El Cerebro de Einstein

Por Uriel

Ya sé que la semana termino (y la otra casi también), pero como por cuestiones personales no pude subir las entradas prometidas de Albert Einstein, he decido hacer de cuenta de que los días no pasaron y subir las tres historias que me quedaron durante el transcurso de esta semana.

La primera de ellas es muy curiosa y tiene que ver con el cerebro de científico de origen alemán. Lo cierto es que es muy curiosa. Verán, la historia se parece mucho a esta otra sobre la cabeza del gran músico Haydn (seguramente los lectores asiduos del blog ya habrán notado de que va esto). Por otro lado, hace ya algún tiempo subía yo una entrada titulada “Coleccionismo Orgánico”, donde comentaba que un oculista (para ser más específicos el propio oculista de Einstein) se había quedado con los globos oculares del padre de la relatividad tras su muerte (La entrada Aquí). Pues al parecer no fue el único que se quedó con algo del genio.

Dr. Thomas Harvey

La noche del 18 de abril de 1955 moría Albert Einstein en el Hospital de Princeton, Nueva Jersey (EE.UU). Como sucede con muchos muertos, el patólogo Thomas Harvey comenzó a realizarle la autopsia. Con el cuerpo aún caliente encima de la mesa, el doctor extrajo el hígado y los intestinos y halló casi tres litros de sangre en la cavidad peritoneal. A continuación abrió el cráneo con una sierra circular, extrajo el cerebro. Todo era absolutamente norma, excepto lo que Harvey hizo a continuación: lo puso en un frasco con formaldehído y se lo llevó a su casa.

El hecho no paso mucho tiempo en las sombras. Pronto la noticia recorrería el mundo. En su defensa Harvey  argumentaría que el hijo mayor de Einstein, Hans Albert, le había dado permiso para tener el cerebro. Pero la familia del físico lo negaría. Harvey  perdería su trabajo y sería denunciado por muchos colegas. Sin embargo, siguió libre y con el cerebro. Su justificación: El sentido del deber con la ciencia. Creía que su papel era preservar el cerebro del físico y ponerlo en manos de algunos líderes neuroanatomistas, que podrían ser capaces de averiguar la clave de la genialidad de Einstein, relata.

En 1996, 40 años luego de que Harvey  se hiciera con el cerebro, el periodista Michael Paterniti retomó la historia y comenzó a buscar al patólogo. Al tiempo lo encontró trabajando en una fábrica de plásticos de Kansas. Vivía en un pequeño apartamento y dormía en una cama plegable. Conservaba el cerebro de Einstein como una reliquia, en un tarro de cristal de su cocina. El órgano se había convertido en su obsesión.

El Periodista Michael Paterniti

“Para Harvey el cerebro era como un objeto sagrado – explicaba Paterniti en una entrevista – Vivió con el cerebro de Einstein durante alrededor de cuatro décadas como su salvador y custodio, como el gran guardián del cerebro”.

Luego de varias charlas, Paterniti y Harvey quedaron de acuerdo que ya era hora de zanjar aquel asunto y devolver el cerebro a la familia del genio de una buena vez. Fue así como el periodista y el patólogo se vieron envueltos en una de las peripecias más surrealistas de la historia: un viaje de costa a costa con el cerebro de Einstein en el interior del maletero.

En el camino, Harvey le contó a Paterniti cómo había tratado de cumplir con su obligación con la ciencia enviando periódicamente, por pedazos, el cerebro de Einstein a varios neurólogos, aunque nunca se supo que paso realmente con ellos.

Así termino la historia. 40 años después de la muerte de Einstein volvió a su familia. Después de todo la nieta de Einstein nunca llegó a quedarse el cerebro.

Más Info: Entrevista con Paterniti

Fuentes (Información): Blog Pisito en Madrid

Archivo Personal

Fuente (Imagenes): Dr. Thomas Harvey: Kuriositas