Tuve la fortuna de ver Le Père de Mes Enfants (Francia-Alemania, 2009) sin saber prácticamente nada de la película. Sí, claro, recordaba que se había exhibido fugazmente en el Festival 4 + 1 de la Cineteca Nacional y la vi aparecer en una que otra lista de lo mejor del 2010, pero no tenía idea de qué trataba. Bendita ignorancia: el impacto que provoca la cinta en el espectador tiene que ver, en gran medida, con desconocer lo más posible de ella. Así que en esta ocasión tendré que irme por la ramas (críticas) para no echarle a perder el filme cuando usted lo pueda ver -en DVD, claro está, porque dudo que el filme tenga corrida comercial.
Le Père de Mes Enfants es el segundo largometraje de la excinecrítica cahierista -y actual compañera de Olivier Assayas- Mia Hansen-Løve. Escrita por ella misma, la cinta está dividida claramente, pero sin aspavientos, en dos partes: en la primera, vemos al incansable productor de cine Grégoire Canvel (Louis-Do de Lencquesaing) acorralado por los innumerables problemas labores y económicos que enfrenta, al mismo tiempo que se refugia en la paz de su familia: su mujer y sus tres hijas.
Grégoire es el dueño de una pequeña casa productora de cine de autor, Moon Films, a través de la cual ha realizado 50 películas en 20 años. Pero cada día es más dificil mantenerse en el negocio: en los primeos 50 minutos del filme, nos enteramos que Grégoire debe cuatro millones de euros, que la última cinta que produjo no ha salido del laboratorio, que otro filme que se está realizando en Suecia está a punto de detenerse por una huelga de técnicos, que el catálogo de todos sus filmes está hipotecado y que, por si fuera poco, todavía tiene que lidiar con un director escandinavo extravagante y de pocas pulgas.
En la segunda parte de la cinta, el ritmo de la edición de Marion Monnier y la cámara siempre en movimiento de Pascal Auffray se ralentizan. El filme cambia de ritmo y pasa a concentrarse en la esposa de Grégoire, Sylvia (Chiara Casselli), y en las tres hijitas de ambos, especialmente en la adolescente Clémence (Alice de Lencquesaing, hija en la vida real de Louis-Do de Lencquesaing), quien empieza a conocer el mundo y a quienes la rodean, en más de un sentido.
El retrato que nos ofrece Hansen-Løve del infatigable Grégoire -basado, de hecho, en el productor francés de Béla Tarr y Lars von Trier, Humbert Balsam- no tiene una sola nota falsa. El hombre es un profesional en lo que hace, ama genuinamente su trabajo y no puede sacudirse de él ni siquiera en ciertas vacaciones prometidas a la familia. Grégorie ES, en el más amplio sentido del término, un productor de cine y no sabe, no puede, no quiere, hacer otra cosa. Por eso mismo, cuando la cinta pasa, abrupta e inesperadamente a la segunda parte, es dificil no quedar anonadado. El filme cambia de ritmo como cambia la vida misma, pero ésta tiene que seguir. Y con Doris Day ("Qué será, será") en la banda sonora, qué caray.