El catarismo

Por Manu Perez @revistadehisto

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Cuando el 16 de marzo de 1244 el senescal de Carcasona, Hugo des Arcis, al servicio del Rey de Francia, y sobre todo de su madre, la reina madre Blanca de Castilla, encendió la hoguera donde precipitó más de doscientos perfectos y creyentes cátaros a los pies de la montaña de Montsegur, quizás pensaba acabar de una vez por todas con la herejía cátara, con la Egleisa del be (Iglesia del bien, en occitan), que tanto se había resistido a desaparecer de la tierra de Languedoc.

Lo que no imaginaba el senescal es que precisamente esta ejecución masiva después de un sitio de diez meses iba a permitirles pasar a la historia a los cátaros como mártires del bien, en contra de las fuerzas del norte, que representarían para siempre el imperio del mal. De alguna manera, la Iglesia cátara había ganado la batalla más importante, la de la Historia. En parte gracias a esta hoguera seguimos hablando del catarismo casi ocho siglos después.

Pero ¿Quiénes eran los cátaros? ¿Qué era el catarismo?

El catarismo fue un movimiento religioso herético, con respecto a la Iglesia Católica Romana, que adquiere especial relevancia a partir del siglo XI en toda Europa, y especialmente en Occitania (Sur de Francia).

El término “cátaro” para designar de forma genérica los heréticos occitanos medievales es reciente, de mediados del siglo XX, aunque se encuentra en algunos textos desde el siglo XII. Quizás provenga del griego “Kataroi” (puros, etimología no demostrada). Los mismos cátaros se denominaban “Buenos Hombres”, ”Buenos Cristianos”,“Tejedores” (muchos ejercían este oficio). Los cátaros aparecen más comúnmente en los textos contemporáneos como “albigenses” o simplemente “heréticos”.

Las teorías sobre los orígenes del catarismo son numerosas, y cambiantes. Para algunos fue una doctrina dualista, que ha sido relacionada con el maniqueísmo, el bogomilismo y el paulismo. Para otros, se trata simplemente de un movimiento disidente propio de la Iglesia Católica Romana, que pretendía la reforma de esta. Bien es verdad que el catarismo fue evolucionando desde su aparición en Occitania, y los últimos perfectos conocidos, que protagonizaron los últimos coletazos de la herejía a principios del siglo XIV en Ariège (Pirineos) profesaban una religión que, aunque cristiana, ya no pretendía reformar el catolicismo, sino eliminarlo.

Los cátaros creían en la existencia de dos principios, el Bien y el Mal. Para ellos, el mundo en el que vivimos es obra del Diablo, y el alma pasa de un cuerpo a otro (metempsicosis) hasta alcanzar el Bien, de la mano de los Perfectos  (Buenos Hombres o Buenas Mujeres) y por medio del Consolamentum, ceremonia terminal después de la cual el creyente se dejaba morir de inanición (Endura).

La iglesia cátara estaba organizada, en su momento de más esplendor, en el siglo XII, como una inmensa comunidad de creyentes a los que dirigían espiritualmente los perfectos. Eran los sacerdotes de la Iglesia, recorrían el país de dos en dos, cada perfecto o buen hombre (o buena mujer) con su soci . La mayoría trabajaban, y no vivían de ofrendas o impuestos, como los prelados de la Iglesia Católica, Entre ellos se escogían los obispos de cada zona geográfica. Era tal el dinamismo de esta religión que se llegó a contar con cinco diócesis en plena cruzada contra el catarismo, con la creación de la del Razès.  Existían casas de hombre y de mujeres (a modo de conventos). Llegar a ser un perfecto o buen hombre (o perfecta o buena mujer) desde la posición de simple creyente suponía pasar por un noviciado de varios años de estudio para finalmente recibir el consolamentum de manos de otro buen hombre, pasando a ser uno de ellos.

Grandes familias occitanas contaban con creyentes entre sus miembros. Los condes de Foix, los Niort, los Trencavel en menor medida, los Termes, etc. El catarismo penetró en profundidad en toda la sociedad occitana, de arriba abajo, en todas las clases sociales, y hasta en el clero.

