El castillo del parque del retiro

Por Exprimehistorias

Es un castillo de estilo medieval que data del año 1850 según referencias escritas en dos noticias publicadas en el periódico El Clamor Público, de los días 15 de julio y 15 de octubre de 1850 respectivamente.

La primera dice:

“Se han activado mucho los trabajos telegráficos. Dentro de poco habrá construida una torre en el Retiro, junto al baño de la elefanta”

y la segunda:

“Se está concluyendo en el Retiro junto al baño de la elefanta el nuevo telégrafo que corresponde a las líneas de Andalucía y Valencia, y que más puede considerarse como un objeto de adorno. La elevación del terreno en que está situado suple a su poca altura. Representa un castillo gótico con torres en los cuatro ángulos”.

Aunque la fecha que aparece en la Gaceta de Madrid es posterior, 24 de Octubre de 1849, la línea de Valencia ya funcionaba de modo formal desde el día 10 de Octubre, cumpleaños de Isabel II, y dos meses antes se habían iniciado con éxito transmisiones.

El primer telégrafo óptico fue inventado por el ingeniero francés Claude Chappe. Era un telégrafo lento, con una codificación cifrada bastante engorrosa.

Entre los nuevos diseños europeos, pronto destacó el del ingeniero Agustín de Betancourt y su amigo Abraham Louis Breguet, cuyo telégrafo era de construcción más compleja, pero era más sencillo y rápido.

En España se empezó a construir la primera línea de telegrafía después de que Carlos IV emitiera una Real Orden el 17 de febrero de 1799 para construir la Red Telegráfica de España a cargo del ingeniero militar español Agustín de Betancourt (1758-1824).

La primera línea proyectada fue Madrid-Cádiz, con unas 60 ó 70 estaciones, aunque sólo terminó construyéndose Madrid-Aranjuez y comenzó a ser operativa a partir de mediados del 1800.

Más adelante se construyeron diversas líneas locales, en Cádiz, Sevilla o Madrid. Tras vicisitudes diversas, en 1844 el Gobierno se planteó un ambicioso proyecto para interconectar todas las capitales.

Este proyecto fue encargado al ingeniero militar español José María Mathé Aragua (1800-1875), aunque sólo se construyeron tres líneas telegráficas:

La línea de Castilla con el trayecto Madrid – Irún y 52 torres construidas

La línea de Andalucía con el trayecto Madrid – Cádiz con 59 torres

La línea de Cataluña con el trayecto Madrid – La Junquera con 30 torres entre Madrid y Valencia entrando en Cataluña por el sur; y de Barcelona a La Junquera con otras 17 torres, esta línea nunca llegó a estar operativa al 100% y tan sólo funcionó en algunos tramos.

El primer despacho telegráfico es del 31 de agosto de 1849. Conocemos también su contenido:

Desde la Torre de San Francisco en Valencia se transmite a Madrid la felicitación por la onomástica del Presidente del Consejo de Ministros, Ramón María Narváez.

La cabecera de línea del tramo Madrid a Valencia

Estaba en la Real Casa de la Aduana de la calle Alcalá. Al año siguiente, buscando mejorar su visibilidad, se traslada esa primera torre al castillete que aún se conserva en la parte meridional de los jardines del Retiro, aunque con un aspecto distinto.

A simple vista parece una casa normal. Está situado junto al Paseo de Uruguay, y se accede desde la calle Menéndez Pelayo.

Está al lado de la puerta de Granada, entre la puerta y los jardines de Cecilio Rodríguez. Al lado, estaba el estanquillo llamado Baño de la elefanta.

En 1868 El Retiro pasó al Ayuntamiento. Estuvo abandonado hasta que se empezó a utilizar como la primera escuela de telegrafía óptica dependiente del Observatorio Astronómico.

El castillo sirvió para prácticas de los estudiantes de telegrafía óptica. Se instaló con su torre en lo alto del castillo.

Transmitía señales a la estación del Cerro de los Ángeles, que hoy no se divisa desde El Retiro, pero sí desde la calle Doctor Esquerdo, al Este del parque.

La invención del telégrafo óptico prometía ser revolucionaria y de hecho se habilitaron torres para el intercambio de señales, creando varias líneas por toda España.

