—Mi sobrina Stella dice —se explayó Rosa, despacio— que en América los gatos tienen nueve vidas, pero nosotros… nosotros somos menos que los gatos, así que tenemos tres. La vida de antes, la vida de durante, la vida de después. —Vio que Persky no la seguía. Añadió—: La vida de después es ahora. La vida de antes es nuestra vida real, en casa, donde nacimos.—¿Y el durante?—Eso fue Hitler.—Pobre Lublin —dijo Persky.—Usted no estaba allí. Solo lo sabe por las películas. —Se dio cuenta de que estaba avergonzado; hacía mucho que había descubierto esa capacidad para avergonzar—. Después, después, es lo único que a Stella le importa. Para mí solo existe un tiempo; no hay después.
«Sin una vida, vives donde puedes. Si todo lo que tienes son pensamientos, es ahí donde vives» (p. 45), reflexiona la protagonista de «El chal» y su particular continuación, «Rosa», los dos textos comprendidos en esta obra. Están consideradas dos de las piezas más representativas de la gran escritora estadounidense Cynthia Ozick (Nueva York, 1928), aclamada asimismo por sus Cuentos reunidos (Lumen, 2015), por sus ensayos Metáfora y memoria (Mardulce, 2016) y por novelas como Los últimos testigos (Lumen, 2006) o Cuerpos extraños (Lumen, 2013). La autora escribió el relato y la novela breve que componen El chal en 1977, aunque no vieron la luz hasta 1980 y 1983, respectivamente, cuando aparecieron en la revista The New Yorker, tal como explica Berta Vias Mahou en el prólogo a esta edición. Más tarde, se editaron juntos en forma de libro, la opción que ha prevalecido desde entonces. Ozick, hija de emigrantes judíos rusos, sufrió cierto rechazo en su infancia por su identidad religiosa, y siempre ha manifestado interés por todo lo que atañe a los judíos. Esta obra, que sigue las andanzas de tres mujeres marcadas por el Holocausto, es una muestra de ello.
Cynthia Ozick
Tanto «El chal» como «Rosa» son, en definitiva, piezas potentes y desgarradoras, literatura sin concesiones. El primero, más poético y concentrado, permanece en la memoria como una imagen perturbadora que aúna toda ella un sinfín de matices. El segundo, más extenso pero igual de despiadado, explora el después del horror siguiendo el hilo de ese chal que todavía da vueltas en otra ciudad, otro país, otra década. La aproximación al Holocausto en ambos textos nace de un enfoque puramente literario, es decir, sin buscar la «reconstrucción» de una novela histórica, y recreándose en la metáfora, el símbolo, la riqueza del universo creativo de la autora. Cynthia Ozick, he aquí una escritora excepcional que mira a los ojos al lado oscuro del ser humano. Las ilustraciones de Óscar Astromujoff que la acompañan captan la oscuridad, el tedio y el profundo desamparo de sus personajes para hacer de este libro una obra aún más impresionante. Cuidado: nadie sale indemne de su lectura.Fragmento inicial en cursiva de la página 83.