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Publicado: 11/08/2024 09:34 AM
Al tren del intervencionismo de los Estados Unidos en Latinoamérica conformado por lo vagones de la CIA, OEA, FMI y USAID, la locomotora del Departamento de Estado y el Pentágono han enganchado un nuevo vagón: el Centro Carter, ahora bajo el control de Paige Alexander, ex funcionaria de la USAID.
En fin, el Centro Carter dejó de ser una institución de buena fe (bona fide) para convertirse en una institución gemela de SÚMATE, pues ambas son financiadas por USAID, y quien paga los mariachis, exige las canciones. Y como dice la canción “Todo se derrumbó”.
Toda vez que Jimmy Carter no está al frente de la organización que él fundó para servir como un observatorio electoral, imparcial, neutral, de carácter moral al servicio de los procesos democráticos latinoamericanos, Paige Alexander ha demostrado que ella ahora lo dirige para desconocer las instituciones democráticas y promover golpes de Estado.
A todo evento lo que ha dicho y hecho el Centro Carter desde su fundación en 1982 nunca ha pretendido ni puede tener carácter vinculante. Hasta no hace mucho ha sido en Venezuela un invitado de honor, dado su prestigioso pasado y otrora buena reputación.
Su función no va más allá de la de un observador de mero hecho y no de derecho. Puede exaltar o no la ética de las instituciones electorales y la buena praxis de su funcionamiento, hacer observaciones o bien guardar silencio, pero no emitir juicio de valor ni avalar de facto un golpe de Estado continuado como el que está atravesando Venezuela.
Sin duda, desde que Jimmy Carter pisó por primera vez suelo venezolano no escatimó palabras para dar a conocer que el sistema electoral de Venezuela es el más avanzado, transparente y confiable del mundo.
Pero así las cosas, Paige Alexander lo ha sucedido para derrumbar la trayectoria de esta fundación, siempre bienvenida para alertar sobre el devenir histórico de los pueblos que pacíficamente han resuelto dirimir sus asuntos internos en el ejercicio pleno de sus soberanías; es decir eligiendo a sus propios gobernantes sin agentes ni agencias extranjeras que impongan condiciones irrelevantes.
Ahora mismo, Paige Alexander se ha sumado a la neurosis electoral de María Corina Machado descarrilado con sus apresuradas conjeturas 42 años de trayectoria para convertirse en un ente que promueve la inestabilidad política en la región. Alexander, reconoce a SÚMATE, ente carente de toda legitimidad, y da fe de unas actas forjadas, adulteradas, inconsistentes, impresentables y deleznables.
Mucho antes del 28 de julio pasado Machado y su partner González Urrutia ya habían echado sobre el tapete todas sus cartas de supuesto fraude, erigiéndose como autoridades electorales, y proclamándose ganadores en base a una big data de actas que no se atreven a presentar en físico ante la Sala Contencioso Electoral del Tribunal Supremo de Justicia.
Estas contradicciones del Centro Carter comenzaron en 2020, a raíz de la designación de Paige Alexander como directora del mismo. Desde entonces pasó a ser un apéndice de la USAID, dio un giro de 180º y comenzó su roll de agente desestabilizador de los procesos electorales de la región, con énfasis en Venezuela.
A partir de su designación el Centro Carter se apartó del sendero de la imparcialidad, de la misión conciliadora y de los métodos confiables que un observador debe mostrar cuando se trata de evaluar un proceso electoral histórico cuyas repercusiones están impactando todos los ámbitos de la geopolítica mundial. Alexander no deja de ser un peón bien pagado para emitir opiniones coyunturales que nada aportan para que la oposición recalcitrante se aparte de sus planes suicidas e incendiarios.
En conclusión, el Centro Carter, desde la llegada de Paige Alexander, ha cambiado de ser un observador neutral a convertirse en un actor injerencista que busca influir en los procesos políticos de América Latina. Esto se alinea con los intereses de las corporaciones y del gobierno estadounidense, utilizando la democracia y los derechos humanos como excusas para intervenir en los países que resisten el control hegemónico.
Paige Alexander no es ni ha sido nunca una figura ajena a las dinámicas de poder de Estados Unidos. Su carrera previa en USAID, una agencia conocida por su papel en la promoción de los intereses estadounidenses en el extranjero bajo la apariencia de asistencia al desarrollo, ha moldeado su enfoque y visión.
USAID ha sido históricamente acusada de ser un brazo de la política exterior de Estados Unidos, utilizada para influir en los asuntos internos de otras naciones y promover cambios de régimen en aquellos países que desafían la hegemonía estadounidense. De manera que:
¡¡¡Good Bye Carter Center – Hands off Venezuela!!!
ALEJANDRO CARRILLO