La represión del catarismo

La represión contra el catarismo consta de varias fases sucesivas. Antes de la llegada de Inocencio III al Papado en 1198, la propagación del catarismo en Occitania es exponencial. En 1205 aparece en escena Domingo de Guzman, el futuro Santo Domingo, que entiende la situación y empieza a recorrer el país predicando por el ejemplo del mismo modo que los cátaros. Pero ya es tarde y la tarea es inmensa.

Ante la falta de resultados de la manera “suave”, el Papa decide convocar la primera y única cruzada contra un pueblo cristiano. Entramos en la fase “dura” que se llevará por delante no solamente los cátaros sino la civilización occitana misma, creando de esta manera las bases del estado de Francia.

En 1209 un ejército del norte entra en Lenguadoc y asedia Béziers, que pertenece a los Trencavel. El resultado del sitio es una masacre de varios miles de muertos. El legado del Papa dará el tono de la cruzada al indicar a los jefes militares: “¡matadlos a todos, Dios conocerá a los suyos!”.

La caza a los heréticos se mezcla con la guerra de conquista por parte de uno señores del norte que se encuentran un país rico y muy adelantado. El Papa, hábil político, decreta que todo cristiano puede adueñarse de las posesiones de los protectores de la herejía.

La guerra dura unos veinte años, con varias fases de conquista, reconquista, estancamiento de la situación hasta que finalmente el Condado de Toulouse pasa a la Corona de Francia.

Mientras en Tolosa Domingo de Guzman ha creado la Orden Predicadora de los Dominicos que se convertirá en 1233 en el brazo armado de la Inquisición.

Las hogueras de cátaros y valdenses (otra herejía también muy expandida) se suceden, acosando cada vez más a una “Egleisa del be” (Iglesia del bien, en Occitano) que pasa progresivamente a la clandestinidad, refugiándose en las regiones montañosas pirenaicas.

El final del catarismo

En 1243 las tropas del senescal de Carcasona, fieles al Rey de Francia Luis IX (más tarde San Luis) asedian el castrum de Montsegur, verdadero nido de águila en medio del pirineo. Montsegur es la capital espiritual del catarismo desde hace muchos años.  El asedio dura diez meses, y termina con una hoguera en el camp del cremats (campo de los quemados, en occitano) a los pies de la montaña, en la que mueren doscientos cátaros, perfectos y simples creyentes. La Iglesia del bien queda descabezada, y para muchos creyentes la vía de la salvación se cierra.

Sin embargo el catarismo no ha muerto del todo. A finales del siglo XIII y principios del XIV, un grupo de perfectos, conducidos por un antiguo notario del Conde de Foix, Péire Autier, permite un breve resurgimiento de la fe cátara en los Condados de Foix y de Tolosa, aprovechando un relajamiento de la presión de la Inquisición, quién por su parte tiene que enfrentarse a la fuerte oposición de representantes de ciudades como Carcasona o Limoux, cansados de tanta violencia, liderados por el franciscano Bernat Delicios. Pero la tranquilidad dura poco y la represión vuelve a sembrar el terror. En 1308 el obispo Jacques Fournier de Pamiers organiza una redada en Montaillou y en Verdun-Lauragais, dos pueblos considerados como heréticos. Sólo deja en los pueblos algún que otro anciano y los niños. De Verdin-Lauragais no se sabe nada más que algunos nombres de condenados, pero los registros de los interrogatorios de los habitantes de Montaillou desvelan una práctica del catarismo muy arraigada en la región, así como la existencia de una verdadera diaspora de exiliados cátaros occitanos en el Aragón próximo. Algunos testimonios, como el de Péire Maury, pastor de trashumancia, son una increíble fuente de datos que nos permiten descubrir hasta que punto el catarismo había echado raíces en el pueblo llano occitano.

