Por Fernando Alonso.- Fue para antes de 1880 cuando en el espacio se observaba un Convento de los Mercedarios; de ahí el nombre de “Merced” a la zona. Fue hasta 1886 cuando el espacio vació se transforma en un jardín, para 1892 y con propósito de conmemoración a los cuatro siglos del descubrimiento de américa se le nombra “Jardín Colón”. Es en 1910 cuando la Colonia Española, en forma conmemorativa a los cien años de independencia mexicana dona el reloj que en una posición panóptica observa el jardín completo.
El reloj protegido por un rosedal de cantera, no vio la balaustrada del mismo material que lo rodea hasta la segunda mitad de los años 20´, y es hasta el año de 1953 cuando el Jardín obtiene la imagen que hasta ahorita se puede apreciar. El reloj se podía escuchar dando los cuartos, medias horas y horas todos los días sin falta. Es hasta el año de 2009 –según vecinos de la zona- cuando el robo de la maquinaria y engranajes del reloj se suscitó en plena luz del día. Hoy, a casi diez años del suceso sigue impune sin aras de que se resuelva.
El Jardín guarda una atmósfera de nostalgia, siendo uno de los jardines más importantes de la ciudad, se podía apreciar un deterioro gradual e ignorado por las autoridades. No fue hasta el año pasado cuando, con la remodelación del pasaje de la Calz. de Guadalupe se le dio atención a la balaustrada y a la iluminación pública.
La cultura, el arte y la bohemia aún se pueden respirar en las tardes de fin de semana en el lugar, pero la estética y presencia del propio jardín hace que pase muy desapercibido para la sociedad potosina.