Leí alguna reseña del primer libro de relatos de Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984), Los que duermen (Salto de página, 2012); y, por tanto, ya conocía el nombre y el incipiente prestigio de este autor cuando Pablo Mazo, el editor de Salto de Página, me ofreció el envío de esta novela, convencido de que me iba a gustar.
La novela El cielo de Lima está basada en la siguiente anécdota real: estamos en 1904 y, en la ciudad de Lima, dos jovencitos burgueses, José Gálvez y Carlos Rodríguez, juegan a ser poetas bohemios. Admiran mucho a Juan Ramón Jiménez, y deciden escribirle una carta para pedirle su último libro autografiado. Piensan que tendrán más éxito en su empeño si fingen ser una jovencita melancólica en vez de ellos mismos. Así crean a Georgina Hübner, personaje que irá intercambiando con Juan Ramón una correspondencia cada vez más íntima. El final de este “romance” hizo a Juan Ramón Jiménez escribir el largo poema Georgina Hübner, en el cielo de Lima. Si alguien tiene curiosidad por el poema lo colgué hace unas semanas aquí (se encuentra pinchando la etiqueta del blog correspondiente a Juan Ramón Jiménez; como dicen en los blog de cines: “cuidado, tiene spoilers”).
Conocía esta anécdota porque en diciembre de 2011 leí el libro de cuentos Ensimismada correspondencia de Pablo Gutiérrez. Uno de los relatos de este libro se titulaba precisamente Georgina Hübner, en el cielo de Lima; y recreaba la misma anécdota que utiliza Gómez Bárcena para su novela, pero en 32 páginas en vez de en 317. Lógicamente la intención de los autores al recrear este episodio de la vida de Juan Ramón Jiménez era diferente y el resultado no se puede medir ni por el número de página ni por la capacidad de condensación.
Desconozco hasta que punto existen documentos sobre este episodio, pero ahora que estoy con la novela de Gómez Bárcena fresca en la memoria he hojeado el cuento de Gutiérrez y encuentro algunas diferencias: Según Gutiérrez, el nombre completo de Carlos Rodríguez es Carlos Rodríguez Hübner; y Georgina es una prima suya a la que él recrea de forma idealizada en las cartas que le dirige a Juan Ramón. En la novela de Gómez Bárcena, Georgina Hübner es una mera creación intelectual, y la prima de Gutiérrez no existe.
Lógicamente, partiendo de la pequeña anécdota señalada un escritor no tiene ninguna obligación de intentar recrear el acontecimiento real. La anécdota sirve en cualquier caso como punto de partida para levantar ante el lector un mundo ficcional. Pero en cierto modo, la lectura previa del cuento de Gutiérrez ha condicionado parte de mi lectura de la novela de Gómez Bárcena, y además esto ha ocurrido, de forma inverosímil, gracias a un recuerdo falso: yo pensaba haber leído en el cuento de Gutiérrez que Juan Ramón viajó a Lima y los dos aprendices de poetas bohemios le engañaron al presentarle a la prima como a la verdadera Georgina que escribía las cartas que el poeta había leído. Esto no está en el cuento de Gutiérrez, esto estaba en mi cabeza. Y yo, alentado por este recuerdo falso, esperaba al leer la novela de Gómez Bárcena la llegada de Juan Ramón a Lima y me extrañaba que ese encuentro (yo esperaba aquí una novela de enredo) demoraba en producirse. No sé si estoy revelando demasiado de la trama, pero, en cualquier caso, si alguien lee el poema señalado de Juan Ramón ya deducirá que el poeta no llegó a conocer a ninguna Georgina de carne y hueso.
Creo que me estoy desviando del comentario real de la novela, de lo que sí está en las páginas de El cielo de Lima. Esta novela, escrita con un humorismo tierno, me ha recordado bastante en el tono compositivo a Fabulosas narraciones por historias de Antonio Orejudo. En ambos libros –Fabulosas narraciones por historia y El cielo de Lima- aparece Juan Ramón Jiménez y se recrea una época desde la mirada desprejuiciada del presente. El tono burlesco e irónico hacia los aprendices de poetas y escritores es común a ambas. El lenguaje con el que se expresan los personajes, igual que en la novela de Orejudo podía ser el de los jóvenes madrileños de los años 80 del siglo XX, el de los protagonistas de El cielo de Lima no juega a recrear el posible lenguaje de unos peruanos de principios del siglo XX, sino que José y Carlos se expresan prácticamente como jóvenes del siglo XXI, y no necesariamente con modismos peruanos. “A mí no me la da…”, dice, por ejemplo, uno de estos jóvenes en la página 287. En la página 76 el narrador omnisciente habla de “una mañana de novillos”; expresión puramente española y actual. De hecho, aunque se nota que Gómez Bárcena se ha documentado para escribir esta novela (salarios de la época, huelgas de trabajadores, estudio de algunos usos y costumbres…) también plantea un juego con sus lectores del siglo XXI: hay bromas en el texto que directamente apelan al presente: “Ya no quedan hombres como los de antes, dice don Augusto con frecuencia, los de hoy son de otra pasta, con veinte todavía parecen niños que quieren seguir jugando. Llegará el día en que con treinta no tengan ni mujer, ni hijos, ni trabajo, ni casa, ni ganas de tener ninguna de las cuatro cosas.” (pág. 145). Estaba pensando (y haciendo anotaciones que lo probasen) que para escribir El cielo de Lima, Gómez Bárcena había estudiado los juegos literarios que despliega Antonio Orejudo en Fabulosas narraciones por historia y el propio autor deja una clara pista en su texto que actúa como un nuevo guiño de complicidad con el lector y como un homenaje a su maestro: “Tomando chocolate caliente y bizcochuelos, haciendo reverencias y escuchando recitales de piano, hablando del tiempo o de las ventajas de viajar en tren con damitas remilgadas que algún día podrían ser sus esposas.” (pág. 77). Las negritas son mías, y con ellas señalo que obviamente no es una casualidad que cinco palabras de una frase del libro de Gómez Bárcena se unan para ser el título de un libro de Antonio Orejudo.
Ya he comentado que el acercamiento inicial del narrador a los protagonistas de la novela, José Gálvez y Carlos Rodríguez, es bastante burlesco; y esto es así desde la segunda página de la novela: “Son sólo dos señoritos jugando a ser pobres en una buhardilla de Lima.” Pero según avanzan las páginas del libro, el narrador se muestra más compasivo con ellos, sobre todo con Carlos, hijo de un nuevo rico déspota y cargado de completos; entre ellos, el de ser de origen indio frente a personas como el amigo de su hijo, José, un rico en decadencia, que es descendiente de próceres peruanos. Para Carlos, cuya caligrafía femenina hace que las cartas de Georgina sean creíbles, el personaje creado, Georgina Hübner, cada vez es más real, funcionando para él como un ideal inalcanzable; y este juego del libro me ha parecido inteligente: Georgina no es tan sólo una musa inalcanzable para el poeta Juan Ramón Jiménez, quien recibe sus cartas pero nunca una foto, sino que empieza a ser también una musa inalcanzable para su creador, Carlos Rodríguez. El cielo de Lima está escrito en capítulos cortos que se leen con mucha rapidez; su sentido del ritmo es muy alto. La novela mantiene siempre un tono simpático, muy juguetón, y, después del retrato burlesco y algo sangrante de los personajes, gana en emoción al centrase en un cada vez más humanizado y trágico Carlos Rodríguez.
Juan Gómez Bárcena ha publicado esta primera novela, repleta de encanto, en el año que cumple los treinta; un escritor joven del que podemos esperar mucho.