El Ciclo Necesario

Publicado el 03 octubre 2014 por Silvana Rimabau @SilEvilsnake
Por Alfred Taylor
En escritos teosóficos se ha hecho frecuentemente la observación de que las enseñanzas teosóficas sobre evolución y karma son también conceptos básicos en la ciencia. Pero hay otro principio igualmente importante en Teosofía, que es el de la Reencarnación. El propósito de este artículo es mostrar que existen pruebas experimentales y científicas de que este concepto de la Reencarnación, como ciclo necesario, es también un hecho en la Naturaleza, lo mismo que la evolución y la ley de causa y efecto.
La Teosofía y la Ciencia están acordes en que el Universo con toda su complejidad se ha desarrollado desde un substrato indiferenciado de materia y energía. Según los científicos, en el principio existían partículas homogéneas de materia subatómica que en el curso de la evolución formaron elementos químicos, compuestos, sistemas solares y galaxias. Y también de las mismas partículas elementarias y elementos químicos surgieron compuestos inorgánicos y orgánicos, células, tejidos, órganos, sistemas de órganos y organismos vivientes. El punto que hay que tener presente es que toda la diversidad del universo es el resultado de estados de organización. No hay sino un solo material del cual ha evolucionado todo el universo; de modo que las diferencias que observamos en cuerpos, estructuras y sistemas se deben al factor organización. Todo está construido de la misma substancia y conforme a las mismas leyes; las diferencias consisten en la manera como están organizados los materiales.
Los hombres de ciencia consideran la Evolución como más que una hipótesis, puesto que ahora es posible convertir un elemento químico en otro y fabricar nuevos elementos que no se encuentran en la Naturaleza. Los descubrimientos en física nuclear permiten convertir materia en energía, lo cual equivale a borrar una organización que se ha construido lentamente a través de las edades. Cierta organización de partículas produce determinado elemento químico; un arreglo diferente de partículas nucleares produce un elemento químico distinto. Este mismo principio es efectivo en todo el orden ascendente de cosas y seres. Por ejemplo, los cuerpos de un hombre y de un animal están compuestos del mismo material básico, con la única diferencia en cuanto al diseño de los compuestos, células, tejidos, órganos y sistemas de órganos.
En todo objeto o estructura y en todo organismo viviente, se encuentran combinados dos factores: substancia o materia, y organización o diseño. Ya se trate de un reloj, por ejemplo, o de cosas naturales, como un árbol, un animal, un cristal. Estos dos factores, substancia y diseño, pueden separarse uno del otro. Podemos fundir el reloj y convertirlo en un trozo de metal, desapareciendo así la organización, pero quedando lo que le servía de cuerpo. También el diseño puede subsistir en forma de esquemas o planos. Y es obvio que este diseño tuvo su origen en la mente, mientras que el material de estaba hecho el reloj es parte del mundo fenomenal que conocemos por medio de los órganos sensorios.
Tenemos, pues, que un diseño puede conservarse independientemente de su incorporación material, y puede materializarse repetidas veces. Un hombre concibe la idea de una máquina; la medita y fija todos sus detalles en planos y dibujos; luego trata de darle cuerpo con materiales adecuados, y de este modo sabe si su idea es práctica. Introduce ciertos cambios en el diseño y vuelve a construir su máquina; y así sucesivamente, cuantas veces sea necesario, mejorando sus diseños con base en la experiencia. Así se ha hecho con aeroplanos, automóviles, etc.; millares de éstos han cumplido su vida de utilidad, y luego han sido desechados. Pero los frutos de estas múltiples incorporaciones se han preservado y se aprovechan en nuestros transportes modernos.
Es evidente, al considerar esta ilación, su notable paralelo con el concepto de la Reencarnación. Hay un período de actividad en el plano físico, y otro de considerar y avaluar lo que durante él se ha conseguido. Acorde con este mismo principio, el Ser Espiritual absorbe en los intervalos entres dos encarnaciones, las experiencias obtenidas por la personalidad durante la vida finalizada, e incorpora en una nueva materialización las lecciones aprendidas. Igual ocurre en otras manifestaciones en el mundo que nos rodea. Un animal completa su vida y muere; su cuerpo tan complejo se desintegra y los materiales que lo constituían asumen las características de la materia inorgánica; pero el diseño de la forma animal se conserva en células germinales. Una célula germinal no es igual al animal o la planta que ha de desarrollarse; una bellota no contiene el árbol en que de transformarse, como tampoco un avión está presente en los planos que contienen las instrucciones para fabricarlo.
La manera como la planta y el animal se desarrollan ilustra en forma vívida el principio de la Reencarnación como parte de la Evolución. El diseño del animal o de la planta se va modificando lentamente a través de las edades. Lo mismo ocurre con las máquinas que el hombre inventa. Pero la Naturaleza es mucho más pródiga, tanto en tiempo como en materiales.
La Reencarnación es, pues, una necesidad para la evolución, junto con la ley de Karma.
(Extractado de la revista “The Theosophist”, marzo de 1961)