Revista Historia

El Castillo de Bellvís o la indignante precariedad de un patrimonio románico

Por Ireneu @ireneuc

El desarrollo de las grandes ciudades actuales, más que por el crecimiento urbano natural de cada una, se ha hecho a expensas de absorber otros núcleos de población independientes que se encontraban en las cercanías. Esta forma de crecer, que más que las necesidades reales de la población, lo único que esconde son los intereses políticos del momento ( ver Finestrelles, las 53 hectáreas de Hospitalet cercenadas por un conde) ha hecho que, a menudo, los pueblos absorbidos se vean como simples suburbios donde la especulación urbanística más dura campa a sus anchas, olvidando que estas poblaciones, a su vez, tienen una gran historia que ha sido repetidamente ignorada. Un caso paradigmático es el de L'Hospitalet de Llobregat en que, hasta hace bien poco, nadie sabía que, en medio de uno de los barrios más densamente poblados del mundo se escondía un verdadero castillo medieval. Me refiero al Castillo de Bellvís ¿lo conoce?

Cuando durante los años 70 y 80 visitaba a mis abuelos que vivían en la calle Holanda nº 52 del barrio de la Torrassa, pasábamos por delante de un viejo caserón desvencijado del cual me llamaba la atención una persiana verde que estaba a pie de calle. Con el tiempo supe que aquel edificio que se hallaba en la Ronda de la Torrassa 123, era el que había dado nombre al barrio, lo que me despertó la curiosidad hacia él, por la historia de siglos que podía tener. No obstante, lo que no me podía ni imaginar es que en 2008 se descubriría que, entre sus añejas paredes, se escondía nada más y nada menos que un castillo medieval documentado desde el siglo X. Es decir, un castillo de época románica que se habría construido en este emplazamiento cuando Lleida y Tarragona todavía eran musulmanas y el Llobregat era la frontera entre al-Ándalus y los condados catalanes. No está nada mal para una ciudad que se dice que no tiene historia ¿no?

El castillo de Bellvís, ubicado justo al borde del pronunciado talud de 20 metros de desnivel que, conocido como " cornisa de la Torrassa", separa las vías del tren de la meseta donde se ubica el barrio, era en su día un punto estratégico desde el que se controlaban tanto los extensos campos que ocupaban la montaña, como la Vía Augusta y el delta del Llobregat. No en vano el mismo escarpe, 200 metros más hacia Barcelona, ya fue ocupado por los iberos más de un milenio antes ( ver El silo ibérico de La Torrassa, el ignorado socavón de 2500 años de historia).

Según parece, el lugar que ocupa hoy en día estaba ya ocupado por una edificación defensiva hacia el siglo X, si bien no se puede descartar que fuera la evolución de un edificio mucho anterior, gracias al descubrimiento en 2018 de un trozo de pared construida en " opus signinum" y que retrocedería la historia del edificio hasta la época romana. Sea como sea, las excavaciones arqueológicas descubrieron una muralla de 20 m construida durante el siglo XII en piedra caliza (posiblemente de las canteras de Montjuïc) en la que destacaban una serie de troneras defensivas. Todo ello conformando un edificio rectangular de dos plantas que, remontando el desnivel, estaba rodeado de un foso de unos 3 metros de profundidad y 7 de ancho por la parte de la fachada que da a la Ronda de la Torrassa.

Conocido por "Bellvís" por proceder del latín " bel visu" (bella vista) -referencia a las magníficas vistas que debía tener- el castillo era la casa solariega de los señores de Bellvís. Fortaleza que dio nombre a una influyente familia que, como caballeros de los reyes de la Corona de Aragón, participaron en las campañas de reconquista por Catalunya, Valencia, Aragón, e incluso por Extremadura. De hecho, el pueblo leridano de Bellvís ( ver La anilla salvadora del Señor de Cal Bufalà) está documentado desde 1170 bajo el señorío de Pere de Bellvís, personaje que consta también como poseedor de nuestro castillo en 1194.

