ESPERANZA AGUIRRE HA DADO muestras sobradas de determinación y desparpajo a la hora de afrontar muchos de los problemas a los que se enfrenta cada día. Se podrá estar de acuerdo o no con ella pero si algo la distingue del común de los políticos es que sabe echar el pulso y retorcer el brazo a quien haga falta. A propios y a extraños. Es por eso por lo que no acabo de entender que no haya destituido a Jesús Neira. Y no lo entiendo porque no es incompatible decirle a Neira que se marche a su casa con el hecho, cuestionable, de desmantelar el Observatorio contra la Violencia de Género.
Lo que en esta ocasión nos pide la presidenta madrileña es un acto de fe. Quiere que creamos que no necesita "cargarse" a Neira porque va a desaparecer el órgano que lo acoge, actuación que al parecer ya tenía previsto desde hace meses. Teníamos un problema, que diría el otro, y lo hemos solucionado de la forma más pintoresca que cabía imaginar. Por esa misma regla de tres, la de asumir las funciones de un órgano inferior con la excusa de ahorrar o de evitar duplicidades, la administración regional quedaría reducida a la mínima expresión. Para qué tener una, costosa o no, DGNSQ, Dirección General de No Sé Qué, o una CPS, una Consejería Perfectamente Sustituible, si la puede desempeñar un órgano superior.
El caso es que llueve sobre mojado porque no es la primera vez que la presidenta encubre un cese haciendo desaparecer toda la estructura. Aguirre no ha querido, no ha podido o no ha tenido el valor suficiente para desprenderse de Neira y no sé cuál de las tres opciones es peor.