El conejo rencoroso

Por Dashira
Una mañana el conejo Abiel se despertó y recordó que alguien le había ofendido. Se sintió mal, quiso desquitarse; pero decidió guardárselo. 

Se levantó de la cama, salió de su madriguera y se fue a trabajar a la huerta. De camino se encontró con alguien que hacía varios años le había humillado. Quiso vengarse; pero sintió que no podía, y también se lo guardó. De esta manera el conejo Abiel fue guardando en su corazón: odio, enojo, amargura, resentimiento…, que lo llevaron a ser rencoroso.
Cuando llegó a la huerta, se puso a sembrar zanahorias y lechugas con los demás compañeros. Pero con su actitud rencorosa entre gritos y enojo empezó a llevarse mal con todos.Al final de la jornada, cuando llegó a su madriguera, se preparó un té, se sentó en el sofá y se puso a ver la televisión; pero se sentía triste. No quería tener rencor en su corazón.Con los primeros rayos del sol de la mañana, el conejo Abiel se levantó decidido a subir a la una montaña a buscar una solución a su rencor. Para ello fue a visitar a un hombre sabio a quien le confesó:_ Necesito tu ayuda, siento mucho rencor en mi corazón que me está destruyendo por dentro.El hombre sabio que estaba meditando bajo la sombra de un árbol, miró al conejo Abiel, pensó por un momento y luego le expuso:_ Para librarte del rencor debes seguir estos cuatro pasos:_ Por favor, dígame cuáles son esos pasos _ indagó el conejo Abiel._ Debes confrontar el rencor, admitirque sientes rencor, renunciar a este rencor y perdonar. El conejo Abiel guardó silencio por un momento y acercándose le dijo:_ ¡Muchas gracias, sabio consejo!_ Recuerda…, tu responsabilidad es perdonar renunciando a vengarte sin importar el daño que te hayan hecho _ le explicó el hombre sabio dándole una palmadita en la espalda.Luego el hombre sabio le invitó a que se quedara a compartir una buena parrillada a lo que el conejo Abiel aceptó muy contento.Desde ese día el conejo Abiel se liberó del rencor, ya no estaba atado y su manera de actuar con los compañeros de la huerta fue distinta.Autora: María AbreuQuítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. (Efesios 4:31)