De ese modo, escondido detrás de camuflajes redentores y falsamente democráticos, el comunismo ha triunfado en Venezuela y Nicaragua y lo ha intentado también en Ecuador, Brasil y otros países. La misma Revolución Cubana, capitaneada por Fidel Castro, derrotó a Batista y ganó la guerra civil escondiendo su comunismo, que abrazó después, cuando tomo el poder, que mantuvo a sangre y fuego, acabando con cualquier rasgo democrático en la isla del Caribe.
El sueño del comunismo internacional, que no ha sido condenado mundialmente a pesar de que sus crímenes son muchos más y mayores que los del nazismo, es conquistar un país en Europa y poner un pie en el mundo desarrollado, con tradiciones democráticas firmes. El único camino para lograr el asalto al poder es travestido de falsa democracia, de justicia y de una igualdad que en el fondo de su alma repudia y desprecia.
España, donde el comunismo, de manera inexplicable, está en el poder, ante la sorpresa de Europa, goza de buena imagen y es votado por millones de ciudadanos, es la presa más deseada y, según dicen en sus centros estratégicos, más fácil de conquistar en estos momentos. Esa "campaña" comunista en España, con focos en Podemos, Izquierda Unida y el PSOE, que coquetea con los nacionalistas y los independentistas para la toma del poder, es la que explica intelectualmente el actual gobierno de Pedro Sánchez.
El viejo comunismo, desacreditado porque su propio pueblo lo expulsó del poder, se disfraza para penetrar en nuestras vidas y lo hace travestido de partidos de izquierda populista, socialdemocracia, falso progresismo, feminismo radical, ecologismo, multiculturalismo, calentamiento global, cambio climático y ONGs que proclaman el “welcome refugiados” y llenan el país de inmigrantes ilegales, todo para esconder su totalitarismo vergonzante.
Francisco Rubiales