Tony Long, director de la Oficina de Política Europea de WWF en Bruselas, dijo: "La contaminación aumentará, los consumidores pagarán más, las inversiones en energías limpias se retrasaran y otros proveedores de energía en España van a estar en desventaja". De poco importaron también, las fuertes críticas de grupos ambientalistas que dijeron que con la medida se corría el riesgo de dañar los esfuerzos para la transición a una energía más limpia.
España necesita una reconversión en algunos sectores de su industria para poder seguir avanzando hacia el futuro, sino el pan de hoy se convertirá en el hambre de mañana. Se debería aprovechar, ahora que aún se esta a tiempo, para dotar a las poblaciones afectadas de una industria alternativa que desarrolle y revitalice la economía local y no esperar, como siempre, a que sea Bruselas quien obligue al gobierno de turno a cerrar el grifo, para encontrarnos con el desastre total de muchas familias y el consiguiente abandono y muerte de esas poblaciones. Pero como estamos acostumbrados, los gobiernos tenderán a alargar los problemas lo más que puedan y que sean los que vengan después los que se coman el marrón. Será entonces, cuando llegue el momento y ya no quede más remedio que aceptar su destino, que vendrán los llantos y las huelgas, las acusaciones de la oposición y el desgaste del gobierno de turno.