Los que crean que Nicolás Maduro va a permitir que la oposición tome el poder en Venezuela están muy equivocados y no conocen que el "chavismo" es en realidad una reedición del comunismo, creado en los laboratorios de La Habana para conquistar América Latina. El "golpe de Estado" que acaba de dar el dictador Venezolano Nicolás Maduro es ni más ni menos la aplicación de la estrategia que diseñó el propio Fidel Castro para que el socialismo se estableciera hipócritamente en países donde nunca sería aceptado abiertamente en las urnas, por la vía del golpe de Estado mediante la conquista guerrillera. ---
El "chavismo", al que los más cursis denominan "Socialismo del Siglo XXI", es el último disfraz inventado por el comunismo para conquistar países atontados y en crisis. Ante el enorme desgaste de la socialdemocracia mundial, a la que Fidel consideraba traidora por haberse entregado a los intereses del capitalismo y aliado con los multimillonarios y el establishment, los estrategas castristas diseñaron lo que ahora se conoce como "Chavismo", un populismo de izquierdas que fue ideado para engañar a los imbéciles y tomar el poder en países donde la democracia se encuentra degradada y los ciudadanos están cansados de soportar a políticos corruptos e ineficaces.
La verdad es que se trata de un disfraz genial porque aprovecha perfectamente las contradicciones y debilidades de las democracias para llegar al gobierno y, una vez conquistado, maniobra para ganarse al pueblo y a las fuerzas armadas y de inteligencia, con el fin de nunca más abandonar el poder. Los comunistas siempre llegan al poder para quedarse. El manual de aplicación del nuevo socialismo es brutalmente totalitario y establece que cuando se tiene el poder es necesario cambiar las leyes y las reglas del juego, utilizando todos los recursos, incluso el golpe de Estado, con el fin de nunca perder el control pleno del país "conquistado".
El socialismo del siglo XXI es como un pulpo, que cuando te envuelve con sus tentáculos, solo suelta la presa si le cortas la cabeza.
Ese socialismo disfrazado ha logrado implantarse, con la ayuda de Cuba, en Venezuela, que era el país más apetitoso en toda América Latina, porque sus riquezas petrolíferas servirían para financiar la expansión del modelo, que también logró establecerse en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y, con menor intensidad, en Argentina y en Brasil, dos países estos últimos que pudieron escapar del pulpo antes de que aprisionara a la presa con todos sus tentáculos.
Venezuela era un país preparado para recibir al comunismo disfrazado porque los venezolanos estaban cansados de soportar a corruptos y expoliadores en el poder, tipos como Carlos Andrés Perez y otros.
España, un país cuyos ciudadanos también están frustrados ante la falsa democracia que padecen y hastiados de sus políticos, una "casta" rechazada y de pésima calidad ética y política, era la presa más codiciada para el castro-chavismo, que soñaba con poner una pica en Europa y el mundo próspero occidental. Para lograrlo, aleccionó y financió a los jóvenes universitarios que hoy son los dirigentes del partido Podemos, todos ellos marxistas y entusiastas del disfraz castro-chavista, para que actuaran como punta de lanza y conquistaran España. Sin embargo, los comunistas erraron al calcular mal tanto el amor de los españoles por la libertad como la resistencia ante la amenaza de los tiranos. Un pueblo que ha padecido a tantos canallas y dictadores en sus gobiernos, desde hace siglos, ha aprendido a detectarlos y odiarlos.
Ante el bloqueo a Podemos en España, el castro-chavismo está sondeando ahora otras estrategias de penetración, la principal de las cuales es infiltrarse en el semiderruido y desmoralizado PSOE para utilizarlo como lanzadera que le conduzca hasta el poder. Pedro Sánchez, un iluso ambicioso dispuesto a pactar con Podemos para presidir un gobierno, es una pieza decisiva de esa estrategia, como lo es también el ex presidente Zapatero, al que el chavismo está cautivando y fascinando pacientemente, con relativo éxito.
Las últimas declaraciones del siempre sorprendente Zapatero, del que los españoles dicen que es el peor dirigente político español desde Fernando VII, demuestran que la labor de seducción surte algún efecto. Zapatero, sorprendiendo a los demócratas de todo el mundo, se ha negado a condenar el clarísimo golpe de Estado venezolano, perpetrado por Maduro al lograr que el Tribunal Supremo de Venezuela, integrado por magistrados chavistas, asuma las funciones del poder legislativo, y se ha atrevido a recomendar, desde una estupidez bobalicona, que las partes "dialoguen".
Francisco Rubiales