Si tuviera que elegir el lugar que más me gusta de mi ciudad, sin duda eligiría este rincón, uno de los pocos oasis de tranquilidad que quedan en la capital malagueña. El cementerio inglés constituye uno de los pocos vestigios aún existentes de ese "paraíso perdido" de que nos habla Antonio Soler en su último libro.
Construido en 1831, se trata del cementerio no católico más antiguo de España. Este hecho da pistas de lo que era la Málaga decimonónica: una ciudad industriosa y pujante, destino de muchos emprendedores británicos que fundaban aquí sus fábricas (aún quedan algunas chimeneas, tristes símbolos de lo que Málaga pudo llegar a ser). Hasta ese momento, las normas religiosas imperantes propugnaban el trato indigno de los cadáveres de los herejes: o bien se les enterraba en la playa en posición vertical, o se les arrojaba a cualquier terreno desolado para ser víctimas de las alimañas.
La tolerancia que supuso la fundación de este cementerio da testimonio del poder que llegó a ejercer la colonia inglesa. Traspasar sus muros nos transporta a cualquier camposanto rural inglés, con un pequeño toque gótico, como de película de terror. Su superficie la constituye un jardín adornado con hermosas tumbas de diferentes épocas, algunas de ellas pertenecientes a personajes tan importantes como Gerald Brenan, Jorge Guillén o Robert Boyd, un oficial del ejército británico que apoyó a Torrijos en su desembarco en las playas malagueñas de la Misericordia en pos de un régimen liberal para España.
Hay otras muchas sepulturas interesantes, algunas de ellas de testigos privilegiados de la historia: los marineros y el capitán de la fragata alemana Gneisenau, que se hundió frente a las costas malagueñas, algún piloto inglés de la R.A.F, caído por esta zona durante la Segunda Guerra Mundial...
Ahora leo que este lugar se encuentra prácticamente en la ruina, como ha sucedido con otros muchos en mi desgraciada ciudad. Ante el llamamiento de la fundación que gestiona el cementerio, parece ser que ha habido reacción por parte de la Junta de Andalucía, que lo ha declarado Bien de Interés Cultural. Ojalá que este lugar, que sirve al paseante para reflexionar con serenidad sobre la vida y la muerte, no acabe desapareciendo. Sería como dar la puntilla al patrimonio cultural malagueño.