Sin embargo, poco tiempo después llegó la telegrafía por cable, mucho más rápida, eficaz y barata, que acabó con la telegrafía óptica.

El castillo pasó entonces a ser el primer servicio meteorológico (actual Agencia Estatal de Meteorología), creándose en agosto de 1887 siendo Regente la Reina María Cristina, a instancias del Ministro de Fomento Carlos Navarro Rodrigo.

El primer director desde 1888 hasta su muerte en 1910 fue Augusto Arcimis y Wehrle (1844–1910), primer meteorólogo profesional en España.

El decreto de creación decía:

Artículo 1.°

Se crea en Madrid un Instituto Central Meteorológico que dependerá de la Dirección general de Instrucción pública, y que se ocupará especialmente en calcular y anunciar el tiempo probable a los puertos y capitales de provincia, sin perjuicio de los demás trabajos científicos y prácticos que se le encomienden.

Artículo 2.º

Para estos fines se transmitirán al Instituto Meteorológico todos los telegramas del tiempo que en la actualidad se reciben de España y del extranjero, los cuales se comunicarán también, como hasta aquí, al Observatorio Astronómico de Madrid, así como los nuevos partes que este servicio exija.

Otros usos del castillo

Luego, sufrió distintas remodelaciones al instalarse allí el Observatorio Geodésico que, debido al gran peso de sus componentes, provocó el derrumbamiento de la cubierta y su posterior reparación.

Con el tiempo, el Castillo del Retiro pasó a ser un baño para perros, y posteriormente un sitio de alquiler de bicicletas.

Rehabilitación del edificio

Últimamente estaba en desuso y dependía del Instituto Nacional de Meteorología, como parte del Centro Meteorológico Territorial de Madrid-Castilla-La Mancha. Que siempre mostró interés por restaurarlo, pero sin ningún resultado hasta ahora.

En 2004 la Agencia y el Ayuntamiento tuvieron varios encuentros para proceder a su rehabilitación y convertirlo en Museo de Meteorología, pero no se llegó a ningún acuerdo.

Estaba previsto convertirlo en museo de meteorología con un proyecto de Belinda Tato, junto a los arquitectos José Luis Vallejo, Diego García-Setién y Jorge Lobos.

Se contempló la sustitución de las cubiertas por un lucernario caleidoscópico, que facilitaría la vista del cielo sobre los visitantes, para saber el tiempo que hace.

El lucernario caleidoscópico captaría las imágenes del cielo y las descompondría creando una realidad cambiante en el interior.

El museo se completaría con una gran proyección de la Tierra en tiempo real captada desde un satélite, así como con una exposición de distintos objetos del siglo XIX y XX ligados a la meteorología.

La AEMET procedió a rehabilitar sus edificios en el Retiro hace años, pero en 2011, una vez empezadas las obras, la empresa adjudicataria quebró.

El año siguiente, cuando se iban a volver a adjudicar, llegaron importantes recortes presupuestarios en todos los departamentos estatales.

Tres años después de la quiebra de la empresa, en 2014, terminaron las obras del edificio mediano y estaba a punto de salir la ejecución del proyecto de rehabilitación del castillo, nombre que recibe el edificio más pequeño y antiguo del que estamos hablando, que fue el primer observatorio que tuvo la AEMET y del que el año 2013 se cumplieron 125 años.

En 2017 llevaban en proceso de restauración desde hacía 4 años por la Agencia Estatal de Meteorología a iniciativa de un conjunto de Ingenieros de Telecomunicaciones. un proyecto cultural por toda España para recuperar las torres de telegrafía óptica que están repartidas por todo el territorio nacional.

«En total hemos encontrado más de 200 torres ópticas por toda España», explicó Jordi Farré, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos de Telecomunicaciones en Cataluña.

Las “Torres del telégrafo” o “torres de señales”

Hacían las funciones de estaciones repetidoras de mensajes codificados. Formaban parte de una red de transmisión de señales a distancia, son los orígenes de las redes de telecomunicaciones.

Su desarrollo fue generalizado en toda Europa durante la primera mitad del siglo XIX, un sistema que se vio favorecido por la aparición de los catalejos acromáticos que permitían situar las torres a considerables distancias, entre dos y tres leguas (entre 8 y 12 Km.)

