

Al despedirnos, en Ginebra, José me dijo que iba a dejar el teatro, que volvía a las cabras y por qué no iba a pasar las vacaciones de agosto a su pueblo, que había una casita, en el campo, que la alquilaban…

Aznalcóllar

Nada qué ver la Andalucía que mostraban las ofertas turísticas que estuvimos barajando en la oficina, semanas antes, con la que iba a descubrir: Aznalcóllar, un pequeño pueblo de la provincia de Sevilla, a donde llegué, con mi hijo Daniel, a principios de agosto y en una noche de calor abrumador que me recordó Sicilia.

Apenas luces y, por las que alumbran, gente sentada en toscas hamacas, en los umbrales, tomando el fresco. Nadie conoce a José Domínguez hasta que explico que canta y anda en el teatro… “Ése va a ser Joselito, el del Crespo: to seguío hasta el final [1].

La calle, a la salida del pueblo hacia la sierra, sin asfaltar, empinada y pedregosa, con una docena de casas rasas, encaladas y humildes. La madre, de facciones hermosas y delicadas, menuda y nerviosa, me explicó que le había salido una función “por ahí” y que su José no decía nunca cuando volvía. Al día siguiente llegó al atardecer, desolado porque Salvador Távora lo necesitaba para cubrir unas funciones y no le podía fallar; venía de Cádiz y salían, a los dos días, para el Festival de Teatro de Avignon.

Casa natal de El Cabrero

En Avignon fue la última función de José con el grupo de La Cuadra. De ahí volvió a Aznalcóllar y yo a mi trabajo, en Ginebra. No pude leer las primeras cartas del tirón… la ortografía y la sintaxis eran inventadas por él y sin embargo se expresaba correctamente y con precisión:

(Octubre 1972) Te cuento algo de lo que hago. Como mi padre ha ido con mi madre a Madrid a ver a un hermano de mi madre que está muy grave, yo estoy solo con Julián “el largo”. Estamos en el campo de día y de noche y hace más frío que en Burgos. Vengo al pueblo cada dos días a cambiarme de ropa y luego vuelvo al descampado este a aguantar el tirón de las noches de frío que está haciendo.

Vuelvo a escribirte de nuevo porque creo que no me he explicado bien en las anteriores en cuanto a eso que me propones de ir a Ginebra a cantar en una taberna flamenca. ¿Cómo puedes tú proponerme algo semejante? Sabiendo que canto pa seguir manteniendo eso tan puro y tan difícil como el cante, el buen cante. Porque, si al menos yo cantara alante y a mi modo, quizás aceptara. Pero ¡buscar una bailaora y luego cantarle yo por rumbas ! Vamos, eso ni lo pienses. Me sentiría muy humillado y eso, fíjate lo que puede ser para mí. Yo, muy gustoso haría recitales porque eso, para mí, sería como cantar en pleno campo. Además, mi cante no admite ninguna clase de meneítos ni sonrisas. Mi cante es como yo soy y como soy y siento así lo expreso. Para mí el cante es algo muy serio y aunque necesite servirme de él para ganar para esas cabras, no quiero prostituirlo. Procura que yo salga a cantar solo, con un guitarrista. Lo que hagan los demás artistas no me interesa.

Eso me escribió El Cabrero cuando aún no se había subido a un escenario a cantar en solitario, cuando no lo conocía nadie y su día a día era pastorear y aguantar las noches de frío del descampado. Supe que, en el futuro, no debía proponerle nada que fuera contrario a sus principios porque me toparía con la misma respuesta. Alguna vez, a lo largo de su carrera, la tentación vino de terceros y, como se verá más adelante en estas páginas de blog, siempre reaccionó como ese otoño de 1972.

Elena 7 de enero 2012


[1] Su abuelo se llamaba Críspulo y de ahí venía el mote de Crespo, más sencillo y menos musical


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