El Caribe y el crecimiento de los continentes

Por Guatu

por David N. Cuevas Miranda

Como geólogos, no hay forma de entender el mundo que nos rodea si no lo hemos visto como realmente es, ya sea en un desfiladero, en un afloramiento en la carretera, en la cima de la montaña, en el lecho del río o en la playa. Y por supuesto, no puede faltar la parada en el chinchorro más pintoresco que se encontrase en el camino. Mis primeras excursiones al campo, cuando apenas cursaba mi primer año de universidad de Puerto Rico fueron en el área suroeste de Puerto Rico junto al profesor Hernán Santos.  En aquellos tiempos, al comenzar a aprender sobre geología, no entendía mucho de lo que observa en los afloramientos. Sin embargo, siempre recuerdo la pasión con la cual Hernán nos describía lo que a su entender había sucedido en el lugar. Hablaba de la Sierra Bermeja y el origen de las rocas más antiguas de la Isla, de las unidades de roca caliza del periodo Cretácico Superior, de los fósiles de rudistos, de la serpentinita y las rocas volcánicas. Era un mundo fascinante y complejo. Era inevitable querer conocer más sobre la historia geológica de Puerto Rico.

Durante ese tiempo fue que comencé a escuchar el término Complejos Volcano-Sedimentarios. Estos son secuencias de rocas volcánicas y sedimentarias de origen penecontemporáneo común en arcos de islas volcánicas. En Puerto Rico, y gran parte de las Antillas, los mismos son representados por lavas y depósitos piroclásticos, turbiditas/grauvacas volcanoclásticas y rocas calizas. Estas últimas pueden encontrarse con abundantes fósiles de rudistos si son del Cretácico Superior o con corales fósiles si pertenecen al Cenozoico. Es común encontrar en Puerto Rico varias secuencias de estos complejos volcano-sedimentarios, de distinta edad y origen, yuxtapuestos uno encima del otro en forma de nappes (mantos rocosos de corrimiento o que se mueven encabalgando otras rocas), solamente separados por fallas geológicas.

Varios años más tarde tuve la oportunidad de participar en un internado de verano auspiciado por la Fundación Keck de Geología. Allí estudié la geología del periodo geológico comprendido por rocas del eón Proterozoico Medio (ca. 1,600 a 1,300 millones de años) en el centro del estado de Colorado, EE.UU. Estas rocas representan cerca de mil millones de años de acreción (acumulación y crecimiento) y formación de corteza, colisión de arcos volcánicos, orogénesis (i.e. formación de montañas), metamorfismo y plutonismo (i.e. intrusión de rocas ígneas por lo general granitos). La mayoría de las rocas del lugar son metamórficas, es decir, han sido alteradas mineralógicamente debido a los diferentes cambios en presión y temperatura como resultado de los procesos descritos anteriormente. Esto daba como resultado la abundancia de gneises de cuarzo-biotita, esquistos cloríticos y/o de silicatos cálcicos, anfibolitas, y walleritas (greenstones o piedras verdes), entre otras. Según los numerosos estudios realizados en el lugar (e.g. Whitmeyer & Karlstrom, 2007), el protolito (i.e. roca original) de estas rocas metamórficas lo son lavas y depósitos piroclásticos, turbiditas/grauvacas volcanoclásticas y rocas calizas. ¡Es decir, los mismos complejos volcano-sedimentarios que se pueden observar hoy día en las Antillas Mayores y que se están formando en la actualidad en las diferentes islas volcánicas de las Antillas Menores!

El pensamiento geológico nos permite atar la historia geológica de un lugar tan lejano como el oeste de Estados Unidos con los procesos que han llevado a la formación de las islas caribeñas. Esto en gran parte debido al principio geológico del uniformitarismo, desarrollado por el padre de la geología moderna, James Hutton, en el Siglo XIX. Según el uniformitarismo, “el presente es la clave del pasado”. Haciendo uso de este principio, encontramos entonces que la corteza continental ha estado creciendo posiblemente desde el eón Arcaico (aproximadamente 2,500 millones de años) mediante la colisión de archipiélagos de islas volcánicas (en arcos volcánicos insulares) como Puerto Rico, Cuba y La Española. Eso es lo que encontramos en Colorado y gran parte del suroeste de los Estados Unidos de América en donde por aproximadamente mil millones de años, islas como las del Caribe estuvieron colisionando una tras otra dando como resultado la generación de sobre más de 2,000 km de corteza nueva. Es interesante y fascinante pensar que nuestro archipiélago antillano es solo una pequeña pieza más de la increíble y vasta historia geológica de nuestro mundo. ¿Quién sabe qué pasará en 300 ó 400 millones de años?. ¿Estaremos colisionando con Norteamérica o Suramérica? Conociendo la historia de la Placa del Caribe y el marco geotectónico actual, podemos suponer que seguiremos teniendo el desarrollo de islas volcánicas por mucho, mucho tiempo.