Revista Cine

El cine de Gus Van Sant: Elephant. Las luces y las sombras del Elefante

Publicado el 15 octubre 2011 por Jongs @JonGS

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“Seis hindúes sabios, inclinados al estudio, quisieron saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto. El primero en llegar junto al elefante, chocó contra su ancho y duro lomo y dijo: «Ya veo, es como una pared». El segundo, palpando el colmillo, gritó: «Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza». El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: «¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente». El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo: «Está claro, el elefante, es como un árbol». El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: «Aún el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico». El sexto, quien tocó la oscilante cola acotó: «El elefante es muy parecido a una soga». Y así, los sabios discutían largo y tendido, cada uno excesivamente terco y violento en su propia opinión y, aunque parcialmente en lo cierto, estaban todos equivocados.”

Gus Van Sant eligió el título de Elephant para su película ganadora de la Palma de Oro de Cannes en 2003 por la influencia del mediometraje de mismo nombre producido por la BBC y dirigido por Alan Clarke en 1989, que retrataba la violencia acaecida en Irlanda del Norte durante la época de “The Troubles”. Gus Van Sant pensaba que Alan Clarke había escogido ese título por la parábola de “los seis sabios ciegos y el elefante” haciendo referencia a la violencia, aunque más tarde descubrió que no era así: “leí en unas notas de su director, Alan Clarke, que el título responde a un dicho popular y hace referencia a cómo la violencia es tan fácil de ignorar como el hecho de tener un elefante en el salón”.

Por lo tanto y de manera un tanto rebuscada el título viene a decir que la violencia es un tema difícil de clasificar o valorar debido a las múltiples interpretaciones que se pueden hacer al respecto, como en el caso de los ciegos palpando el elefante. Por ello, si los ciegos unen sus percepciones pueden tener una visión más cercana de la realidad debido a la suma de las partes. De la misma forma que alguien que se informe sobre la actualidad a través de varios medios de comunicación tendrá una visión más formada que alguien que sólo utiliza una fuente.

En esta película no nos encontramos en Irlanda del Norte sino en una recreación de la matanza del instituto Columbine en Estados Unidos, tema que ya fue tratado de forma documental por Michael Moore en Bowling for Columbine.

Lo más interesante de esta película es la capacidad del autor para narrar una historia de violencia desde varias perspectivas, personajes si se quiere, que pretenden ayudar a comprender el todo por la suma de sus partes. Vamos a ser testigos de la cruel matanza en un instituto desde el punto de vista de los diferentes personajes que de una forma u otra están inmersos en ese paisaje. Eso da lugar a un interesante montaje narrativo que permite pequeños retrocesos en el tiempo para ver desde otro punto de vista un mismo espacio temporal. Sería extremo afirmar que es la interactividad llevada a el cine puesto que no podemos decidir desde que ángulo vamos a ver una misma acción pero no obstante es una declaración de intenciones en esa línea. El trabajo de Carlos Duarte de Sena Caires, “The interactive potential of post-modern film narrative. Frequency, Order and Simultaneity“, ahonda en este aspecto: “Using this method of dealing with the narrative, Van Sant analogises with the narration models used in video games, whereby the player has the choice between several viewpoints (the narrative according to John, the narrative according to Elias and the narrative according to Michelle)”.

Más allá de este ejercicio de estilo y de la conseguida fotografía y estética que nos hace testigos ,a través de los largos planos secuencias, de los pasillos desiertos del instituto; exteriores quemados, personajes fuera de foco…hay algunos temas, básicamente dos, de la película que chirrían y restan ese pretendido realismo que busca su autor.

Por un lado los personajes tópicos. Eric, uno de los autores de la matanza, es un adolescente solitario que sufre bullying en la escuela y que es mostrado como un chico con ciertas dotes artísticas, así podemos verle tocando el piano (“Für Elise“, Ludwig van Beethoven) en su cuarto junto a algunos de sus dibujos decorando la pared. Britanny, Jordan y Nicole son tres chicas bulímicas obsesionadas con su imagen personal que nada más comer en el comedor del instituto van a vomitar al baño. Michelle es la “nerd” que no se atreve a ponerse pantalón corto en clase de gimnasia para no enseñar las piernas y que trabaja como becaria en la biblioteca. Nathan, el deportista, el tío bueno por las que todas están locas pero que sólo una, Carrie, puede conseguir. Si alguna chica le mira Carrie se encargará de ponerle en su sitio. No hace falta seguir para comprender que los personajes se han estereotipado en extremo.

Por otro lado el tema de la homosexualidad esta metido con calzador. Que Gus Van Sant en su condición de homosexual quiera tratar este tema en sus películas es perfectamente normal. En Elephant hay una escena en la que los autores de la matanza se duchan juntos mientras se besan y otra en la que asistimos a una reunión estudiantil en la que se habla acerca de la percepción que se tiene en la sociedad sobre la homosexualidad. El problema es que esta película tiene una clara referencia a unos hechos reales en los que nunca se ha demostrado que los asesinos tuvieran una relación homosexual y da la sensación de que quizás haya otro tipo de ideas que Gus Van Sant sin venir a cuento nos quiere mostrar. En resumen: luces y sombras para Elephant.


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