El proyecto de Yolanda Díaz no es otra cosa que recuperar algo que existía en el inicio de Podemos y que Pablo Iglesias, Monedero, Errejón y otros insensatos destruyeron.
El embrión de Podemos era una rebeldía sana contra aquella España injusta, indolente e indecente que se precipitaba en la decadencia y el fracaso. En sus inicios, Podemos fue un movimiento espontaneo y fresco que ocupó los espacios públicos con sus acampadas y que despertaba la ilusión de millones de españoles, cansados de soportar a partidos políticos corrompidos y a mentirosos, sinvergüenzas y miserables en el poder. La gente llevaba regalos a aquellos jóvenes indignados, de los que esperaba un nuevo enfoque para España, maltratada por la chusma degradada del PSOE, el PP y los nacionalismos separatistas, todos ellos hijos del odio y la corrupción.
Pero llegaron los comunistas, expertos en apropiarse y prostituir los impulsos saludables del pueblo, y convirtieron aquel Podemos inicial, romántico, transversal y abierto a todos, donde cabían ideologías diferentes y en el que el denominador común era la indignación ante la sucia clase política, en una guarida comunista más con bandera roja incluida, cometiendo un error inmenso al privar a aquel movimiento, que bien conducido pudo haber ganado las elecciones, en algo sectario que apestaba a Kremlin y a banderas ensangrentadas del pasado.
Yolanda es comunista, más que Pablo Iglesias y su tropa de adláteres, pero también es inteligente y astuta. Sabe que sus predecesores castraron a Podemos al arrebatarle su transversalidad y su capacidad de acoger a muchos españoles inquietos y descontentos. Al hacerlo comunista, Pablo Iglesias y los suyos lo hirieron de muerte y lo convirtieron en un remedo del viejo Partido Comunista de España, que terminó uniéndosele y sumando a tipos como el actual ministro Garzón, un mediocre secuaz de Lenin, Stalin Carrillo y demás momias desacreditadas por la Historia.
El programa de Yolanda, que tiene todo el poyo y el patrocinio del mismo Pedro Sánchez, que necesita un aliado fuerte en la izquierda, que le permita gobernar sin tener que complacer a los insaciables separatistas vascos y catalanes y a los verdugos de BILDU, cuya alianza le produce un desgaste inasumible porque asquea a la la mitad decente de España, no es otra cosa que hacer lo contrario de lo que hizo Pablo Iglesias, cuando era él quien tenía el timón de Podemos. No va a exhibir comunismo en las televisiones, no va a asustar a los españoles de clase media, ni va a pontificar como un catedrático fracasado, ni va a comprarse un chalet, ni va a expulsar a los que no sean hijos de Stalin, ni va a utilizar el látigo. Ella no parecerá comunista, esconderá el látigo y lo cambiará por la pomada, aparecerá dialogante y se disfrazará de buena persona, pero sin perder jamás la esencia comunista que oculta en el baúl de su alma.
Ha aprendido de Pedro Sánchez que hay que pactar con el diablo, si eso ayuda a gobernar, y también a mentir con rostro benévolo, a engañar y a no tener miedo a la hemeroteca porque los españoles no tienen memoria ni rencor.
Yolanda es tan peligrosa o mas que Sánchez, pero a diferencia de Sánchez, no está quemada, ni despierta el rechazo que Sánchez ya cosecha, cada día más insoportable e incompatible con quien quiere ser líder de los españoles.
Yolanda es también la reedición del sanchismo, que no es otra cosa que un comunismo feroz, disfrazado de lagarterana y con rostro de Madre Teresa de Calcuta.
Francisco Rubiales