A 47 kilómetros al norte de Praga, en la República Checa, junto a un empinado precipicio y rodeado de bosques, se encuentra una de las supuestas entradas al infierno: el castillo de Houska. Dice la leyenda, que protegía de un agujero tan profundo que no podía verse su final. Quimeras de humanos y animales se arrastraban fuera de él y siempre estaba rodeado de criaturas voladoras de alas oscuras.
Se contaba que, cuando comenzó la construcción del castillo, durante el reinado del rey de hierro y oro, Otakar II de Bohemia (1253-1258), los reclusos condenados a muerte obtenían el perdón si bajaban con una cuerda y volvían para contar lo que habían visto. Sin embargo, cuando bajó el primero, comenzó a gritar a los pocos segundos, envejeciendo 30 años en el momento en el que volvió a la superficie, ahora con el cabello cano y la piel arrugada.
El castillo de estilo gótico no tenía fortificaciones, cocina, agua, ocupantes ni estaba cerca de ninguna ruta de comercio. Aunque pareciera tener muchas ventanas, la mayoría estaban tapiadas. Su único objetivo era proteger al mundo de lo que pudiera emerger de la boca del averno.
Las leyendas no acabaron ahí. Se decía que aquellos que escucharan cuidadosamente en los pisos inferiores por la noche, oirían a las criaturas aladas rascar los muros para volver a la superficie. También se informaba de fantasmas merodeando los pasillos vacíos del castillo.
El castillo pasó por varios propietarios. Inicialmente era un centro de administración de las propiedades reales. Posteriormente, fue cambiando de manos entre la aristocracia, sufriendo modificaciones renacentistas en 1584-1590. Durante la guerra de los 30 años, fue controlado por los suecos. El decreto de Habsburgo ordenó destruir los castillos que habían servido de apoyo a los suecos y que no eran útiles para ellos. Parte del castillo fue destruido y los escombros llenaron sus fosos. Como los anteriores siglos, las siguientes centurias también vieron varios dueños hasta el siglo XVIII, cuando se abandonó.
En 1823 se renovó, siendo adquirida por la pricesa Hohenlohe en 1897 y por el presidente de Škoda durante la primera república, Josef Šimonek. En la segunda guerra mundial, el infierno dejó de encontrarse bajo el castillo. Capturado por los nazis, fue usado para realizar experimentos inhumanos en prisioneros de guerra y lugareños.
Aún se dice que en la capilla que tapa el escalofriante orificio se pueden escuchar coros de gritos o que se han encontrado allí con un híbrido humanoide de rana y bulldog. También se habla de espíritus de decapitados anónimos que dejan un rastro de sangre por el patio.
El grupo de rock The Plastic People of the Universe grabó el album Egon Bondy's Happy Hearts Club Banned mayoritariamente en este castillo entre 1974-1975.
Fuentes: Wikipedia, Week in weird
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