El Clásico de la Semana: "Shadows"

Publicado el 12 marzo 2012 por Fimin

No podía ser de otra forma, tras el personal homenaje brindado por Daniel Naranjo a John Cassavetes, ahora nuestro colaborador nos destaca "Shadows" como clásico de la semana. Es el particular canto de amor de filmin al padre del auténtico cine independiente americano.

Shadows, primera cinta, y tal vez una de las más influyentes de toda su carrera. Filmada en 16 mm, en blanco y negro, tuvo un parto bastante complicado, como toda ópera prima. Primero; porque Cassavetes debió filmarla dos veces, ya que no quedó conforme con la copia anterior. Obviamente, él nunca antes había rodado una peli. Todo sucedió en un tono bastante amateur e improvisado. Segundo, los actores se encontraban en otros proyectos, y entre los protagonistas no quedaba mucha química, tras un fallido romance durante la filmación anterior. No querían volver a repetirla debido a las difíciles circunstancias del rodaje. La peli pasó sin pena ni gloria, hasta que fue seleccionada en Festival de Venecia, la cual la catapultó como un éxito en los circuitos alternativos y fue nominada a varios premios de la academia británica. Este “seudo” lanzamiento, hizo que Cassavetes fuese reconocido como uno de los mentores del cine underground y, desde ese instante, su nombre se asoció directamente con los de la emergente contracultura neoyorquinade ese entonces.

Seguramente, si Cassavetes hubiese filmado Shadows en Europa, lejos de guerras frías, leyes anticomunistas, y excesivos sentimientos chovinistas, la historia habría sido bastante distinta y otro gallo hubiera cantado. En ese año (1959, año de su producción) en el viejo continente, emergía la primavera del nuevo cine europeo: la Nouvelle Vague, con cineastas tan importantes como: Truffaut y sus “Los 400 golpes, o Godard con “Al final de la escapada”. Discursos disidentes que se manifestaban en contra el clásico formato americano, y contaban con presupuesto y distribución en salas de cines. Todo lo contrario de Cassavetes, que no tenía un duro. Shadows costó la absurda suma de $40.000, presupuesto irrazonable para una cinta americana.

Filmada con alumnos formados en sus talleres de interpretación en pleno centro de la Big Apple; la cinta es un homenaje a la cultura Beatnik, el jazz negro y a la figura del outsider como protagonista. Aquí Cassavetes, inexperto, y neófito cineasta, coge la cámara de manera naturalista, y consigue un registro casi documental, casualmente producto de su inexperiencia. Sólo se dedica a seguir a sus personajes y a sus rostros.

No le interesa respetar las formas, ni los academicismos del lenguaje cinematográfico. No es un erudito en el cine, ni pretende serlo, le da más importancia a una interpretación sincera de un actor, que a un buen travelling o a un definido contra picado. Para él, el cine son sus actores, no tiene un guión acabado, pese que escribía todo el día, prefiere improvisar en la dirección y diálogos con ellos.

La cinta narra la relación de tres hermanos afro americanos con pretensiones artísticas en el under ground neoyorquino, pero de diferentes colores entre sí. A pesar que la película habla del racismo como eje narrativo, esto es sólo un pretexto para hablar de temas que, más adelante, definirán su prolífica, y a veces irregular, filmografía: La marginalidad social y existencial, la familia, la individualidad, las máscaras humanas, el teatro, son, entre otros, los conceptos que marcarán su estilo y crearán su propia marca en el celuloide. .

Sin duda, uno de los aspectos mas relevantes es su trabajo con los actores; no obstante sus personajes llevan el nombre de quienes los interpretan. De esta manera rompe esa barrera Stanislavskiana del Sí condicional. Los enfrenta a la máxima tensión emocional en cada secuencia de la cinta, y no les permite relajarse ni un segundo. El quiere verdad, no quiere interpretaciones falsas ni personajes. Los quiere a ellos frente a la cámara, desnudos luchando contra sus emociones. Con sus primeros planos quiere penetrar sus rostros e indagar en el por qué de sus conductas y relaciones.

Cassavetes los ve como sombras que pululan de un estado a otro, en medio de una oscuridad existencial y emotiva, que no les permite reflejar lo que sucede en su interior. Perdidos. Sin una dirección clara a seguir. El milagro se produce cuando abre el lente de su cámara, y esas máscaras, cubiertas de sombras, llamados rostros, encuentran la luz y salen por un segundo, lo que dura un fotograma, de esa eterna oscuridad.