Vivimos en un país de contrastes y eso nos enriquece; es cierto. Pero también hemos construido una nación entre todos en la que sufrimos contravalores comunes que arruinan nuestra sociedad. El cinismo es uno de ellos. Podríamos poner muchos ejemplos, pero con pocos basta.
Populares y socialistas
El otro día entrevistaron en una cadena de radio al político popular González Pons, candidato del PP al parlamento europeo en las próximas elecciones, y ante la pregunta sobre qué le parecía la corrupción destapada en los cursos de formación para parados en Andalucía su respuesta fue de manual político profesional partidista. Según él, la señora Díaz, presidenta de la Junta, debía ponerse del lado de la justicia y colaborar en lo que fuera menester para que se supiera toda la verdad y los corruptos acabaran donde deben. Y lleva razón. Ahora bien, cuestionado por el asunto Bárcenas el asunto ya era otra historia. En vez de hablar de la evidente corrupción por los donativos de ciertos empresarios y del fraude fiscal consiguiente de su partido manejando dinero negro, y por ende de la misma exigencia a los responsables correspondientes de que fueran claros y colaboraran con la justicia, largó una parrafada para decir que todo el daño que el referido extesorero del PP le podía hacer al partido que representa ya lo había hecho. Y, más aún, envuelto en la bandera patriotera nacional, vino a decir que España tenía suficiente crédito en Europa como para que los casos de corrupción destapados en Andalucía con dinero comunitario no le afectaran en su imagen. ¿Cabe más cinismo? Y lo peor es que el periodista que le entrevistaba mantenía con él una charla entre risas por respuestas previstas.
La corrupción y el pueblo
El robo a mansalva del dinero destinado a formar parados para que puedan acceder al mercado laboral en mejores condiciones es de cárcel inmisericorde, además de la reparación consiguiente del roto económico con cuantos medios puedan disponer los ladrones. Y, la responsabilidad política de los sucesivos gobiernos socialistas en Andalucía debería llevarles a no ganar unas elecciones en muchos años. Lo mismo debería ocurrir con la confianza de los actuales y pasados dirigentes del partido en el gobierno de la nación. Si quienes deben velar por la solidaridad nacional y, por lo tanto, por la exigencia general de pagar impuestos, se han dedicado, cosa que pocos dudan, a pagar con dinero negro obras en su sede, además de repartirse sobres opacos como complementos de sueldo, no podrían ganar unas elecciones nunca en un país serio. Ni siquiera presentarse en unas listas para gobernar a quienes estafan. Pero, desgraciadamente, los socialistas gobiernan en Andalucía a pesar de haberse destapado antes de las últimas elecciones autonómicas la corrupción que ya investigaba la ejemplar jueza Alaya. Y, para colmo de la desesperanza en la regeneración política, muchos votantes del centro derecha español expresan en privado que volverán a votar a los populares a pesar de todo lo que llueve y ha llovido porque, dicen, más vale malo conocido que bueno por conocer. Es decir, sabemos que son malos pero mejor eso que otra cosa porque en todo caso son nuestros malos. Un ejemplo de forofismo político que nos lleva por los caminos de esos contravalores que decíamos, con el cinismo como bandera real rojigualda.
Gobernantes
Como consecuencia de ese cinismo, el señor Rubalcaba sigue siendo el líder del PSOE después de haber estado en medio de tanto asunto turbio en los últimos decenios. Y el señor Rajoy es el presidente del gobierno incontestado por la mayoría de sus correligionarios después de estafar a sus votantes haciendo todo lo contrario de lo que prometió, y por lo tanto contrató, en su programa electoral. ¡Hasta su padrino Aznar se lo criticó públicamente!; que tiene tela.
Comunistas
Y por lo mismo que el señor Cayo Lara, líder de IU, puede decir sin sonrojo que si hubiera una república la voz la tendría el pueblo en lugar de los banqueros. Como si en Francia, Alemania, EEUU o Italia, por ejemplo, las cosas fueran de otra manera a ese respecto. Pero claro, tal vez se refería a una república comunista de partido único. Y en efecto, en ellas la voz la tienen los que mandan en el régimen y no el pueblo, tal y como ocurría en la desaparecida URSS o sucede en Cuba, etc. Y nadie relevante ni medio de comunicación alguno le dice nada de eso en este país de contravalores; aunque solo fuera que nos hablara de honradez, trabajo y bienestar común, que sería perfectamente defendible desde su óptica, ¿por qué no?, pero que se deje de enarbolar banderas de libertad y democracia, que le son impropias y muy lejanas a su ideología real comprobada donde gobiernan. O que exija explicaciones o deje de apoyar a un gobierno en Andalucía en el que tienen mil rotos en los cajones por donde maman impunemente tantos desalmados.
Nacionalistas
Igual podríamos decir de los diversos independentistas. Me cuesta creer que el conservador Mas y su homónimo vasco, Urkullu, defienda de verdad y no para conseguir dinero y otras prebendas un derecho a decidir, que no es sino una forma de derecho asambleario en el que cualquier parte podría separarse de su todo cuando quisiera. Este año nos sentimos españoles, o catalanes, o vascos, o de nuestro pequeño pueblo; y el que viene, si nos enfadamos por algo, nos vamos con la música a otra parte y en paz. Sería cuestión de hacer propaganda interesada con dinero de todos y un referéndum. Cinismo, desfachatez y desgobierno en estado puro.
Los ciudadanos
Y esa es la música que suena a todas horas en esta malhadada España. ¿Lo peor?, pues que la sociedad parece que baila a gusto con ella en lugar de apagarla para siempre. Si no, no se entiende. O, quizás, solo sea cuestión de inmadurez política. ¿Lo mejor? Se me ocurre que la esperanza de un cambio profundo, que es lo último que deberíamos perder.