Revista Opinión

El comodín del populismo o por qué nos gustan los villanos

Publicado el 22 noviembre 2018 por Vigilis @vigilis
Llevamos años tratando de explicarnos cómo es posible que en el periodo de mayor prosperidad y seguridad que ha conocido el ser humano surjan movimientos que pretenden volcar la mesa y tirar el tablero. En un reciente debate de la Fundación Munk entre Steve Bannon y David Frum, el primero situaba el origen de la actual corriente populista en el inicio de la crisis de 2008: los estados, según Bannon, protegieron a la élite económica antes que al peatón y el populismo vendría a ser una respuesta defensiva del peatón frente a la élite.
Es una explicación conocida y compartida por muchos: las viejas clases medias en el mundo desarrollado han prosperado a un ritmo menor que las nuevas clases medias en el mundo en vías de desarrollo, que es básicamente la China roja y las zonas de frontera con el mundo libre. Esta falsa sensación de pérdida unida a la nueva prosperidad de países que salen de la pobreza y que por tanto son capaces de aumentar sus flujos migratorios pone a nuestras poblaciones a la defensiva y la gente cuando está a la defensiva es porque se siente amenazada. Cuando una persona está amenazada su cuerpo activa mecanismos automáticos de defensa que básicamente son los de huir o contraatacar (esto sería otro tema pero hay quien sugiere que a día de hoy hemos roto este mecanismo: al no estar expuestos a amenazas nuestra defensa automática está estropeada y eso explica que normalmente nos quedemos paralizados sin saber cómo actuar).
Me gusta el análisis narrativo, el análisis de cómo el hombre cuenta historias, por eso con una pizca de imaginación y perspectiva puedo ver este problema del populismo como una historia. Y esta historia comparte características con muchas otras historias que nos llevamos contando desde hace un porrón de siglos. Otra cosa que me gusta hacer es poner en relación cosas que no tienen relación y entonces al pensar en el populismo pensé en Darth Vader, Lex Luthor, Vegeta o el Doctor Muerte.
El comodín del populismo o por qué nos gustan los villanos
En las historias que siguen el argumento de la epopeya del héroe no es raro que haya un antagonista, un villano. Es curioso porque en realidad las historias de héroes son las historias de los villanos. En la epopeya del héroe tenemos a un personaje que vive en su mundo y se encuentra con un problema que es incapaz de solucionar si no evoluciona. Una vez evolucionado el héroe regresa a su mundo inicial ya cambiado. Bien, el protagonista no es el héroe sino el problema que se encuentra el héroe, en muchos casos un villano. En La Guerra de las Galaxias el protagonista no es Luke sino Darth Vader. En El Quijote el protagonista no es el Quijote sino la locura de Alonso. En la Europa de la Segunda Guerra Mundial los protagonistas fueron los alemanes (en el Pacífico los japoneses). En Caperucita Roja supongo que ya intuís quién es el protagonista.
Mi punto: ¿y si parte de la explicación del atractivo del populismo tiene que ver con nuestra milenaria fascinación con el villano? Pensad conmigo: ser un héroe es aburrido. Si Willow no se encuentra con un bebé buscado por la hechicera jamás saldría de la aldea. Frodo podría pasarse la vida en su aldea de no ser porque Sauron era un buen joyero.
El villano es activo, el héroe es reactivo.
Todo héroe tiene la alternativa de quedarse sentado en su casa pero no lo hace porque hay un villano que previamente hizo algo que desencadena el problema y pone a funcionar la trama de la historia. Los malos hacen cosas.
El populismo tiene mucho de esto porque habla de hacer cosas, de buscar atajos, de soluciones sencillas a problemas complejos. Superman, héroe por antonomasia, es invencible y súper poderoso pero ante un problema no actúa sin ataduras ni contención. Cuando se enfrenta a unos malandrines no los quema vivos con sus rayos sino que los deja inconscientes y los entrega a unos agradecidos agentes de policía. Superman se pone límites éticos y por eso es el bueno.
Al comienzo de La Guerra de las Galaxias los buenos están en el senado presentando mociones. Los malos destruyen un planeta.
El comodín del populismo o por qué nos gustan los villanos
Hay una parte de nosotros mismos que no nos gusta reconocer: la parte que nos informa de cómo saltarse los límites éticos en ocasiones es deseable. De cómo eso nos reconforta porque pensamos que nos puede proteger mejor cuando nos sentimos amenazados. No se trata exactamente de querer ser el malo sino de actuar como el malo, sin límites, sin cortapisas para lograr un buen fin.
Ahora pensemos que nuestro actual sistema de democracia liberal aparece como respuesta al absolutismo y se confirma tras la guerra también como respuesta al totalitarismo. Es decir, nuestro sistema es el sistema de los límites. Es el tipo de sistema político que diseñarían Superman o Luke Skywalker, esos aburridos héroes.
Quienes defendemos la democracia liberal frente al populismo (las treinta y ocho personas en todo el planeta que la defendemos, no veo que seamos muchos más) partimos con esta desventaja inicial: la desventaja de las manos atadas. Somos los tipos aburridos, reactivos que decimos "esto no lo puedes hacer".
¿Cómo superar esta desventaja? Si me preguntas a mí estás realmente desesperado pero te respondería como respondería al autor de un cuento cuyo protagonista es aburrido o aparece desdibujado en comparación con el antagonista: mata a un personaje. No, espera, esto aquí no nos sirve. Rompe algo, cambia algo del mundo de tal forma que no haya vuelta atrás y que el protagonista se vea obligado a buscar otra zona de confort o que añada motivo e intención. Tienes que lograr que el protagonista no sea simplemente reactivo, tienes que conseguir que logre hacer cosas. Recuerda cuando Indiana Jones rescata a su padre y está a punto de llevarlo de vuelta a América pero necesita el diario que está en Berlín. El autor ahí cambia el universo del héroe y el héroe deja de estar a merced de lo que hagan los malos, toma las riendas de la historia.
El comodín del populismo o por qué nos gustan los villanos

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