José Manuel Caballero Bonald había sido recibido el lunes por los reyes en el Palacio de la Zarzuela. Elrey Juan Carlos, de pie y sin muletas, saludó a su invitado, de 87 años. Pese a que el monarca es doce años más joven que el escritor, le recibió con la frase: “Está usted mejor que yo”. No en vano podía disimular el monarca su operación sufrida el 3 de marzo de una hernia discal. Antes, caminaba con la ayuda de muletas y los médicos habían estimado necesario “de dos a seis meses” para una recuperación completa.Pero el rey tenía prisa para volver a “trabajar” y estaba decidido a mostrar que estaba listo para volver: “Ya tengo ganas de estar como usted –le dijo espontáneamente–. Pronto, estaré dando guerra otra vez”. Su empeoramiento de la salud, operado en siete ocasiones, desde mayo de 2010, suscitó cierta inquietud, al coincidir con un deterioro de la imagen de la monarquía española, salpicada por polémicas y un escándalo de corrupción, entre una población asfixiada por el desempleo y las políticas de austeridad. En noviembre pasado se le implantó una prótesis en la cadera izquierda debido a una artrosis y en abril fue operado de la cadera derecha por una luxación. Días antes, los médicos le habían colocado en esa misma zona otra prótesis, a raíz de una fractura causada por una caída mientras cazaba elefantes en Botsuana, lo que provocó que fuera repatriado de urgencia. Pero, en junio de 2011, ya había sido operado de la rodilla derecha e intervenido, en septiembre del mismo año, de un desgarro en el tendón de Aquiles. Además, en el 2010, al monarca se le extirpó un tumor benigno en un pulmón. Otras preocupaciones morales le preocupaban, como la imputación, el 3 de abril, de su hija menor, Cristina, en la investigación por corrupción abierta contra su marido, Iñaki Urdangarin. Y, según un sondeo publicado porEl País el 7 de abril, pero realizado antes de la imputación de la infanta, sólo un 42% de los españoles “aprobaban” la forma en que el monarca ejercía sus funciones, frente a 53% que la “desaprobaban”. En estas circunstancias recibía al escritor Caballero Bonald que, al día siguiente, recibía el Premio Cervantes.
Caballero Bonald excusó su ausencia en la lectura de El Quijote, que tradicionalmente inaugura el Premio Cervantes, porque estaba “muy cansado” y, tras achacar a su edad el hecho de que cada vez se agote “con más frecuencia”, indicó que había pasado la noche descansado “de forma estimable”. Quién sabe lo que pasó por su mente en los momentos anteriores a recibir el premio. Tantos recuerdos le abrumaban. Cuando salía con su amigo Ángel González, antes de que la muerte se lo llevara muy lejos, podía estar con él una hora acodado en una barra de un bar sin decir ni pío. Porque “el silencio es también una buena palabra”. Podía recordar la indignación expresada hace más de diez años, cuando España intervino en Irak, y él rompía su silencio poético, escribiendo un libro cabreado, ‘Manual de infractores’. “Más que indignado, me sentía enfurecido por lo que ocurría; si hubiera sido más joven, me habría ido de España otra vez, como cuando me largué, en el peor tramo del franquismo, a Venezuela –reconocía a Juan Cruz en el País Semanal–; entonces estaba cansado de censuras, sobresaltos, sectarismo, catolicismo armado… Y hace una década o cosa así, en la época de Aznar, acabé harto de lo que ocurría, de la porquería que había alrededor, las mentiras, la tosquedad…”. De pronto, sonó el himno de España y María Teresa Lizaranzu, la directora general de Política e Industrias Culturales y del Libro,pronunció las primeras palabras del acto. Después, y tras recibir de manos del Príncipe de Asturias la medalla y la escultura con la que se galardona esta distinción, el jerezano subió al estrado y pronunció el discurso que había preparado, destacando la poesía de Miguel de Cervantes, un “vencedor literario de todas las batallas para la libertad”.
