Por el mismo tipo de incuria que se llevó por delante el Johnny o que tiene atenazado al Café Central, y en una onda expansiva de decisiones disparatadas y mezquinas, como la de rebautizar la estación de metro de Sol (¡y hasta la línea 2 al completo!) añadiéndole el pegote nominal de una compañía telefónica, le llega ahora el aviso de extinción a uno de los sitios más característicos y cargados de historia de Madrid: el Café Comercial, corazón de la glorieta de Bilbao y de todo el barrio circundante. Junto con el Gijón, que hace unos años pudo zafarse de una condena similar, es de los pocos supervivientes de una época y un pulso de la ciudad ya aparatosamente trastocados.
Y el caso el es que el Comercial parecía (era) un espacio vivo hasta casi anteayer mismo, en que aún pudimos compartir un buen café y unas horas de charla con un grupo de amigos. Un lugar que sin duda ha de provocar, entre quienes lo hemos frecuentado (con mayor o menor asiduidad, según las épocas), recuerdos muy similares, al menos entre los que tenemos una edad parecida. Y que permanecerá siempre unido a muchas imágenes concretas, como la del poeta Tomás Segovia, que aparece en la foto sentado en la misma mesa donde le vimos tantas veces. Sin olvidar, aunque rocen lo obvio, aquellas secuencias de La colmena, tantas veces comentadas, y en las que con mucha gracia y no poca melancólica sorna se recrea la vida en los cafés (ver vídeo abajo).
Esta sentencia de muerte sobre un viejo rincón madrileño, si finalmente se cumple, arrastrará consigo un trozo grande de la memoria urbana de una ciudad que no cesa de recibir heridas. Tal como se están poniendo las cosas (y las "codas", según me quería avisar la errata previa), se va haciendo necesario imaginar y poner en práctica algún modo de legítima defensa.
Foto de Tomás Segovia en El Comercial, en 2011, tomada de aquí.