El Congreso sancionará el fin del PSOE socialdemócrata y la consolidación en España de un socialismo de tipo comunista, muy parecido al que gobierna China con mano de hierro y sin protagonismo alguno de la ciudadanía y la sociedad civil.
El comunismo no fue derrotado con la caída del Muro de Berlín, sino todo lo contrario. Adoptó entonces la forma de virus y se extendió por todo el mundo como una enfermedad totalitaria y antidemocrática que, ante la cobardía de los partidos de centro derecha y la inexplicable y torpe pasividad de los ciudadanos, hoy ya ha infectado a la mayoría de los gobiernos del planeta.
El comunismo, ante el fracaso económico de su versión soviética, donde la economía centralizada, bajo el mando de un partido único, demostró que en lugar de felicidad y prosperidad creaba dolor, represión y pobreza, decidió mutar y disfrazarse para triunfar. El principal disfraz elegido fue adoptar el capitalismo como sistema económico, pero controlando el poder desde partidos de izquierda, unos travestidos de socialdemócratas, otros de populismo demagogo y otros de radicalismo antisistema, pero todos bajo el denominador común del culto al Estado fuerte, la supresión de la sociedad civil independiente y al control del poder por un núcleo profesional con rasgos totalitarios y enemigo de la auténtica democracia.
El paradigma del cambio de estrategia comunista es China, donde el partido comunista de siempre, sin disfraz, permite el libre mercado y practica un capitalismo en muchos aspectos mas radical y salvaje que el de Estados Unidos.
Pero también triunfaron los comunistas travestidos y los que se infiltraron en otros partidos. En América Latina, el disfraz triunfador fue el populismo y el llamado Socialismo del siglo XXI, que, impulsado desde Cuba, se hizo con el poder en Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y, con ligeras modificaciones, en Brasil y otras repúblicas.
En Europa y otras zonas del mundo, los partidos socialdemócratas, seriamente infiltrados por el totalitarismo comunista, han realizado fechorías de hondo calado, disimuladamente, pero ya evidentes, como la degeneración de la democracia, la expulsión de los ciudadanos de la política, que ya es casi un monopolio de los partidos y de los políticos profesionales, el fortalecimiento del Estado, el rearme de las policías porque los nuevos gobiernos temen a sus propios pueblos, la expansión de la corrupción, en cuya esencia está el pensamiento totalitario de una clase política que se cree con derecho a saquear, la ingeniería social en varias facetas, el nacionalismo extremo, el separatismo, el aborto generalizado, el feminismo radical, el acoso a la religión cristiana, la destrucción de la familia, la demolición de las clases medias, una gestión nefasta de la emigración ilegal y la condescendencia con el terrorismo.
Todas esas medidas están orientadas hacia la demolición del mundo actual, libre, democrático y ciudadano, para sustituirlo por una tiranía roja que gobierne esclavos.
Si la vieja democracia de las libertades, los derechos, los deberes, la ética, el poder controlado y los ciudadanos libres no hubiera sido previamente dinamitada desde dentro y sustituida por unas falsas democracias sin ciudadanos, donde los gobiernos mandan sin apenas controles e imponiendo sus criterios y decisiones a la sociedad, el profundo deterioro del mundo actual y sus deslizamientos hacia el abuso de poder, la corrupción y la desigualdad, donde los ricos cada vez son mas ricos y los pobres mas pobres, nunca habría sido posible.
Lo que el comunismo no consiguió en la URSS y en sus países satélites lo está consiguiendo en el mundo occidental infiltrado, sobre todo en tres capítulos que son decisivos: el predominio del Estado sobre la sociedad, la supresión de las libertades y de la verdadera democracia y el aborregamiento de la ciudadanía, que dejó de ser una agrupación de hombres y mujeres libres para ser transformada en una manada de borregos acobardados e idiotizados por la caída de los valores, el adoctrinamiento y la propaganda.
La España del presente es una de las obras maestras del comunismo infiltrado y del triunfo del totalitarismo camuflado sobre las libertades, los valores y los derechos cívicos.
España es uno de los pocos países del mundo que ha logrado derrotar al comunismo. Lo hizo en la Guerra Civil de 1936-39 y desde entonces, los comunistas del mundo buscan la revancha.
Nunca han estado tan cerca de conseguirla como actualmente, con el sátrapa rojo Pedro Sánchez en el poder.
Pedro Sánchez, un mediocre ambicioso con rasgos de psicópata, se ha convertido en el dueño absoluto del poder en España y todavía quiere más, como todo un tirano comunista insaciable.
Francisco Rubiales