En el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, Caballero Bonald nos lo recordó en su discurso: “Siempre hay que defenderse con la palabra de quienes pretenden quitárnosla. Siempre hay que esgrimir esa palabra contra los desahucios de la razón”. El autor, gaditano de 86 años, habló de la poesía y sus placeres y de los versos como arma ante los excesos del poder y los enemigos de la libertad. Y defendió, como autor de “Descrédito del héroe”, la poesía frente a los “desahucios de la razón y a los descalabros, añadiría yo, de la fuerza ciega”. En un discurso reivindicativo del poder consolador de la poesía en unos momentos tan críticos y cuando se sufren tantas injusticias, afirmó que “la poesía puede corregir las erratas de la historia” y reclamó“la potencia consoladora” de la misma, tan necesaria en un mundo como el actual, “asediado de tribulaciones y menosprecios a los derechos humanos”. Leyó con voz firme, pausada, y con ese lejano deje andaluz que todavía le queda, que estuvo dedicado en buena medida a Cervantes, a su infravalorada poesía, a su concepción de la libertad y a esos años enigmáticos y “zonas de penumbra” que hay en su vida, “esas huidas imprevistas, zozobras, cautiverios”, que vienen a ser como “la síntesis biográfica de un perdedor”. Pero, por muchos fracasos y decepciones que sufriera, Cervantes “nunca renunció a ir macerando en la memoria su más universal empeño creador: el que hizo de la libertad un fecundo condimento literario”. Basta con ojear “el esplendor polifónico” del Quijote para entender que “todo lo que tuvo de infortunada la vida de Cervantes acabó encontrando una justiciera contrapartida en esa manifestación suprema de la propia libertad que es la palabra”. “Más que la imagen del vencido por la vida, lo que ese Cervantes acaba sugiriendo es la del vencedor literario de todas las batallas por la libertad”, señaló Caballero Bonald, quien al principio de su discurso recordó a otros escritores que ya habían recibido “el premio mayor de nuestras letras”, como Antonio Gamoneda, José Emilio Pacheco, Juan Marsé, Ana María Matute o Juan Gelman, “amigos queridos y autores predilectos”. Superviviente, junto con Francisco Brines, de la llamada Generación de los Cincuenta, Caballero Bonald también mencionó a otros “compañeros fraternales” –José Ángel Valente, Carlos Barral, Ángel González, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo– “a quienes la muerte cercenó la posibilidad” de recibir el Cervantes.
Narrador, ensayista, memorialista y, por encima de todo, poeta, José Manuel Caballero Bonald es una voz insobornable y coherente, un escritor inconformista y contrario al pensamiento único que ha hecho de la poesía su razón de ser. Después del grito de insumisión e inconformismo, hizo gala de ese mismo espíritu en “La noche no tiene paredes” (2009), un libro en el que se sumerge en “el abismo de la memoria” y reivindica la necesidad de dudarporque, como aseguró en una entrevista, “el que no tiene dudas, el que está seguro de todo, es lo más parecido que hay a un imbécil”. Afable e irónico, este escritor considera la poesía como “una forma de defensa contra las ofensas de la vida”, y con ese espíritu ha publicado, además, libros como Las adivinaciones; Memorias de poco tiempo; Anteo; Las horas muertas (Premio de la Crítica, 1959); Pliegos de cordel; y Descrédito del héroe (Premio de la Crítica, 1978). Miembro de la llamada Generación de los 50, junto con escritores como José Ángel Valente, Claudio Rodríguez, Jaime Gil de Biedma, Ángel González y Francisco Brines, a Caballero Donald no le gusta que se le encasille en ese grupo ni en ningún otro, porque “eso son muletillas que utilizan los historiadores para facilitar los manuales de literatura”. Como novelistapublicó títulos como Dos días de septiembre (Premio Biblioteca Breve, 1961), Agata, ojo de gato (Premio de la Crítica, 1975), Toda la noche oyeron pasar los pájaros(Premio Ateneo de Sevilla, 1981), En la casa del padre (Premio Plaza y Janés, 1988) y Campo de Agramante. Como ensayista y articulista es autor de títulos como Notas sobre el cante andaluz; Narrativa cubana de la revolución; Luces y sombras del flamenco; Luis Góngora: Poesía; Sevilla en tiempos de Cervantes; Copias al natural o Mar adentro. Satisfecho del camino recorrido, a Caballero Bonald sólo hay algo que se le ha resistido, por el momento: ser académico de la Lengua.
Tampoco la salida de las autoridades que acudieron al paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares estuvo exenta de incidentes. Algunas de las personas congregadas a las puertas de este edificio, en la plaza de San Diego de la localidad, abuchearon a varios de los asistentes y proclamaron consignas republicanas. Y, en el momento en el que los Príncipes de Asturias abandonaron el lugar,algunas de las 200 personas que se encontraban a la salidagritaron “sinvergüenzas”, aunque don Felipe y doña Sofía no se dieran por aludidos como tampoco el presidente Rajoy, ni Ignacio González, presidente de la Comunidad, ni J. I. Wert, ministro de Educación y Cultura y Deporte, ni el obispo de Alcalá, quienes oyeron claramente aquellos gritos “fuera”.Periódicos como El País, El Mundo, ABC y La Razón, silenciaron los abucheos a los príncipes de Asturias. Curiosamente, el único que mencionó el incidente era el más monárquico de todos, el ABC, aunque minimizándolo y escondiéndolo en la página 58 en medio de una crónica sobre las anécdotas de los invitados al evento que decía así: “A la entrada de las autoridades al recinto, los alcalaínos aplaudieron a los Príncipes, con excepción de un pequeño grupo que protestaba con banderas tricolor y carteles de IU. Nada pudo deslucir la jornada”. El resto de periódicos informaron puntualmente, destacando en sus ediciones digitales la protesta, con vídeos incluidos.