El catarismo hoy

El catarismo atrae, y mucho. Cada año son miles los turistas que visitan el sur de Francia, la región que fue en su día Occitania, en búsqueda de los vestigios de una civilización hoy desparecida. Los castillos llamados “cátaros” son la mejor carta de visita de esta región del Languedoc. Los nombres occitanos evocan un pasado que se intuye rico, muy rico: Montsegur, Peyrepertuse, Puilaurens, Quéribus, Puivert, Lastours, entre otros, y por supuesto Carcasona, la perla del Midi Foix, Limoux, etc. Los paisajes son impresionantes, y no en vano Michel Roquebert bautizó estas fortalezas pérdidas en el cielo como “Ciudadelas del vértigo”. Esta belleza cruda, sin filtro, se corresponde con la tranquila paz y la hospitalidad tradicional de los pueblos del Languedoc. por la belleza del entorno por supuesto, pero también por las historias que cuentan las piedras.

El Languedoc es país de misterios, de leyendas, de bosques profundos, de cuevas oscuras, de brujas y de tradiciones. La cultura popular ha mantenido las leyendas de tesoros, siempre presentes en estas montañas. Y el mito del tesoro cátaro es uno de ellos, quizás el más popular. Se sabe, porqué así lo declararon los pocos defensores de Montsegur que prefirieron abjurar antes que perder la vida, que unos hombres huyeron de noche con el tesoro de la Egleisa del be antes de la rendición final. ¿En qué consistía este tesoro? ¿Dónde se escondió? ¿Tiene algo que ver con las riquezas que encontró el Abad Saunières en Rennes-le-Château a finales del siglo XIX? ¿Es el mismo tesoro que custodiaba un perfecto emigrado en Cataluña en el siglo XIV?

El caso es que el catarismo hoy quizás sea un poco “atracción turística” para mucha gente, pero cuando uno sube al castillo de Montsegur, o contempla el grandioso paisaje desde Quéribus, no puede más que tener un pensamiento por todos estos hombres y mujeres que perdieron allí la vida por su fe, esperanzados en conseguir con su sacrificio nada menos que el paraíso celestial y la vida eterna.

Autor: Pierre Lassauvetat para revistadehistoria.es

Pierre Lassauvetat es el auto de la novela “Quéribus”  (Senzia Editorial), puedes visitar su web en Aquí o puedes comprarla aquí:

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Bibliografía

-Registre d´inquisition de Jacques Fournier – traducción y notas de Jean Duvernoy (Bibliothèque des introuvables, 2004)

-Xacbert de Barberá , lion de combat – Jordi Costa (Trabucaire, 1989)

-Olivier de Termes, le Cathare et le Croisé – Gaulthier Langlois (Privat, 2001)

-Écritures cathares – René Nelli (Éditions du Rocher, 1995)

-Les conquestes de Mayurka i d’Eivissa, Antoni Mas i Forners (Institut d’estudis catalans)

-El llibre dels feits, los hechos militares – Alberto Raúl Esteban Ribas

-Llibre dels feits del rei en Jacme (Biblioteca virtual Miguel de Cervantes,2006)

-Citadelles du vertige – Michel Roquebert (Privat, 1991)

-L’épopée cathare – Michel Roquebert (Tempus Perrin, 2006)

-Guerra e ideología en la España del siglo XIII: la conquista de Mayurka según la crónica de Bernat Desclot – Martin Alvira Cabrer

-Cançon de la Crosada – Guillermo de Tudela y Anónimo (siglo XIII)

-Les grandes heures cathares – Dominique Paladilhe (Perrin, 1969)

-Montaillou village occitan – Emmanuel Leroy-Ladurie (Folio Histoire, 2008)

-Le Bûcher de Montsegur, Zoé Oldenbourg (Gallimard,1959)

-Hystoria Albigensis; Historia de factis et triumphis memorabilibus nobilis viri domini Simonis comitis de Monte Forti – Pierre des vaux de Cernay, BNF

-Un voyage dans l´empire mongol – Guillaume de Rubrouck (les éditons de l´ebook malin, 2015)

-Le vrai visage du catharisme – Anne Brenon (Loubatières,1988)

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