Publicación: Barcelona: Suma de Letras, 2000
Descripción física: 559 p., 18 cm.
ISBN: 84-95501-00-7
Serie: Punto de lectura; 1/1
CDU: 821.134.2-31"19"
Signatura: N PER clu
LOS LIBROS DENTRO DEL LIBRO
Exceptuando las dos primeras entregas del capitán Alatriste y más recientemente "El húsar", hasta ahora no había leído nada más de Arturo Pérez-Reverte; hasta que el otro día en casa de mi hermana me topé con esta novela...
Argumento y personajes
Como dice textualmente la contraportada del ejemplar que he leído, descifrar el misterio de un libro que invoca al demonio, del que sólo quedan tres ejemplares en el mundo y que fue quemado en 1667 por la Inquisición junto con su impresor, se convirtió para Lucas Corso, comprador de libros antiguos por encargo, en una peligrosa aventura. Pero por si esto fuera poco, un capítulo manuscrito de "Los tres mosqueteros", de Alejandro Dumas, entra en escena y se entremezclan las historias para dar origen a un apasionamente thriller al mejor estilo de Arturo Pérez-Reverte.
La historia comienza cuando Enrique Taillefer, un coleccionista y bibliófilo, encarga a Flavio La Ponte vender el manuscrito El vino de Anjou, que supuestamente es un capítulo de Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. Pero como la novela ha comenzado con Taillefer misteriosamente muerto (aparentemente se ha suicidado), a la operación de venta se une el comprobar si se trata de un manuscrito auténtico. Aquí entra en acción Lucas Corso, que es todo un experto en libros y desde luego mi héroe, porque anda que no sabe (y encima seguro que ni le ha hecho falta pasar por la Escuela de Biblioteconomía).Por otra parte Varo Borja, un millonario también coleccionista de libros, le encarga a su vez a Corso que compare su ejemplar de Las nueve puertas con los otros dos ejemplares que se supone que se conservan en todo el mundo, después de que todos los demás hayan ardido en la hoguera junto con su autor por orden de la Inquisición. Las pesquisas de Corso en busca de pistas que ayuden a esclarecer estos misterios nos llevan a lugares como Madrid, Lisboa, Sintra, Toledo o París.
En cuanto a los personajes, como habréis podido adivinar el protagonista es Lucas Corso, bibliófilo hasta la médula y erudito a más no poder. Aunque nuestro cazador de libros dice muchas veces a lo largo de la novela que lo suyo es sólo trabajo, y que lo que hace lo hace por dinero, a mí personalmente me da la sensación de que disfruta estando en contacto con los libros. Pero no sólo por tenerlos cerca, sino también leyéndolos; y de hecho la novela nos ofrece continuas referencias a obras que él ha leído y cuyos pasajes en algunos casos conoce de memoria.Es un personaje un poco desaliñado, muy dado a empinar el codo (le da a la ginebra, concretamente) y algo huraño, pero tiene algo que hace que me caiga bien. Además también comprobaremos que tiene su corazoncito, como cada vez que recuerda a Nikon, una antigua amante con la que compartió momentos muy especiales.
Liana Taillefer es la viuda de nuestro bibliófilo suicida, que en un primer momento no parece ni demasiado afectada por la muerte de su marido ni tampoco demasiado interesada en su patrimonio bibliográfico, pero muy poco después veremos que las cosas no siempre son lo que parecen...Por otro lado tenemos lo que yo he denominado el grupo libresco, que incluye tanto a Enrique Taillefer (aunque ya veis que su aparición es más bien breve) como a Varo Borja (el afortunado bibliófilo que posee un ejemplar casi único en el mundo; el sueño de cualquier amante de los libros, vaya), Flavio La Ponte (amigo personal de Corso y con el cual en algunos fragmentos de la novela me he reído un montón por las contestaciones que tiene a veces), Boris Balkan (con el cual Corso se pone en contacto al seguir las pistas de la supuesta obra de Alejandro Dumas, y que le da varios consejos muy útiles para ayudarlo en sus investigaciones bibliofílicas) y la baronesa Frida Urgern (propietaria de otro ejemplar de Las nueve puertas y que personalmente me dio un poco de mal rollo porque según leía me daba la sensación de que en cualquier momento se iba a transformar en un vampiro o algo así...).
También conoceremos a una misteriosa joven que se hace llamar Irene Adler, como uno de los personajes de Conan Doyle, a la que Corso conoce en una tertulia literaria y con la que se volverá a encontrar en su viaje a Portugal. Según ella misma dice, hace su aparición para cuidar de él.Hay otros personajes que también podrían incluirse en el grupo libresco, pero quiero hacer mención de ellos aparte porque aparte de Lucas Corso, han sido los que mejor me han caído de toda la novela. Se trata, por un lado, del librero Victor Fargas, un bibliófilo portugués propietario de otro de los tres ejemplares existentes de Las nueve puertas. Por circunstancias personales se ve obligado a vender, cada cierto tiempo, algún libro de su valiosa biblioteca, y mientras leía llegué a sufrir tanto como sufre él cuando sabe que se acerca el momento en el que tiene que elegir un nuevo ejemplar para su "sacrificio". Y por otro lado, por último, tenemos a los hermanos Ceniza, impresores toledanos, cincuentones y grises como su apellido, expertos en reproducir libros antiguos y también maestros en la detección de falsificaciones. El capítulo en el que Corso va a visitarlos para que le confirmen la autenticidad de uno de los ejemplares de Las nueve puertas lo disfruté como una enana cuando empiezan a compartir con nuestro cazalibros sus teorías del tipo de papel, la encuadernación, la tipografía...
