El Club De La Lucha Cae Por Knock Out

Publicado el 17 diciembre 2014 por Albertoiglesiasfraga @revistaroulette
Volver a ver El Club de la Lucha es, en el mejor de los casos, un placer culposo. Un filme violento y gratuito, donde los personajes tienen permiso de golpearse y ligar unos con otros sin mayores tapujos. Al mismo tiempo, es un filme fascinante, en el cual la crítica a la cultura norteamericana adquiere ribetes de discurso político, sobre todo cuando Tyler Durden recita las reglas del club ante una jauría de hombres salvajes, dispuestos a dejarse la carne en el cemento donde se dan las peleas.

Chovinista, machista y delirante, El Club de la Lucha no deja de ser una gran película. E incluso es posible que sea un gran filme justamente debido a este carácter intolerante. Mientras que Cornelius, el personaje que interpreta Edward Norton, es perfectamente convencional y estereotípico, el encanto del filme comienza cuando conocemos a Tyler, esa contra parte excéntrica que le da dinamismo a la película. Desde el primer encuentro, la dupla se enfrenta a golpes, dándole un giro inesperado a lo que parecía una narrativa ingeniosamente sosa.

Su gran fallo: el final

El defecto del filme es, irónicamente, su final soso. Acostumbrados como estamos los espectadores actuales a las famosas vueltas de tuerca de los personajes engañadores, estos mecanismos narrativos resultan insoportables en un filme de la categoría del que hablamos. El final de El Club de la Lucha, podría haber salido de un capítulo de Los Simpson, de Southpark o hasta uno de Las Chicas Superpoderosas, en el que todo ha sido un sueño o en este caso, el delirio de un loco. Mucho más rico hubiera sido que todo hubiera sido real, que los conspirados realmente quisieran destruir el sistema financiero norteamericano y que el equivalente al movimiento hippie de los sesentas, fuera El Club de la Lucha del 2000. Pero no ocurre así, y en ese sentido, y en muchos otros, El Club de la Lucha es un film fallido, que equivocó en muchas decisiones y que dejó las ganas para desfacer el entuerto. Los defectos que habíamos llegado a perdonar, como la violencia gratuita y el hedonismo de los personajes, regresan ahora para perseguirnos, a tal punto que el disparo que se pega Cornelius resulta absurdo.

En otro filme del mismo año, Belleza Americana, se criticó muy duramente que se eligiera a Mena Suvari en un papel de adolescente cuando ya tenia más de 20 anos. A muchos, dicha elección llegó a aguarles la película. Lo mismo ocurre con El Club de la Lucha, en la cual un final mal elegido, puede llegar a aguarnos la totalidad del filme. Sin embargo, si logramos superar estas limitaciones nos encontramos ante una historia brillante, llena de una sensibilidad violenta al mejor estilo de Quentin Tarantino. Este filme es una dura crítica a la sociedad norteamericana, a sus sueños de opio y a sus falsedades; razón suficiente para convertir a El Club de la Lucha en un filme imperdible, que debe formar parte de toda videoteca que se respete.

Para comprobarlo basta pensar en la obsesión de Cornelius con sus objetos de Ikea, o recordar el sermón casi religioso que profiere Tyler. Aquél en el cual acusa a la sociedad moderna de habernos prometido que seríamos estrellas de rock para en realidad despojarnos de lo que Tyler considera nuestra humanidad: la capacidad de pelearnos. La metáfora de la lucha como esa cualidad que ha perdido nuestra generación y que explica nuestra desidia, nuestro desinterés por la vida y por la muerte, nuestro aburrimiento diario; hacen de El Club de la Lucha, uno de los filmes predilectos de la Generación X y uno de los DVD mejor vendidos de todos los tiempos, manteniéndose entre los 50 más vendidos después de una década.

ARTICULO FIRMADO POR LUCHO CAS
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