El narrador se encuentra con el misterio de manera muy novelesca, casi siempre gracias a sus relaciones sociales. Aquí lo importante no es la coherencia, sino la sorpresa permanente lograda con frecuencia con escenas surrealistas, descritas siempre desde el punto de vista de una persona con pensamiento racional, que no es capaz de aportar esa originalidad mental que sí tiene su amigo Basil, alguien que jamás se altera ante las situaciones más estrambóticas, pareciendo siempre ir un paso por delante del presunto misterio. Es una especie de falsa locura la que le permite ver las cosas tal y como son y no su apariencia a primera vista, como las ven el resto de personajes. Su frase favorita es "los hechos a veces oscurecen la verdad" y al final sus excéntricas especulaciones detectivescas son las que se van a llevar el gato al agua. Claro, que el club que está implicado en cada uno de los casos tampoco funciona de una manera socialmente comprensible.