Con lo poco que me gustan los números (frío resumen de una realidad que ignora otros condicionantes del deporte), tengo la sensación de traicionarme un poco con este artículo, porque algunos números sí que se verán. El tema surge cuando me pongo a revisar por casualidad las tablas de anotadores, reboteadores y asistentes de la NBA actual.
¿Tiene que sorprenderme que un jugador de 34 años comparta el liderato en la lista de asistentes de una competición tan exigente como ésta? En principio sí, porque la historia y la lógica dicen que a partir de los 30 el cuerpo no responde a las exigencias físicas de manera tan eficiente. De acuerdo, podíamos argumentar que para dar asistencias no hace falta tener el físico de Mr. Proper, y no afirmo eso, pero un mínimo de capacidad atlética de base para un correcto desplazamiento, una resistencia física para evitar el agotamiento - que sí impide tener mejor visión - eso seguro que se hace harto necesario. Salvando el caso de los atletas de fondo - cuyo cénit físico se alcanza a partir de esas edades, y hasta los 38 o 39 años - que tienen una fisionomía muy peculiar, acorde a esas exigencias tan diferentes a las de un jugador de baloncesto, el resto de casos son excepciones a una regla no escrita, pero que repercute en todo hijo de vecino: después de los 30 comienza el declive físico (aunque me pese, que me pilla de lleno).
Después de este preludio - parezco mi antiguo profesor de educación física - trataré de exponer el quid de la cuestión:
Steve Nash (35, cumplirá 36 el mes que viene) y Chauncey Billups (33) están cuajando sendas temporadas sobresalientes, tanto a nivel individual como colectivo. Ambos son piedras angulares de sus equipos y, dados los casos, podrían identificarse como aquellos jugadores para los cuales las trayectorias de sus respectivas franquicias no serían ni mucho menos iguales a las que son actualmente de no pertenecer ellos a las mismas. Aquellos que dan sentido al juego de Suns y Nuggets, los jugadores-pegamento de los que hablé en su día. Ambos pasan de la treintena, ambos jugadores franquicia, y curiosamente, ambos han sufrido esa explosión de lucidez baloncestística a partir de una cierta edad. Con ellos adquiere sentido el dicho "han mejorado con los años, como el buen vino". Y a las pruebas me remito:
Edad PPP APP RPP
Steve Nash 20 a 29 12.5 6.0 2.6
+30 17.3 10.9 3.5
Chauncey Billups 20 a 29 14.3 5.1 2.9
+30 17.4 6.6 3.0
Pueden tratarse de excepciones de una regla impuesta por la propia naturaleza, o la consecuencia de haber alcanzado ese punto de madurez-lucidez que pocos disfrutan tras varios años "ganándose la confianza" del personal. Me pongo a buscar casos similares en la NBA actual y se complica el asunto. Por ahora, el único que cumple el patrón de Billups y Nash es un jugador condicionado por su procedencia: Stephen Jackson. El swingman de los Bobcats tiene un amplio bagaje como viajante - journeyman dicen allí - porque a sus 31 años ha pasado por los Nets, Spurs, Hawks, Pacers, Warriors y Bobcats. Es decir, estabilidad, lo que se dice estabilidad, ha tenido poca. Acumulando tantos puntos en la tarjeta US Airways Plus es complicado realizar unos números aceptables durante tanto tiempo. Bajo esta circunstancia, tiene doble mérito su historial estadístico:
Edad PPP APP RPP
Stephen Jackson 20 a 29 15.4 3.2 3.8
+30 20.4 5.4 5.0
¡Vaya! El bueno de Stephen Jackson, promediando un 20-5-5 con su treintena cumplida. No está mal para un jugador que nunca gozó del reconocimiento merecido... ¿Y esto cómo va? ¿Suma y sigue? Los Bobcats, de su mano, están haciendo un temporadón, a la chita callando, con un equipo más que una suma de jugadores. A lo que iba: otro miembro del Club del Buen Vino.
Pero sin duda el jugador estrella del distinguido Club es Alex English. Sus estadísticas podían haber llegado a ser escandalosas de haber jugado hasta los 27 de la manera en que lo hizo a partir de esa fecha. Igualmente:
Edad PPP APP RPP
Alex English 20 a 29 18.4 3.2 6.6
+30 24.0 4.0 4.5
Traduzco: prefiero pensar que pertenezco al Club de Buen Vino, como los ejemplos mencionados, y a los hechos me remito.