“Acaba el día de San Jordi –escribe Javier Pérez Albéniz en el artículo “La cultura se marchita”, publicado en Cuarto Poder– y comienzan a marchitarse, al mismo ritmo, las rosas y las esperanzas de cambio: en Españala cultura es una farsa. Les cuento esto mientras veo la foto de Caballero Bonaldrecibiendo el Premio Cervantes. Elescritorhabló en su discurso de agradecimiento del‘infortunio histórico del franquismo’, de los‘enemigos de la libertad’ y del‘menosprecio a los derechos humanos’ Le observaban, puestos en pie, entre adormilados y atontolinados, pensando en sus cosas, Mariano Rajoy, el Príncipe y Letizia, el ministro Wert, el presidente de la Comunidad de Madrid Ignacio González, el obispo de Alcalá Juan Antonio Reig Pla y hasta Cristina Cifuentes, delegada del Gobierno en la Comunidadde Madrid. Pero, ¿qué tendrá que ver José Ignacio Wert con la cultura? Se preguntará el lector con dos dedos de frente. Pues imagine Ignacio González, el obispo, Letizia o la delegada del Gobierno.
“La cultura es una pantomima –prosigue Javier Pérez Albéniz–, y el premio más importante de la literatura en español la prueba fehaciente del tamaño de esa impostura. Caballero Bonal, escritor comprometido, actor principal en un show cortesano, firmó un guión aparente pero sin ningún compromiso. Poca cosa para los tiempos duros que vivimos. Aire para los palmeros que le rodeaban en tan elegante evento. La realidad es que, desde 2008, la industria española del libro ha acumulado una caída del 40% del mercado y una pérdida del 30% del empleo. Premios como el Cervantes no sirven para nada, excepto para que los libreros, pobres, presuman de haber triplicado sus ventas el día del libro con respecto a una jornada normal. Lamentablemente, incluso en esa fecha tan señalada las ventas se redujeron un 15% con respecto a las del año pasado. Y qué quiere que le diga del cine… Mientras Wert sonreía a Bonald el cine tocaba fondo: alrededor de 520.000 espectadores pasaron por los cines entre el viernes 19 y el domingo 21, apenas 3,7 millones de euros en taquilla. ¿El peor fin de semana de la historia?Unas cifras ridículas que hacen insostenible la industria cinematográfica. El pasado jueves se anunció el cierre de Alta Films, la primera distribuidora española de cine de autor. Escribo estas líneas el día después, con los libros, el teatro y el cine cayendo en barrena y la adicción a la televisión creciendo desmesuradamente. El pasado mes de marzo ha sido el de mayor consumo televisivo de la historia, con 262 minutos por persona y día. La televisión florece, la cultura se marchita”.
Salimos de esa cultura y esa televisión y nos encontramos con una movilización convocada bajo el lema “Asedia el Congreso”. Fue el jueves pasado y la izquierda parlamentaria se desmarcó esta vez de la misma. “Izquierda Unida no tiene nada que ver”y “no hay postura como grupo parlamentario”, advirtió su portavoz, José Luis Centella. Pero la plataforma “¡En Pie!”, convocante del primer “Rodea el Congreso” el pasado 25 de septiembre, comprobó que la singular llamada a “asediar” este edificio no contaba con el apoyo ni mucho menos masivo de la gente, y sí, por el contrario, con la oposición viva a los antidisturbios que, empujados por el miedo del Gobierno ‘popular’ que no quería ser desbordado por la convocatoria,se hicieron fácilmente con el control. El desmesurado aumento de fuerza policial respondía al temor infundado que llegó a suspender toda actividad en las Cortes y a blindarse de agentes de la Unidad de Intervención Policial. Sin embargo, la Plataforma “¡En Pîe!” sólo consiguió asustar a los políticos y se enfrentó a los miembros armados de la UIP. Al iniciar la convocatoria, había en la Plaza de Neptuno tantos periodistas como manifestantes y ambos colectivos fueron claramente superados en número por los agentes de la UIP que, eso sí, se hartaron de registrar mochilas y pedir la documentación de quienes pretendían acceder a la zona. Pero la mayoría de movimientos sociales que había participado decidió desmarcarse en esta ocasión. Los manifestantes estaban dispuestos a perseguir los objetivos de la protesta: derribar la valla policial, acceder hasta el Congreso y declarar la instauración de un nuevo Estado. Pero no lograron ninguno de sus propósitos.
