Odiado y querido a partes iguales lo que no se le puede negar a Lars Von Trier es la capacidad de sorprender con propuestas originales y películas que raramente te dejan indiferente. Antes que nada decir que al igual que otros tantos espectadores desearía que el operador de cámara de Von Trier tuviera siempre el pulso que mantiene durante casi todo el metraje de esta Melancholia. Las desafortunadas palabras de Von Trier en el pasado festival de Cannes no empañan una obra con mayúsculas y la capacidad del director para exprimir al máximo a dos pedazo de actrices como Kristen Durnst y Charlotte Gainsbourg. Sid Vicious, de los Sex Pistols, provocaba llevando una esvástica en su brazo y las razones estaban bastante lejanas de su pasión por la limpieza étnica. Por ello, que el Festival de Cannes con mucha más relación con los nazis que el señor Von Trier le declare persona non grata no hace que este señor me caiga mal sino todo lo contrario, que yo también me declare nazi.
La película comienza con un impactante primer plano de Kristen Durnst encarnando ese concepto de Melancholia y sigue con una introducción “arty” en la se muestran una serie de imágenes que bien podrían pertenecer a la pareja de artistas Pierre y Gilles si su Kitsch fuera tenebroso. Estas imágenes causaran en más de uno la sensación de adentrarse en un terreno similar al de El árbol de la vida de Terrence Malick pero nada más lejos de la realidad salvo que aquí también juega un papel importante la unión entre lo cósmico y lo terrenal.
La depresión en forma de melancolía esta presente desde el comienzo a través de la historia de dos hermanas con opuestas personalidades que se enfrentan a la inminente llegada del fin del mundo por la colisión del planeta Melancholia contra la tierra.
Desasosiego quizás es la palabra que mejor define el sentimiento que generan las dos partes que dividen la película, cada una de ellas dedicada a presentar a las dos hermanas: Justine y Claire.
Sobria, metódica, responsable, decidida, Claire es la hermana que más tiene que perder si el mundo se acaba; tiene una familia que preservar. Justine es inestable, bipolar, más joven, y con un creciente odio hacía las convenciones sociales y normas que regulan desde la familia al trabajo. Estas convenciones están encarnadas por John (Kiefer Shuterland), el marido de Claire, que en la boda de Justine achacará a ésta su aparente tristeza y remarcará su gran aportación económica a la celebración. El perfil psicológico de ambas, convulso sin necesidad de un final trágico, evolucionara de diferente forma cuando el final se acerca. El burgués será el cobarde, la seriedad de Claire se convertirá en ansiedad y pánico, y la bipolaridad se transformará en tranquilidad, reposo, y resignación.
Excelente retrato psicológico de dos mujeres ante el fin del mundo y una forma totalmente innovadora de mostrar el tema de la depresión que si bien no dejará ganas de irse de fiesta si producirá la sensación de estar ante una de las mejores películas de este año. Gente con prejuicios hacía Von Trier se pueden llevar una sorpresa.