Aparte de los cereales “de la tierra”, insuficientes para satisfacer las necesidades del consumo pese a la implantación del cultivo del maíz, el abasto de granos panificables a la villa de Santander y a las localidades del entorno de su bahía tuvo, a lo largo del siglo XVII, dos procedencias fundamentales: Castilla la Vieja (trigo y cebada) y Francia (trigo, centeno y cebada). Desde la época medieval la villa de Santander había tratado de garantizarse el abasto de trigo castellano. Para ello los regidores santanderinos habían impuesto a los arrieros y trajinantes de la Meseta que venían a cargar mercancías -pescados, sobre todo- en el puerto y plaza de la villa, “por la falta e poco pan que en ella se coje”, la costumbre, recogida en el acta municipal del 10 de marzo de 1574, de “que todas las bestias mulares que a ella binieren para llebar carga de ella al reino de Castilla … , truxesen, para probisionamiento de la dicha villa, vezinos y estantes en ella, hanega y media de trigo por cada bestia mular, y por cada ro~in o bestia asnal una hanega de trigo (24 ). La medida, no siempre respetada ni cumplida por los arrieros castellanos, hubo de complementarse con otras coyunturales, entre las que destacaron los convenios para la aportación de granos a Santander por parte de los mercaderes de lanas burgalesas
EL COMERCIO DE CEREALES EN LA VILLA DE SANTANDER EN EL SIGLO XVII Revista Altamira nº54
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