Nadie contestó a esto, aunque el ambiente general de la sala estaba un pelín enrarecido. Tras un corto silencio, prosiguió el Thorkemade:
-Además, ¡existen muchas maneras de acallar a los escépticos! No se puede demostrar que Dios no exista… ¡Pero si se puede demostrar que existe de manera innegable! -¿Cómo? –Pregunté. -Mediante las vías de Santo Tomás –Dijo él. Por ejemplo, la causa incausada. -¿Por qué tiene que haber una causa incausada? Platón está ya muy desfasado –Contesté. -Estaba ya desfasado en mi tiempo, recuerdo –Dijo Juan. Yo prefería al gran Aristóteles, que era menos fantasioso. -Pues el impulsor del primer movimiento –Siguió Benedicto. -Nada puede demostrar que no haya movimientos anteriores –Refuté. -En efecto –dijo Satán –se dice de mí que soy eterno y, sin embargo, también hubo un movimiento anterior a mí, que fue además mi causa: la Iglesia. Por lo tanto no hay nada que nos conduzca a pensar que alguno de los movimientos no tuvo uno anterior. Puedo además citar más ejemplos: los números son también infinitos, pero fueron creados por los humanos; y, por lo tanto, también necesitaron de una causa anterior que impulsase el movimiento de haber creado las matemáticas. Sigue en sus trece el Inquisidor: -Pues puedo aún ir más atrás, con el Argumento Ontológico de San Anselmo: “Yo tengo en mí la idea de un ser absolutamente perfecto y, como yo no soy perfecto, esa idea tiene que venir de fuera de mí. Por lo tanto, Dios existe”. -Interesante era esa argumentación en el siglo XI –dije –pero: “Yo tengo en mí la idea de una vaca voladora y, como yo no soy una vaca voladora, esa idea tiene que venir de fuera de mí. Por lo tanto, la vaca voladora existe”. (Risas) -Pero… ¡estás diciendo puras sandeces! –Replicó Benedicto. -¡Demuéstrame que la vaca voladora no existe! –Dijo Satán. (Más risas) -Pues que no se ha visto jamás una, y sería posible verlas si existiesen –Contestó el alemán. -Lo mismo podríamos decir de mi Jefe, que no se presenta ni por su casa, que es el Cielo –dijo San Pedro. -Lo mismo puede decirse de aquello que yo nunca vi –dijo Juan el Anciano –y que narré como una historia que tenía por objetivo ser disfrutada, no creída.
-Lo mismo podría pensarse del Padre que, según todos, tengo; y que trasladó a mi verdadero progenitor el apodo de “padre putativo” –dijo Jesús, que prosiguió así: la ley que yo observo, que es la judía, me obliga a honrar a mi padre y a mi madre. Pero, me hallo en la situación de no poder honrar a mi madre, pues todos piensan que fue virgen cuando yo nací; ni a mi padre, pues todos piensan que es otro. Aquí yo soy el que recibe por todos lados. He de decir, además, que yo observo la Ley en su plenitud. Y ello me prohíbe la idolatría, lo digo por lo de crear cultos nuevos. ¡El que diga que quise crear una nueva religión está defendiendo, a su vez, que el creador de su culto fue un pecador de su propia religión!
Continuará el próximo sábado 04 de enero