La imagen perceptual que despierta esa potente atracción dispara asociaciones en la consciencia, que a su vez, generan una reacción energética, que vuelve a actuar como estímulo interno, realimentando el circuito. Todas estas tensiones y emociones son traducidas por la consciencia en una suerte de imágenes, que compilan estos impulsos de forma estructurada. De todas ellas, sin embargo hay una, de trato esquivo, que aglutina la representación física del sexo y, como resultado destilado desde la memoria de las relaciones ocurridas o no, un clima emocional de trasfondo. Esta imagen, personificada como complemento de nosotros mismos, es alegorizada por Diotima en “El Banquete”. No cuando le instruye a Sócrates sobre Eros, sino en el relato sobre Hermafrodito, en el que los seres humanos, en un estado previo, estábamos formados por un cuerpo duplicado en todo, pero con una sola cabeza. Los había de tres tipos en su composición, por hombre y mujer, por dos mujeres y por dos hombres. En una de las inacabables luchas, Zeus nos lanza su rayo y nos divide en dos, haciendo que cada parte ya solo pueda perseguir por siempre la otra mitad, que según el caso, será de sexo opuesto o del mismo. El reconocimiento del complemento es el encuentro con un modelo que imprime dirección a los actos, y por tanto, dejará huella en la actitud ante la vida. Así intuimos que pudo ocurrir con Sócrates, cuando hace dos mil quinientos años, podía expresar a Timeo algo tan fuera de su tiempo, como “Respecto a las mujeres, declaramos, que sería preciso poner sus naturalezas en armonía con la de los hombres, de la que no difieren, y dar a todas las mismas ocupaciones que a los hombres, inclusas las de la guerra, y en todas las circunstancias de la vida.” El complemento ha sido utilizado en el tantrismo, incluso desde mucho antes de que esta corriente se formalizara como tal. De forma diferente, también en la orgía dionisíaca. Pero escudriñamos si su búsqueda se dio antes y en puntos geográficos alejados de estas influencias. De alguna manera nos preguntamos por su universalidad. Y encontramos en el chamanismo algunos fenómenos significativos por diferentes latitudes, aunque no muy frecuentes, en los cuales la identificación con un modelo complementario del sexo opuesto supone una transferencia de papeles. (ver el texto completo en: Revista Faros de la humanidad)
La imagen perceptual que despierta esa potente atracción dispara asociaciones en la consciencia, que a su vez, generan una reacción energética, que vuelve a actuar como estímulo interno, realimentando el circuito. Todas estas tensiones y emociones son traducidas por la consciencia en una suerte de imágenes, que compilan estos impulsos de forma estructurada. De todas ellas, sin embargo hay una, de trato esquivo, que aglutina la representación física del sexo y, como resultado destilado desde la memoria de las relaciones ocurridas o no, un clima emocional de trasfondo. Esta imagen, personificada como complemento de nosotros mismos, es alegorizada por Diotima en “El Banquete”. No cuando le instruye a Sócrates sobre Eros, sino en el relato sobre Hermafrodito, en el que los seres humanos, en un estado previo, estábamos formados por un cuerpo duplicado en todo, pero con una sola cabeza. Los había de tres tipos en su composición, por hombre y mujer, por dos mujeres y por dos hombres. En una de las inacabables luchas, Zeus nos lanza su rayo y nos divide en dos, haciendo que cada parte ya solo pueda perseguir por siempre la otra mitad, que según el caso, será de sexo opuesto o del mismo. El reconocimiento del complemento es el encuentro con un modelo que imprime dirección a los actos, y por tanto, dejará huella en la actitud ante la vida. Así intuimos que pudo ocurrir con Sócrates, cuando hace dos mil quinientos años, podía expresar a Timeo algo tan fuera de su tiempo, como “Respecto a las mujeres, declaramos, que sería preciso poner sus naturalezas en armonía con la de los hombres, de la que no difieren, y dar a todas las mismas ocupaciones que a los hombres, inclusas las de la guerra, y en todas las circunstancias de la vida.” El complemento ha sido utilizado en el tantrismo, incluso desde mucho antes de que esta corriente se formalizara como tal. De forma diferente, también en la orgía dionisíaca. Pero escudriñamos si su búsqueda se dio antes y en puntos geográficos alejados de estas influencias. De alguna manera nos preguntamos por su universalidad. Y encontramos en el chamanismo algunos fenómenos significativos por diferentes latitudes, aunque no muy frecuentes, en los cuales la identificación con un modelo complementario del sexo opuesto supone una transferencia de papeles. (ver el texto completo en: Revista Faros de la humanidad)