«En cada una de ellas había tres personas. A través de un catalejo, miraban la anterior torre y, cuando veían movimiento, comenzaban a transmitir el mensaje a través del aparato óptico que estaba situado en la parte alta. Para ello, copiaban el mensaje que veían en la otra torre y, en caso de que eso no fuera posible por cualquier circunstancia, uno de los ingenieros iba a caballo hasta la otra torre para transmitirlo», añade.

En la Comunidad de Madrid se han localizado 21 torres -de las cuales siete están en la capital-, la que está situada en el parque madrileño del Retiro pudo ser de las más relevantes.

Era cuatro veces mayor que las otras. Allí se formaron los primeros 48 ingenieros eléctricos en España. Incluso hicieron un lujoso gabinete para la reina Isabel II y el rey consorte.

Desde 1844 hasta 1856, esta era la forma más rápida de comunicarse en España. Los mensajes se componían de unos 100 símbolos y se transmitían a una velocidad estimada de 500 km/h.

Fue un gran adelanto pues el servicio de postas a caballo, podía emplear hasta 3 o 4 días en llegar a Valencia.

Bajo el reinado de Isabel II, en 1884, el gobierno aprobó el sistema propuesto por el entonces Coronel del Estado Mayor José María Mathé.

Era un ambicioso plan para unir Madrid con todas las capitales de provincia, nacía con un objetivo que deja claro el diputado Campoy y Navarro en el debate de los presupuestos de 1849, cuando se aprueban 24 millones de reales para construir torres de telegrafía:

“Los telégrafos son un medio de gobierno indispensable, aumentan su acción y sus palabras llegan al momento”; “Se trata de poner a Valencia donde está Vallecas, a Zaragoza donde está Canillejas y a Cádiz donde está Getafe. Su único objeto es aumentar la acción del gobierno en las provincias en la misma proporción que se acortan las distancias”.

Eran de uso exclusivo del gobierno. Desde la cabecera de línea se enviaban noticias u órdenes por medio de signos cifrados que se transmitían mediante un dispositivo colocado en la cubierta de las torres.

Los signos recibidos eran sucesivamente repetidos por los torreros, sin saber el significado del mensaje de torre en torre y los mensajes codificados llegaban en breve tiempo al otro extremo de la línea.

Cada minuto de retraso en la transmisión les suponía un descuento de real y medio en el salario. Los mensajes se codificaban y descodificaban en las Jefaturas de Línea, utilizando para ello un “Libro de Códigos” que cambiaban con frecuencia, y utilizando como base un “Diccionario Fraseológico”.

En buenas condiciones atmosféricas, en menos de una hora podía transitar un mensaje por las 30 torres que formaban la línea de Madrid a Valencia, una velocidad media de más de 300 Km/hora.

La guarnición de la torre estaba formada por antiguos militares:

Dos torreros se turnaban en el servicio con la ayuda de un ordenanza, que, según el reglamento, tenía entre sus obligaciones de asistencia llevar los mensajes urgentes en mano hasta la siguiente torre en caso de falta de visibilidad, una buena caminata y llevando consigo el fusil reglamentario.

Tenían domicilio en la localidad más cercana y al no poder vivir en ella, se tenían que desplazar a diario antes de las primeras luces del día, normalmente con la ayuda de una caballería, haciendo turnos completos de 24 horas.

La torre constaba de tres plantas, comunicadas por una escalera de caracol, y azotea donde se instalaba el telégrafo. El mecanismo de transmisión se accionaba desde la tercera planta, un sistema de engranajes, poleas y cables que hacen subir y bajar los dos indicadores:

El cilindro central que señala el código a transmitir, y la esfera lateral que avisa de incidencias en el servicio.

Para facilitar su movimiento, el mecanismo contaba con dos contrapesos que asomaban por la planta segunda a través de una trampilla en el suelo.

La puerta de acceso a la torre estaba situada en altura, en la planta primera, era necesario apoyar una escalera de mano que se retiraba y guardaba en el interior, dejándola inaccesible.

