Desde que tomara las riendas de la colección en 2005, llega a su fin la estancia de Ed Brubaker como guionista de El Capitán América. En las últimas sagas hemos presenciado el regreso de Steve Rogers como Centinela de la Libertad y cómo ha tenido que enfrentarse a sus miedos y a un mundo del que se siente desplazado mientras viejos enemigos del pasado, Bravo, el barón Zemo y una renovada Hydra lanzaban ataques en distintas ciudades de Estados Unidos a la vez que intentaban dañar la imagen pública del Capitán.
Aunque conocía al personaje por su papel como líder de los Vengadores, antes de la llegada de Brubaker a la colección no había leído cómics dedicados al Capitán América, con la excepción de las historias de Roger Stern y John Byrne. Después de más de cien números a los guiones, me atrevería a asegurar que la etapa de Ed Brubaker en El Capitán América puede considerarse un clásico del cómic contemporáneo. En todo este tiempo, el guionista de Baltimore se ha centrado en buscar respuestas a dos preguntas básicas para el personaje: ¿Quién es el Capitán América? ¿Y qué significa ser el Capitán América?
Con estas bases para definir al personaje y diferenciarlo de otros superhéroes, Brubaker ha desarrollado enrevesadas tramas de alto espionaje en las que se veía envuelto el personaje y que reflejaban los sucesos de nuestra sociedad actual: campañas políticas, elecciones, el descontento de los ciudadanos e incluso la crisis económica. En ellas, Steve Rogers se veía superado y luchaba contra sus miedos a perder sus poderes y a enfrentarse a su propia condición: es un hombre fuera de su tiempo que debe ponerse en la piel de un símbolo y representar unos valores de justicia y honestidad en los que ya nadie cree.
El pasado del personaje ha jugado un papel fundamental en esta etapa, pues viejos fantasmas y enemigos han resurgido para hacerle la vida imposible, como Cráneo Rojo y su hija Pecado, Arnim Zola, el Dr. Fausto, Azote, el Capitán América de los años 50, el barón Zemo, Bravo, e incluso Bucky regresó bajo la identidad del Soldado de Invierno para convertirse en uno de los personajes que más ha evolucionado, llegando incluso a heredar el escudo y el legado del Capitán cuando a Steve se le daba por muerto. Por suerte, Rogers no ha estado solo, sino que los secundarios han cobrado especial relevancia y han demostrado ser esenciales para entender al Capitán América y su mundo: Sharon Carter, Nick Furia, la Viuda Negra, el Halcón o Dum Dum Dugan son los mejores aliados con los que Steve Rogers podría contar.
La colección puede presumir también del inestimable talento de dibujantes que han sabido combinar las exigencias del cómic superheroico con el tono de espionaje y grandes conspiraciones de esta etapa, como han demostrado las páginas dibujadas por Butch Guice, Alan Davis, Chris Samnee, Patrick Zircher y sobre todo Steve Epting. Además, este dibujante ha tenido el detalle de volver a trabajar en un emotivo epílogo, escrito por Brubaker después de cerrar las tramas pertinentes, en el que el propio Steve Rogers reflexiona acerca de su historia, del símbolo que representa y de los valores humanos que le engrandecen.
Con esta genial despedida, Ed Brubaker dice adiós a una etapa que, aunque haya tenido momentos más brillantes que otros, ha revitalizado a uno de los pilares del Universo Marvel mientras nos ofrecía historias absorbentes y emocionantes. Tras ella, se despedirá también del cómic de superhéroes con su partida de El Soldado de Invierno, mientras que el Capitán América, como la leyenda viviente que es, seguirá protegiendo a los inocentes de la tiranía y de aquellos que desafían a la justicia.