Vamos al lío
Como vemos, la historia no es complicada en un principio: por un lado, Lucas Corso debe encargarse de vender el supuesto manuscrito de Alejandro Dumas, y por otro averiguar si uno de los ejemplares de Las nueve puertas es auténtico o no. Sin embargo, la cosa se va liando y las dos historias se van entrelazando poco a poco; y no sólo llevan a Corso de un lugar a otro, sino que en más de una ocasión ponen en peligro su vida.
Además del supuesto suicido de Enrique Taillefer, otros sucesos de la misma índole harán temer a Corso que la cosa es bastante más complicada de lo que él había pensado en un principio; y eso que por su profesión está más que acostumbrado a estas complicaciones. Aunque esto en realidad queda muy novelesco, porque no conozco yo a ningún bibliófilo que haya estado a punto de morir por culpa de un libro... Es un poco como cuando hay gente que ve películas de Indiana Jones y decide que quiere dedicar su vida a la arqueología (y claro, los arqueólogos de verdad se parten de risa); en el caso de los libros, que es un mundo que tengo un poco más cercano, lo más peligroso que te puedes encontrar, cuando te mueves entre libros antiguos, por lo general suelen ser bichos y polvo, más que otra cosa...No os puedo contar nada sobre los sucesos, porque si no os destriparía el libro a los que no lo hayáis leído, y no es plan. Pero a medida que vas leyendo van pasando más y más cosas, cada vez más descabelladas y más peligrosas. Además, el autor hace continuas referencias a los mosqueteros, y veremos cómo Corso le acaba atribuyendo a cada persona, según su comportamiento y su papel en la historia, uno de los personajes correspondientes de la novela de Dumas.
Por supuesto, además de la historia en sí, en mi caso lo que más me ha gustado han sido todas las partes en las que salen a relucir aspectos bibliográficos, de historia del libro, de características de los libros (papel, tipografía, marcas de agua, tintas) según las épocas en las que fueron impresos... Ya os decía antes que uno de los capítulos que más disfruté fue el de la visita de Corso a los impresores toledanos, los hermanos Ceniza (Pedro y Pablo, como en Los Picapiedra). Si las cuestiones técnicas de los libros no te interesan ni lo más mínimo puede que te aburras, pero a mí eso de que me cuenten cómo los impresores reconocen la época de una encuadernación por el tipo de piel o por los lomos, o la imprenta de la que ha salido un libro por sus marcas externas, es algo que siempre me ha llamado mucho la atención.Otro capítulo que también me gustó, aunque quizá un poco menos porque el personaje en cuestión sufría bastante, es el que se desarrolla en Sintra, cuando Corso va a visitar a Victor Fargas y el pobre bibliófilo lo pasa fatal cuando le cuenta que su método de subsistencia es deshacerse, cada cierto tiempo, de uno de los valiosísimos libros de su enorme biblioteca. Yo que sufro cuando veo en el autobús que alguien dobla la esquina de un libro para saber dónde ha dejado la lectura, no quiero ni pensar en los malos ratos que pasaría si, como el señor Fargas, me tuviera que enfrentar a la difícil situación de tener que elegir uno de mis libros para venderlo...
Y siguiendo con cuestiones bibliófilas, también me ha gustado mucho cómo Pérez-Reverte va detallando los avances de Corso respecto a los tres ejemplares de Las nueve puertas que tiene que cotejar para comprobar su autenticidad; para alguien a quien estos temas no le llamen la atención seguramente resultará un tostón, pero a mí me encantó eso de ver los cuadros comparativos de los tres libros que va elaborando Corso:
- de ilustraciones, con sus semejanzas o diferencias
- de números y letras
- de tipografías y prensas
- de otros detalles significativos, como que en una lámina un anciano lleva una llave en la mano izquierda en uno de los ejemplares, y en el otro la lleva en la derecha.
Son de hecho cosas que nos contaban en la carrera, en la asignatura de fondos bibliográficos antiguos, y con lo que me gusta eso de fijarme hasta en los detalles más pequeños, recordar todo eso me hizo bastante tilín. Vamos, que aquí no puedo más que darle un aplauso a Pérez-Reverte porque desde luego se ha documentado perfectamente para escribir sobre esto (o es también un erudito bibliófilo y no le ha hecho falta documentarse tanto en realidad).Y si a esto le sumamos que detrás de esta trama nos encontramos con que en realidad Las nueve puertas no es ni más ni menos que todo un tratado para invocar al diablo, la emoción está servida.
Conclusión
Como ya comentaba al principio, la razón principal por la que me animé a leer este libro fue porque me topé con él en las estanterías de mi hermana; bueno, quizá fue él quien se hizo ver... Pero también tenía la idea remota de que se trataba de un libro que precisamente habla sobre otros libros, y eso para mí es toda una tentación.
He disfrutado mucho leyéndolo, y de hecho una de las cosas que me gusta de Pérez-Reverte es que tiene un manejo impecable del lenguaje y que redacta creo que estupendamente bien; me he encontrado alguna cosilla como guiones partiendo palabras por sitios por donde se supone que no deberían partirse; y algún leísmo suelto; pero normalmente suelo leer poniendo atención en las posibles erratas y quitando esas pequeñas cosas, aquí no he encontrado ninguna barbaridad.Lo que me ha dejado un poco sin palabras de esta novela ha sido su final, porque después de tenerte con la intriga durante tantas y tantas páginas, cuando por fin se resuelve la cosa te quedas (al menos en mi caso) con cara de idiota pensando: "¿Y tanto rollo para esto?". Pero como los gustos son libres, lo que a mí me ha dejado un poco chafada puede que a otra persona le parezca estupendo, así que desde luego recomiendo la lectura de este libro que tan buenos ratos me ha hecho pasar.