Sea como sea, con el paso del tiempo, la propiedad del castillo va pasando de mano en mano y, conforme que las amenazas sarracenas van desapareciendo, va también perdiendo su carácter defensivo y transformándose en un edificio señorial de explotación agrícola. Este cambio de uso va haciendo que se vayan modificando los espacios existentes (se construyen bodegas y se rellena el foso) y se van construyendo nuevas habitaciones y salas que desvirtúan el edificio primigenio, convirtiéndolo en una masía más. Masía que, en época moderna perdería el nombre de "castillo de Bellvís" para conocerse como " la Torrassa" o " Torre Llampada", nombre este último que parece le fue otorgado popularmente por haber recibido el impacto de un rayo ( llamp en catalán). Al menos así consta durante el período que parece perteneció (no está del todo claro) a Rafael d'Amat i Cortada (1746-1819), el conocido Barón de Maldà.

De esta forma, el antaño solitario castillo de Bellvís, durante el siglo XIX vio la llegada de las primeras oleadas inmigratorias a Hospitalet y vio como los otrora verdes campos que lo rodeaban se empezaban a llenar de casas. Tendencia que, con la llegada del siglo XX, no hizo más que incrementarse, acabando por integrarse en la red de calles y edificios del nuevo barrio que se estaba construyendo. El castillo, como respuesta a la masificación creciente, fue ampliado y dividido en diferentes propiedades que modificaron, aún más si cabe, el antiguo caserón fortificado. Caserón que, con la llegada de la Guerra Civil añadió un refugio antiaéreo subterráneo ante la amenaza de los bombardeos italianos ( ver El pionero pero olvidado Rascacielos de L'Hospitalet).

Propiedad municipal, La Torrassa permaneció habitada hasta el 2007, iniciándose poco después una serie de excavaciones arqueológicas previas a convertir la antigua masía en un equipamiento para el barrio. La sorpresa saltó en 2008 cuando se encontraron restos del primigenio castillo de Bellvís (un muro con aspilleras) y el ayuntamiento hizo el anuncio del descubrimiento a bombo y platillo. Un patrimonio histórico y arquitectónico de primer orden aparecía de golpe y porrazo a la palestra informativa, en lo que debería ser una oportunidad para dignificar un barrio superpoblado y frecuentemente denostado.

A partir de entonces, las obras de construcción del nuevo equipamiento por parte del ayuntamiento cesaron (lógico debido al hallazgo), pero no solo eso, sino que cualquier trabajo de recuperación del castillo medieval se paralizó sine die, iniciando un grave proceso de degradación tanto del edificio como del entorno. Una degradación que se aceleró a marchas forzadas cuando en 2015 se eliminaron las edificaciones modernas y se dejó al descubierto toda la parte medieval. El problema fue que se eliminó hasta el tejado y se sustituyó, desde entonces, por una precaria malla verde impermeable, que dejaba el castillo en la peor circunstancia posible. O lo que es lo mismo que, con una nueva paralización de los trabajos, sin la cobertura moderna que lo protegía y sin una nueva cobertura que protegiese ese patrimonio milenario de la intemperie, el castillo no hace más que aguas por todos lados. ¡Ole tú!

¿Resultado? El edificio afectado de fuertes humedades, grietas que recorren todo el muro medieval, el espacio que lo envuelve degradado -incluso con algún incendio de matojos- y la sociedad civil del barrio (articulada por la activa plataforma "Defensem el Castell de Bellvís") más cabreada que una mona y luchando lo indecible para que se hagan los trabajos que el ayuntamiento, en su conocido " amor " por el patrimonio de la ciudad, debería haber hecho ya hace más de 10 años.

Una prueba más de que el mantenimiento de nuestro patrimonio cultural, arquitectónico, histórico, natural, etc... pasa por que lo conozcamos, lo hagamos nuestro y luchemos entre todos contra la desidia (muchas veces interesada) que, en estos temas tan sensibles, demuestran constantemente nuestros políticos.


Al fin y al cabo son nuestras raíces y nuestra historia ¿no?


Volver a la Portada de Logo Paperblog