La llamada a “asediar el Congreso”, lanzada por la Plataforma “¡En Pie!”, ni fueindefinida ni logró la dimisión del Gobierno, como afirmaban los convocantes, pero sí consiguió congregar centenares de manifestantes frente al hemiciclo. Tras más de dos horas de protesta pacífica, con menos asistencia que en otras precedentes, la manifestación concluyó con disturbios que se saldaron con al menos 15 detenidos y 14 agentes de la Policía heridos y 29 personas atendidas por el Namur, según datos de la Dirección Generalde la Policía. Atocha, el Paseo de las Delicias y el de Santa María de la Cabeza se convirtieron en zona de batalla campal en la que cientos de jóvenes quemaron decenas de contenedores y arrojaron piedras y botellas a los agentes durante más de una hora. Los propios convocantes desconvocaron la protesta a través de las redes sociales debido al “insuficiente apoyo social”. En el interior del Congreso, el presidente, Jesús Posada, presidente de la Cámara, permaneció allí, al parecer, toda la jornada. No hubo Pleno, pero sí dos comisiones por la mañana. Por la tarde, a la hora prevista del acoso, sólo quedó un 'retén' de diputados en el Congreso.
“En las cercanías de las casetas abarrotadas de libros que llenan hoy las calles –escribía Qaesar, en el Ventano, el pasado martes, 23 de abril, elegido por la UNESCOcomo el Día Internacional del Libro, por coincidir con el aniversario del fallecimiento de Miguel de Cervantes, en 1616– patrullan agentes con caras de asombro ante el espectáculo que contemplan. Es la primera vez que muchos de ellos pueden leer un libro. Aunque muy pocos entiendan pensamientos tan sencillos como los del poeta que ese día recibe el Premio Cervantes”. En la fotografía, un policía ve estampado un libro en plena cara. Quizás el primero que ve tan cerca. Lo cierto es que cultura y represión no han ido jamás juntos de la mano y lo que hace una lo esconde la otra.
Este dibujo de Capdevilla, aparecido el pasado 15 de abril en Courrier International, de Le Monde Dioplomatique, acompañaba un breve texto que decía : « Alors que certains membres de la famille royale sont embourbés dans des affaires de corruption, la manifestation du 14 avril (date anniversaire de la IIème République, proclamée en 1931 avant la guerre civile et 40 ans de dictature franquiste) a rasssemblé des milliers d'Espagnols qui, cette année, ont réclamé l'avènement d'une IIIe République. C'était "probablement la mobilisation la plus massive depuis la Transition [lors de la fin du régime de Franco, en 1975], écrit le magazine La Marea. Les derniers scandales liés a la famille royale sont sûrement la cause de ce succès." D'après le journal El Diario, la droite (au pouvoir) et la gauche espagnoles étudient chacune de leur côté comment envisager l'abdication du roi Juan Carlos s'il décidait de passer le pouvoir à son fils Felipe ».
Recogemos el humor de las páginas periodísticas de esta semana de Peridis, Ferrán, Forges, El Roto, Alfons López, y otros:
Y, para terminar, les dejamos con cuatro vídeos. El primero sobre la vuelta de Juan Carlos I
En el segundo, decenas de personas acuden a presenciar la llegada de las autoridades al Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. A su entrada, los Príncipes y Mariano Rajoy, que presidirán la entrega del Premio Cervantes de literatura a José Manuel Caballero Bonald, son recibidos con algunos abucheos por parte de un grupo de personas que exhibe banderas republicanas.
El tercero, está filmado en La Plaza de Neptuno, en donde se centró, el pasado jueves, el epicentro de una nueva manifestación, 'Asedia el Congreso', convocada en esta ocasión por la Plataforma “en Pie”. Tras más de dos horas de protesta pacífica, con menos asistencia que en otras precedentes, concluyó con disturbios que se saldaron con al menos 15 detenidos y 14 agentes de la Policía heridos.
El último fue grabado el 23 de marzo pasado, por la Banda Sinfónica de Colmenar Viejo de la que formo parte. Se titula “Tango for a toreador” y es de Herman Christoffel Snijders. Con él nos despedimos hasta la próxima semana.