La planta baja, era un espacio concebido para la defensa, gruesos muros con tres estrechas troneras en cada lado, y que hacía también las funciones de almacén y cocina.

El telégrafo óptico duró poco tiempo

El uso del telégrafo óptico no llegó a siete años en el caso de la línea de Valencia. Era frecuente que las transmisiones se interrumpieran por neblinas o fuertes lluvias o por la ausencia de luz natural.

Además, la línea de Valencia sumaba otro grave inconveniente, su orientación Este-Oeste, en el mismo sentido del recorrido del sol que, dependiendo de la hora del día, era un dificultad añadida para distinguir con nitidez las señales.

También ocurrían errores en la transmisión:

Se han podido comprobar que en casos puntuales se llegaron a utilizar de noche, recurriendo a señales de faroles, a veces con poco acierto, como celebrar el feliz alumbramiento de un nuevo miembro de la familia real cuando realmente había fallecido en el parto:

“Ayer se recibió aquí de oficio la plausible noticia del feliz alumbramiento de SM y se echaron a vuelo las campanas llenando de gozo a estos fieles habitantes.

Se suponía que la recién nacida era una niña pero a poco tiempo se supo que no había nada y se había padecido una equivocación a consecuencia de haberse visto una luz en alguna torre telegráfica que comunica con la línea de Burgos y como estuviese prevenido que si aquel fausto suceso ocurría de noche se transmitiría por medio de luces se creyó desde luego que se había realizado por haber repetido la misma operación en toda la línea”.

[Diario “La Época”. 28 de agosto de 1850]

Dos reos condenados a muerte que esperaban noticias de su solicitud de indulto, al haber un banco de niebla:

“Ayer fueron ejecutados dos reos que se hallaban en capilla desde el día anterior. Estando pedido el indulto a S.M. el telégrafo empezó a jugar y se creía que trajese la contestación. Pero la atmósfera no permitió distinguir las señales y el parte quedó cortado…Se nos asegura que el referido parte traía el indulto para los reos”.

[El Clamor, 27 de junio de 1852]

Desde 1849 se estaban haciendo pruebas con el telégrafo eléctrico en varios puntos del territorio, por el momento en tramos cortos, y paralelos al desarrollo del ferrocarril.

El 12 de enero de 1852 es una fecha clave para la desaparición de la telegrafía óptica, aunque seguiría siendo un recurso habitual en el ámbito militar y en zonas donde llegaron muy tarde las líneas eléctricas.

El Ministro de Fomento aprueba destinar el millón de reales que estaban inicialmente destinados a la línea óptica con Zaragoza, a las obras de la línea eléctrica Madrid a Irún por Zaragoza y Pamplona, y bajo la responsabilidad del director de Telégrafos José María Mathé.

En Octubre de ese mismo año se crea la Escuela de Telégrafos, origen del Cuerpo de Telégrafos, donde ingresarían la mayoría de los antiguos torreros, y finalmente, el 5 de junio de 1854 se cursa el primer telegrama de la línea a Irún entre Guadalajara y Madrid.

El 8 de noviembre de 1854 la reina Isabel II envió un telegrama por telégrafo eléctrico y a partir de ese momento el telégrafo óptico empezó a quedar en un segundo plano.

Aún tardarían unos años en implementarse en todo el territorio nacional, esta nueva red aprovecharía en parte algunas instalaciones y el personal técnico del telégrafo óptico y en muchas regiones convivirían ambos sistemas de telegrafía.

El día 9 de abril de 1856 se publica la siguiente orden que anuncia el principio del fin de línea de telegrafía óptica Madrid-Valencia:

“Para hacer más rápidas y fáciles las comunicaciones entre esta corte y Valencia, el gobierno ha dispuesto valerse del telégrafo eléctrico del ferrocarril hasta Albacete, y organizar un servicio de postas entre Albacete y Valencia, que supla al telégrafo óptico, que como sucede hoy, no puede funcionar por el estado de la atmósfera”.

[Diario “La Época”. 9 de abril de 1856]

Durante varias décadas del siglo XIX, la voz “telégrafo” se asociaba a la telegrafía óptica, como la expresión “hacer telégrafos”, recogida en los diccionarios de la época, y que se refería a “hacerse señas entre amantes”.


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