Tobey tio, no es nada personal pero me caes fatal.Dedico con todo mi cariño esta entrada a los fans de este muchacho que seguro que existen (como también existen, no me cabe duda, aquellos a quienes cae simpático Pablo Motos y conviven con unicornios).Decía que no me gusta a mí este actor, porque no trago su expresión y sus movimientos de niño consentido. No me ha gustado nunca en ninguna película, aunque ha trabajado en varias que sí he disfrutado. Paradojas. Él no, las historias a veces, sí.El caso Fischer tampoco engrosa la lista: no me ha tocado ni fibra ni chicha alguna. Un biopic en donde brillan, claro está, personajes secundarios en detrimento del protagonista. Años atrás volvía a ver En busca de Bobby Fischer (Steven Zaillian, 1993) con alguien a quien se la había recomendado encarecidamente. La recordaba tierna y curiosa, como un cuento sobre lo que un mito bien alimentado puede conseguir en la educación de un niño. Entonces, al verla otra vez, me decepcionó y me pareció ñoña, cursi y muy de los años noventa.Una lástima.Aun así, cuando estuve en Nueva York busqué desesperadamente el Washington Square Park, para encontrar las mesas en donde todavía se sigue jugando al ajedrez. Porque allí jugaba Bobby Fischer y ahí acudía también el niño de esa otra película tan ñoña.Así que fui al preestreno de El caso Fischer. Hice como que no me importaba la presencia protagónica de Maguire y me lancé a la butaca como loca, sin freno. Impulsiva y brava como la misma primavera.Me aburrí un poco, la verdad.El ritmo pretende ser bueno y movidito, pero precisamente por eso, a mi me aburrió: musiquita + escena + musiquita + escena... me cansó. Se trata de explicar cómo vivió, aprendió, lo ganó todo y se echó a perder mentalmente el jugador de ajedrez Robert Fischer, pero no se explica ni por un minuto un sólo movimiento de una partida.Cierto que eso, es un tema complicado pero nadie dijo que fuera fácil hacer cine: el ajedrez es un juego espeso y hacer que el espectador que lo desconoce, no se aburra si se lo explicas, pero tampoco se sienta imbécil por no enterarse de lo que pasa, es tarea intrincada.Llegará a los cines este verano y podrá verse. Allá ustedes, yo les aviso que Tobey sale casi en cada fotograma.Y Peter Sarsgaard con sotana. Un primor.
El caso Fischer. Edward Zwick, 2014
Encontrando a Bobby Fischer
Tobey tio, no es nada personal pero me caes fatal.Dedico con todo mi cariño esta entrada a los fans de este muchacho que seguro que existen (como también existen, no me cabe duda, aquellos a quienes cae simpático Pablo Motos y conviven con unicornios).Decía que no me gusta a mí este actor, porque no trago su expresión y sus movimientos de niño consentido. No me ha gustado nunca en ninguna película, aunque ha trabajado en varias que sí he disfrutado. Paradojas. Él no, las historias a veces, sí.El caso Fischer tampoco engrosa la lista: no me ha tocado ni fibra ni chicha alguna. Un biopic en donde brillan, claro está, personajes secundarios en detrimento del protagonista. Años atrás volvía a ver En busca de Bobby Fischer (Steven Zaillian, 1993) con alguien a quien se la había recomendado encarecidamente. La recordaba tierna y curiosa, como un cuento sobre lo que un mito bien alimentado puede conseguir en la educación de un niño. Entonces, al verla otra vez, me decepcionó y me pareció ñoña, cursi y muy de los años noventa.Una lástima.Aun así, cuando estuve en Nueva York busqué desesperadamente el Washington Square Park, para encontrar las mesas en donde todavía se sigue jugando al ajedrez. Porque allí jugaba Bobby Fischer y ahí acudía también el niño de esa otra película tan ñoña.Así que fui al preestreno de El caso Fischer. Hice como que no me importaba la presencia protagónica de Maguire y me lancé a la butaca como loca, sin freno. Impulsiva y brava como la misma primavera.Me aburrí un poco, la verdad.El ritmo pretende ser bueno y movidito, pero precisamente por eso, a mi me aburrió: musiquita + escena + musiquita + escena... me cansó. Se trata de explicar cómo vivió, aprendió, lo ganó todo y se echó a perder mentalmente el jugador de ajedrez Robert Fischer, pero no se explica ni por un minuto un sólo movimiento de una partida.Cierto que eso, es un tema complicado pero nadie dijo que fuera fácil hacer cine: el ajedrez es un juego espeso y hacer que el espectador que lo desconoce, no se aburra si se lo explicas, pero tampoco se sienta imbécil por no enterarse de lo que pasa, es tarea intrincada.Llegará a los cines este verano y podrá verse. Allá ustedes, yo les aviso que Tobey sale casi en cada fotograma.Y Peter Sarsgaard con sotana. Un primor.
Tobey tio, no es nada personal pero me caes fatal.Dedico con todo mi cariño esta entrada a los fans de este muchacho que seguro que existen (como también existen, no me cabe duda, aquellos a quienes cae simpático Pablo Motos y conviven con unicornios).Decía que no me gusta a mí este actor, porque no trago su expresión y sus movimientos de niño consentido. No me ha gustado nunca en ninguna película, aunque ha trabajado en varias que sí he disfrutado. Paradojas. Él no, las historias a veces, sí.El caso Fischer tampoco engrosa la lista: no me ha tocado ni fibra ni chicha alguna. Un biopic en donde brillan, claro está, personajes secundarios en detrimento del protagonista. Años atrás volvía a ver En busca de Bobby Fischer (Steven Zaillian, 1993) con alguien a quien se la había recomendado encarecidamente. La recordaba tierna y curiosa, como un cuento sobre lo que un mito bien alimentado puede conseguir en la educación de un niño. Entonces, al verla otra vez, me decepcionó y me pareció ñoña, cursi y muy de los años noventa.Una lástima.Aun así, cuando estuve en Nueva York busqué desesperadamente el Washington Square Park, para encontrar las mesas en donde todavía se sigue jugando al ajedrez. Porque allí jugaba Bobby Fischer y ahí acudía también el niño de esa otra película tan ñoña.Así que fui al preestreno de El caso Fischer. Hice como que no me importaba la presencia protagónica de Maguire y me lancé a la butaca como loca, sin freno. Impulsiva y brava como la misma primavera.Me aburrí un poco, la verdad.El ritmo pretende ser bueno y movidito, pero precisamente por eso, a mi me aburrió: musiquita + escena + musiquita + escena... me cansó. Se trata de explicar cómo vivió, aprendió, lo ganó todo y se echó a perder mentalmente el jugador de ajedrez Robert Fischer, pero no se explica ni por un minuto un sólo movimiento de una partida.Cierto que eso, es un tema complicado pero nadie dijo que fuera fácil hacer cine: el ajedrez es un juego espeso y hacer que el espectador que lo desconoce, no se aburra si se lo explicas, pero tampoco se sienta imbécil por no enterarse de lo que pasa, es tarea intrincada.Llegará a los cines este verano y podrá verse. Allá ustedes, yo les aviso que Tobey sale casi en cada fotograma.Y Peter Sarsgaard con sotana. Un primor.