La segunda colaboración de Whale con Boris Karloff se pone en marcha, precisamente con un atascado, cuando el mapa de parte del elenco alcanza el pico máximo de la fidelidad y el realismo: está completamente embarrado y deshecho como la carretera misma. La pareja malhumorada y su gracioso amigo quedan abandonados, entonces, a su suerte y el caserón robusto y siniestro, es la única chance. No son los únicos, pronto se unirán a ellos un empresario verborrágico y la extrovertida bailarina.Hay varias formas de ver El caserón de las sombras. Una es verla como una fusión extravagante de comedia y terror, suerte de cámara oculta que trenza al grupo de viajeros en intrigas, peligros y romances absolutamente maníacos. La segunda es verla como una compilación de personajes pintorescos y bizarros actuando -en un mismo espacio- tiempo y como en dos bandos sociales- sus trastornos clínicos: por el lado de los supuestos normales: la pareja de reciprocidad negativa (kaymona Mossey y Gloria Stuart, mujer que tal vez recuerden como la viejecita del Titanic), el sujeto patológicamente cínico (Melvyn Douglas), el viudo que no logra lidiar, con dinero, su duelo (Charles Lauthton) y la bailarina despreocupada por demás (Lilian Bond) . Por el lado de los desquiciados, formidablemente filmados con cámara en mano, los domiciliados: el mayordomo mudo, medio suturado (por si al espectador se le pasó por alto en los títulos y en los carteles que Boris Karloff es el mismo actor de Frankenstein) a quién un poco de wisky le sube a niveles peligrosos la libido (sexual y agresiva); Rebecca Femm (Eva Moore), sorda, soltera archi-religiosa, directa y despiadada; Horace Femm (Ernest Thesinger), anfitrión más amable que está, sin embargo, tan desorbitado como consumido por los miedos, las obsesiones y la irritación casi alérgica que le provocan los suyos; Sir Federick Femm (interpretado por la escalofriante Elspeth Dudgeon) longevo postrado de risita diabólica y gestos de perfecta locura que materializa la pesadilla de cualquiera, y finalmente, rl piromaníaco Saulo (Brember Wills) que sale del closet y quiere destruirlo todo.
Y la tercera es verla – al decir de Gilbert, 2009- como un coitus interruptus: como una historia que empieza como un ciclón, promete chispas, acción, combustión total y finalmente el simpático picaflor – luego de haber luchado contra el monstruo- con una venda enroscada en la cabeza, teniendo en cuenta que amanece, le promete matrimonio a la libertina con la que compartió casi sesenta minutos. Eso, eso te la baja.